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En sus ratos libres Segurola se desempeña con notable éxito en programas de radio y televisión. | Foto: Daniel Reina

ENTREVISTA

“Quintana ha hecho en la Vuelta lo que esperábamos en el Tour”

Las frases de Santiago Segurola nunca pasan inadvertidas. El afamado periodista español está en Bogotá para dar la lección inaugural este semestre de la Maestría en Periodismo de la Universidad del Rosario.

José Ángel Báez A., editor de cultura y ediciones especiales de SEMANA
5 de septiembre de 2016

Santiago Segurola es uno de los periodistas españoles más importantes de las últimas décadas. Este vizcaíno, de 59 años, estuvo en El País de Madrid durante 21 años. Allí, entre 1999 y 2006, encabezó la sección deportiva y luego, durante un año, fue su editor cultural. En 2007 asumió como director adjunto del diario Marca en donde trabajó hasta julio de 2016. Actualmente es colaborador del diario AS.

En sus ratos libres se desempeña con notable éxito en programas de radio y televisión. Y, además, suma en su hoja de vida libros deportivos memorables, como Héroes de nuestro tiempo, que reúne algunas de las mejores crónicas de su larga trayectoria profesional. En España es considerado uno de los hombres que más sabe no solo de fútbol, sino de baloncesto, atletismo y natación.

Segurola está Bogotá para dar la lección inaugural este semestre de la Maestría en Periodismo de la Universidad del Rosario, apoyada por Publicaciones Semana y RCN. El título es "Seducción y excesos del fútbol", y consistirá en un conversatorio con el director-fundador de la Maestría, Juan Carlos Iragorri.

La charla tendrá lugar este martes 6 se septiembre a las 10.00 de la mañana en el Auditorio de la Facultad de Jurisprudencia. La dirección es Carrera 6a. No. 15-18, en el antiguo Jockey Club. La entrada es libre.

Semana.com habló con Segurola sobre el periodismo actual, la realidad de los medios digitales, las redes sociales, fútbol, Phelps, Bolt, James y Nairo Quintana, entre otros temas más.

“Google o Facebook funcionan como parásitos universales”

Semana.com:Hoy se habla del fin de los medios impresos, hasta del mismo periodismo tal y como lo conocemos. ¿Comparte eso?

Santiago Segurola: El apocalipsis de los medios impresos se anunció hace 20 años, con razón, porque la realidad digital se impone. El problema no está en la fecha de su muerte, sino en el abandono que está sufriendo en su agonía. Todavía hoy, los periódicos clásicos son capaces de dictar buena parte de la agenda política, cultural, económica y deportiva en el mundo. Sorprende que un cuarto de siglo después de la irrupción de internet en el periodismo, el mundo digital dedica una enorme atención al seguimiento de las noticias y las posturas editoriales de los viejos dinosaurios, como el New York Times, The Guardian y las principales cabeceras de cada país. Las empresas periodísticas se lanzaron en tromba a la era digital, pero lo hicieron sin salvavidas, en muchos casos adheridas a supuestos gurús que prometían dinero y liderazgo.

Semana.com: ¿Y no hay una salida?

S.S.: Una dificultad casi insalvable ha sido esa falacia denominada integración, que esencialmente consiste en hacer peor el periódico de papel y el digital. Escucho la palabra integración desde hace demasiados años. No funcionó cuando había recursos económicos en las empresas. No funciona ahora que no hay dinero y se pretende que los periodistas cobren menos por hacer dos trabajos. Después de tanto tiempo, en España no se ha llegado a la conexión mágica entre la captación de recursos económicos en internet y el coste productivo de un periódico. Me temo que es un asunto de muy difícil solución, con el veneno añadido de la depauperación económica y profesional de los periódicos.

Semana.com: ¿No cree en la democratización del periodismo?

S.S.: No creo que la era digital haya democratizado el periodismo, al menos no en la proporción que los padres de internet pensaban. ¿Ha mejorado la situación con respecto a finales del siglo pasado? No lo creo. Un ejemplo: la prensa local está desapareciendo en la mayoría de los países de Occidente. Nada era más importante para las pequeñas comunidades que el registro periodístico de lo que sucedía en ciudades de 100.000 o 200.000 habitantes. El periódico era para nosotros una pequeña biblia diaria. Nos informaba, nos ofrecía agenda, nos cohesionaba, nos permitía participar de una experiencia cercana. Todo eso está desapareciendo, si no ha desaparecido. En Estados Unidos han quebrado una buena cantidad de cabeceras legendarias, algunas en ciudades importantísimas. Eso no es una democratización. Es una lacra de proporciones históricas.

Semana.com: Se cree que estamos mejor informados…

S.S.: ¿Por qué vamos a considerar que estamos mejor informados cuando gigantes como Google o Facebook funcionan como parásitos universales? Se enriquecen a costa de los demás, dictan las reglas del mercado, son escapistas en el terreno fiscal y tienen una obsesión malsana por el control. No creo que eso nos democratice más que lo anterior. Y volvemos al asunto capital: si los medios están débiles, los poderosos se hacen más fuertes. De hecho, creo que algunos seísmos políticos y religiosos de este tiempo inquietante se deben en alguna medida al decaimiento de una prensa rigurosa. Cuando Bush, Aznar y Toni Blair llevaron el mundo a la guerra a través de una sarta de mentiras, espolvoreadas convenientemente por un periodismo connivente, se inició un camino sin retorno. Toda valía. Desde entonces, hemos asistido al fenómeno del Daesh, al retorno hipernacionalista de Putin en Rusia, a la horrible realidad de los refugiados, al regreso de un fascismo más o menos encubierto en grandes sectores de Europa, al Brexit y, cómo no, a la irrupción de Donald Trump, el hombre que representa mejor que nadie la decadencia moral y política de esta época. No descarto que gane. El tiempo está de su parte.

Semana.com: ¿Les sirven o no las redes sociales al periodismo?

S.S.: Las redes sociales son un instrumento para la comunicación y eso puede adherirse en alguna proporción al periodismo, pero no son periodismo. Nuestro oficio exige normas, reglas, que van desde la edición hasta la confirmación de lo noticioso, pasando por el buen uso de las fuentes. Las redes sociales pueden ayudar en esta batalla, o al contrario: pueden distraer y distorsionar.

Semana.com: ¿Por qué usted no está en Twitter?

S.S.: Sí estoy en Twitter. No tengo un solo seguidor, ni quiero tenerlo. Por supuesto, que no figuro con mi nombre, ni con uno que se le parezca. Twitter me interesa como lugar de registro periodístico, porque me permite acceder de forma ordenada a los lugares y medios que mejor me informan. Lo otro, el bar de borrachos en el que suele convertirse, me repugna. Estuve cuatro meses públicamente en twitter, entre agosto y diciembre de 2010. Salí espantado. Tampoco olvido cómo el poder, y en este caso me refiero al fútbol, utiliza el Twitter como un martillo, siempre a través del anonimato y los esbirros.

Semana.com: Hoy se debate si el periodista debe ser especializado o todero. ¿Usted en qué línea está?

S.S.: No soy un periodista especializado, pero me habría gustado serlo, más ahora que antes. Hay algo aplastante en la era digital. No puedes llegar a todo. Peor aún, no llegas a casi nada. El arco informativo es tan inmenso que no hay manera de abarcarlo. Nuestro mundo era pequeño, manejable. En el anterior ciclo tecnológico, los periodistas éramos inmerecidos oráculos. La gente veía el mundo a través de nosotros porque no había manera de hacerlo de otra forma. Si gustábamos, bien. Si no gustábamos o no merecíamos credibilidad, también había que leernos y escucharnos. Eso nos daba seguridad, pero nos hacía daño. Mirábamos desde arriba. Ahora miramos a la audiencia de igual a igual, o de abajo a arriba. La gente tiene un millón de maneras de ver el mundo y de interpretarlo. Puede hasta despreciarnos.

Semana.com: ¿Qué tanto ha perdido el periodista?

S.S.: Me parece que el periodista ha perdido confianza, solidez en su posición. Se siente mucho más débil, salvo que participe como delegado del poder, de cualquier poder, en el circo mediático. La especialización bien entendida es una vacuna contra esta decadencia. Sitúa al periodista frente a aspectos complejos, nada triviales y seguramente de gran calado en cualquier campo. Si algo exige este nuevo tiempo es la máxima especialización, incluido el deporte.

Semana.com: ¿Por qué lo despidieron de Marca hace unos meses?

S.S.: Me dieron razones muy diversas, desde las económicas hasta las operativas. En un momento, se me dijo que era necesario otro tipo de periodista, uno que fuera capaz de sujetar una cámara de vídeo y grabar por aquí y por allá.

Semana.com: ¿Siente que el periodismo es hoy un oficio desagradecido?

S.S.: Solo puedo estar agradecido al periodismo. Me salvó de una vida infeliz y me ha permitido disfrutar de casi todo lo que soñé cuando era niño. Y lo que soñaba no era más que aquello que leía en los periódicos de Bilbao.

Semana.com: ¿Por qué se cree que hacer periodismo deportivo es fácil?

S.S: Si se hace mal, el periodismo deportivo es tan fácil como cualquier otra rama del periodismo. Como el deporte se relaciona tan bien con las emociones, es sencillo conectarlas a un periodismo vulgar y degradante, cada vez más habitual. Casi todos los grandes divos de lo que se podría definir como periodismo deportivo en España hablan de entretenimiento, no de periodismo. En algunos casos, se trata de una apoteosis de la banalidad y el amarillismo al servicio de poderes muy concretos. Eso es fácil de hacer. Basta con olvidar el menor resquicio ético. Ahora bien, no se puede tratar el deporte, y especialmente el fútbol, como si fuera una actividad inocua.

James triste y abnegado es la cuarta parte de James feliz

Semana.com: ¿En qué momento se volvió tan importante el deporte en esta sociedad contemporánea?

S.S.: El deporte es al siglo XXI lo que el cine a la primera mitad de siglo XX, una formidable industria que obtiene hasta la última gota de las emociones de una audiencia entregada a su causa sin reservas. Lo que primero fue un movimiento emotivo y social en el siglo XIX se ha transformado, en gran parte por los avances tecnológicos, en un negocio que ha convertido al viejo hincha en un simple consumidor.

Semana.com: El deporte despierta interés, pero se cuestiona su calidad. Este año, muy discreta la Eurocopa, muy flojo el Tour de Francia y en los Juegos Olímpicos se esperaban más récords. ¿Qué pasa?

S.S.: No estoy de acuerdo en que la calidad sea baja. El Tour ha sido flojo porque el ciclismo se encuentra en una encrucijada muy difícil. Durante mucho tiempo se mintió a sí mismo y toleró prácticas indecentes, con al amparo de nosotros, los periodistas. Cuando se destaparon sus miserias, Armstrong, Contador y compañía, su credibilidad se derrumbó. Perdió patrocinios, apoyos mediáticos y seguramente interés popular. Hay un gran seguimiento del ciclismo, pero es un deporte muy herido. Necesita recuperar credibilidad y buena gestión. Sin credibilidad, algo esencial para cualquier aficionado, el deporte se resiente gravemente. El atletismo sufre un problema parecido. Así y todo es falso que en Río se haya visto un deficiente espectáculo. Se han batido récords extraordinarios, tanto en natación como en atletismo. La marca del sudafricano Wayde Van Niekerk en los 400 metros es un monumento histórico.

Semana.com: En esa realidad del ciclismo, ¿cómo ve a Nairo Quintana?

S.S.: Quintana ha hecho en la Vuelta lo que esperábamos que escenificara en el Tour: un ciclismo al ataque, tenaz. Ha comprometido a Froome en todas las etapas importantes, en algunos casos sin éxito, o perdiendo segundos en ocasiones, pero desgastando a un ciclista que generalmente siempre desfallece un día, sobre todo en la Vuelta a España. No sé las razones de la escasísima actividad de Quintana en el Tour. Le faltó presencia, protagonismo, verdadera voluntad de ganar. Le sobró un equipo demasiado conservador, sin el vuelo y el coraje que se necesita para inquietar a esa falange ciclista que es Sky. Por desgracia, la Vuelta no es el Tour en términos de prestigio. Eso sí, indica la clase de estrategia que debe aplicarse frente a Froome, cualquiera que sea el resultado final.

Semana.com: Nos gusta el ciclismo, pero el fútbol sigue siendo el rey…

S.S: El fútbol es mágico porque es sencillo y complejo. Basta una pelota y dos metros de espacio, de cualquier espacio. Invita a jugarlo desde niño. Pones una pelota en el suelo frente a un niño de año y medio, y la patea. Está en su instinto. Es un juego democrático. Al fútbol juegan los niños y los mayores, los altos y los bajos, los flacos y los gordos, los habilidosos y los torpes, porque todos queremos sentirnos Messi por un instante. El fútbol no hace distinciones sociales. No hay que ir a Eton o Cambridge para jugar. Lo disfrutan en la Patagonia y en Kamchatka, en Noruega y en Mozambique. Sin embargo, no hay juego más difícil, el único que necesita una destreza extraordinaria en las articulaciones menos diestras de nuestro cuerpo: las piernas y los pies. Ahí radica su magia. En hacer posible lo que debería limitarnos.

Semana.com: El fútbol se llenó de corrupción…

S.S.: El fútbol es una formidable industria manejada por algunos de los hombres más poderosos del mundo, reglada por algunas de las instituciones más corruptas del mundo y preparada para emitir toda clase de mensajes a una audiencia universal y hambrienta. ¿Es fácil desentrañar ese mundo? No, es muy difícil. ¿Es fácil soportar las presiones de ese mundo? No. ¿Merece la pena abrir un nuevo camino periodístico en ese mundo? Sí, por supuesto.

Semana.com: ¿Cómo entender que los brasileños hoy quieran jugar como los alemanes?

S.S.: Los excesos tácticos mataron la naturalidad en el fútbol. Cuando los entrenadores militarizaron el juego le recortaron el vuelo. El periodismo también ha contribuido a algunas perversiones. En nombre de la eficacia, vale casi todo, porque el resultado nunca se cuestiona. En Brasil se tomaron tan a pecho esto de la eficacia que quisieron ser más alemanes que los alemanes.

Semana.com: ¿Cree que se perdió la identidad suramericana?

S.S.: La renuncia de Brasil es más grave porque tiene una lectura cultural. Los europeos necesitamos a Brasil y a Colombia, amamos ese fútbol tan característico. Me alegra que fuera España el país que rescatara el buen gusto, el pase, la técnica, los centrocampistas creativos, los Valderramas en forma de Xavi, Iniesta, Busquets, Silva y Cazorla. Ya sé que la impronta cartesiana de Guardiola fue decisiva en ese movimiento, pero la realidad es que España devolvió al fútbol la magia perdida por Brasil y sus profetas defensivos.

Semana.com: ¿No es excesiva la idolatría por Guardiola?

S.S.: ¿Idolatría por Guardiola? No he visto a un entrenador más criticado a pesar de la evidencia de su magisterio. Ha ganado tres Ligas en Alemania y dos finales de Copa, pero se dice que ha fracasado. Si algo hay, es el deseo de que pierda, incluso en muchos sectores del barcelonismo. Hablamos de un entrenador que ha ganado seis ligas en siete años y cuyo peor puesto ha sido el segundo, en 2012. Y hablamos de lo más parecido a un revolucionario del fútbol. No se juega igual antes que después del Barça de Guardiola, ni para atacar, ni para defender, ni para utilizar los porteros como si fuera un centrocampista.

Semana.com:¿Por qué cree que Real Madrid Vs. Barcelona se convirtió no en el clásico de España, sino del mundo?

S.S.: Porque tanto el Real Madrid como el Barcelona entendieron antes que nadie el papel del fútbol como nuevo fenómeno universal. Durante 10 años obtuvieron una ventaja económica sobre el resto de los equipos de Europa, ventaja que se hizo sideral en España. Recibían 150 millones de euros en 2007 cuando el tercer equipo de España, el Atlético de Madrid, obtenía 50. El Real Madrid transformó esa ventaja con una mirada digna de Hollywood. Sus jugadores son los Gary Cooper de nuestro tiempo. El Barça también ha contratado grandes estrellas, pero marcó la diferencia por un estilo, por una manera de jugar, por una idea contracultural del fútbol: un grupo de jugadores diminutos –Messi, Iniesta, Xavi, Alves..- deslumbró al mundo por su astucia y creatividad. Evidentemente, la presencia de Messi multiplicó la fascinación popular. En cualquier caso, a la vieja dialéctica Madrid-Barcelona se agregó el combate entre dos modelos, no digo que opuestos pero sí bastante diferentes.

Semana.com: ¿Messi o Ronaldo?

S.S.: Tengo una admiración sin límites por Cristiano Ronaldo. Es un rematador grandioso, una leyenda viviente del gol y un jugador que jamás se ha resignado a su condición de segundo. En su interior todavía piensa que es el mejor del mundo. Ese fuego competitivo me resulta fascinante. Ahora bien, tengo a Messi por el mejor futbolista del mundo, el mejor que he visto en mi vida. Con Messi me ocurre algo extraño. Siento angustia desde el primer día que le vi. Pensé, ¿cuánto me quedará por verle? Quiero verle siempre en acción, que no se vaya nunca. Y eso me produce una angustia que no he sentido con ningún otro jugador.

Semana.com: ¿Y James Rodríguez?

S.S.: James me produce un sentimiento que no deseo: el de la afinidad sentimental. Si te adscribes a su causa, que es la del jugador fino, poético, muchas veces incomprendido, no hay duda de que sufrirás. James fue el gran descubrimiento del Mundial y funcionó más que bien en su primera temporada en el Real Madrid. Chocó con Benítez, un buen entrenador hermético. James necesita respirar. No es un espíritu libre, pero necesita sentirse importante y destacar por su creatividad, no por su esfuerzo defensivo. James triste y abnegado es la cuarta parte de James feliz. Ahora está preso de melancolía en un equipo que no permite melancólicos y que está sometido al dibujo que requieren sus estrellas: Cristiano y Bale. Si juegan ellos, y juegan siempre, las oportunidades para los demás se evaporan, porque el medio campo ya está completo. Son Modric, Casemiro y Kroos.

Semana.com: ¿Le gusta la selección Colombia?

S.S.: Colombia fue una de las grandes noticias del Mundial. Jugó con clase y decisión. Pareció dispuesta a ganar el Mundial, que es una cosa que pocos equipos demuestran. Mereció ganar a Brasil y nos descubrió a James, aunque todos merecieron ganar a Brasil: Croacia, Colombia, Chile, Alemania y Holanda. Desde entonces no ha progresado, o no ha estado a la altura de las expectativas. La lesión de Falcao le ha privado de su mejor garantía de gol. Sospecho que es más importante otro dato: jugadores como James y Cuadrado, estrellas en el Mundial, han pasado por periodos de ostracismo en sus equipos. Eso no les ha ayudado, ni tampoco a la selección colombiana.

Semana.com:¿Si es Phelps el mejor deportista de la historia? ¿Y Bolt el mejor atleta?

S.S: Phelps es un fenómeno probablemente irrepetible en la natación. Se ha beneficiado de la profesionalización de un deporte que antes se abandonaba a los 22 años. Mark Spitz ganó siete medallas de oro en Múnich 72 y se retiró. Era su último año universitario. Usain Bolt es el mejor atleta que he visto en mi vida, aunque también le han favorecido los nuevos tiempos. Jesse Owens ganó cuatro medallas de oro en Berlín 36 y abandonó el atletismo y la universidad para ganarse unos dólares corriendo contra caballos. No se pueden comparar épocas, ni entre los campeones olímpicos, ni en el fútbol.