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MUERTE EN PRIMAVERA

En una calle de Medellín, a los 22 años, le robaron la vida al campeón mundial de patinaje Guillermo León Botero.

2 de enero de 1995

CUANDO AUN EL fantasma de Andrés Escobar transita por los corazones de los colombianos y la resignación por su prematura partida hace parte del amanecer paisa, un nuevo crimen le quita al país otro campeón.
A las 6:14 de la tarde del primero de diciembre, Guillermo León Botero bajó de un taxi en compañía de su madre, Aura Naranjo. Estaban en una esquina del parque Boston -centro de Medellín- y un minuto después dos hombres jóvenes que se movilizaban en una moto se acercaron a ellos y le dispararon tres veces al patinador paisa.
Botero fue llevado a la Clínica del Rosario -a tres cuadras de allí-, pero cuando llegó a urgencias el país ya había perdido al campeón mundial de patinaje.
Los sicarios, al emprender la huida, se estrellaron contra un taxi a pocas cuadras. Coincidencialmente dos policías que pasaban por el lugar se dieron cuenta de lo ocurrido y capturaron a los asesinos. De su caída surgieron las versiones según las cuales el crimen podría haber tenido como fondo una deuda no pagada a su familia. Pero al final de la semana, aunque las investigaciones parecían ir por buen camino, aún no era posible hablar con seguridad de autores intelectuales.


RODANDO POR LA VIDA
Los patines que le regalaron en una Navidad fueron los encargados de señalarle a Botero un futuro cargado de victorias. Guillermo León Botero Naranjo nació el 20 de abril de 1972, y desde los 11 años comenzó a practicar el patinaje. En ese entonces sus 'pistas' fueron las calles del barrio Los Pinos. Después de rodar mucho ingresó a la Liga de Antioquia, en donde empezó una vertiginosa carrera que lo vistió de oro en más ocasiones de las que la memoria puede recordar.
En 1983 fue campeón nacional infantil en Medellín, siendo este primer triunfo el que le dio impulso para convertirse siete años más tarde en campeón mundial de patinaje, después de haber descubierto que su verdadero potencial estaba en las competencias de fondo y no en las de velocidad con las que se inició.
A pesar de sus 22 años fue todo un veterano que le robó tiempo a a sus estudios de arquitectura, en la Universidad Pontificia Bolivariana, para entrenar a uno de sus dos hermanos, Jorge, quien se había convertido en el mejor de sus pupilos. Guillermo estaba a la cabeza de la nueva guardia de patinadores colombianos.
Con el asesinato de Botero, Colombia tendrá que superar de nuevo el golpe mortal que la violencia le está dando al deporte nacional. Una violencia que parece ensañarse en los mejores jóvenes.