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José Néstor Pékerman consuela a James Rodríguez al terminar el partido ante Brasil, en el que el equipo de casa contó con la auyuda del árbitro para acceder a semifinales. | Foto: A.F.P.

DEPORTES

Selección Colombia, el sueño continúa

Colombia es uno de los ocho mejores equipos del Mundial. Una campaña admirable que habla de un gran presente y que tiene mucho futuro.

5 de julio de 2014

El viernes 4 de julio de 2014 no será recordado como un día feliz. La derrota de Colombia ante Brasil rompió un sueño que se había construido paso a paso. Un sueño que comenzó de manera incierta en enero de 2012, cuando José Néstor Pékerman asumió la dirección técnica de una selección que parecía condenada, de nuevo, al fracaso en la eliminatoria al Mundial.

Un sueño que empezó a dibujarse cuando Pékerman comenzó a mostrar una nueva cara del equipo al vencer a México 2 a 0 en un juego amistoso. Un sueño que pareció transformarse en pesadilla tras la presentación de Colombia en Ecuador en junio de aquel año. Un sueño que, de pronto, comenzó a tomar visos de realidad cuando Colombia, en tres extraordinarias presentaciones, venció a Chile en Santiago 3 a 1, a Uruguay 4 a 0 en Barranquilla y 2 a 0 a Paraguay en el mismo escenario.

A partir de entonces, la confianza en la inminente clasificación a Brasil 2014 se hizo cada vez más grande. Cuando esta se logró, de manera cómoda y anticipada, el país comenzó a soñar en el Mundial.

Colombia obtuvo su cupo en octubre de 2013. Habían pasado 15 años y tres meses desde la última vez que la Selección había pisado el césped en un Mundial, cuando enfrentó a Inglaterra en el estadio de Lens y cayó derrotada 2 a 0.

Desde entonces fueron 16 años de fracasos, procesos interrumpidos a partir del infausto 9 a 0 del preolímpico de Londrina y frustraciones de variada índole que le dan aún más valor a esta proeza. De hecho, cuando terminaba el año 2011 era grande la incertidumbre que generaba en los colombianos el futuro del equipo en la eliminatoria. Menos de un año después, la incertidumbre se había transformado en alborozo. Y al año siguiente, el alborozo se convirtió en euforia cuando se sortearon los grupos. A Colombia le tocaría enfrentar a Grecia, Japón y Costa de Marfil, tres rivales de cuidado pero sin demasiada historia ni pergaminos en su presente.

Aunque se sabe de sobra, vale la pena recordar que Colombia ganó sus tres partidos de la fase de grupos. Marcó nueve goles y solo recibió dos. Su jugador James Rodríguez fue elegido como el mejor jugador del torneo en la primera fase. Sin embargo, el momento cumbre fue la victoria contundente ante Uruguay en la fase de octavos de final. Dos golazos de James Rodríguez, el primero de los cuales ha sido considerado hasta ahora como el mejor tanto del torneo, le permitieron a Colombia sacar del Mundial a un equipo uruguayo que venía herido y con sed de venganza tras la sanción que había recibido su estelar delantero Luis Suárez por haber mordido al defensor italiano Giorgio Chiellini.

Los uruguayos salieron a provocar a los colombianos para que, al reaccionar, alguno de ellos se hiciera expulsar. Pero no. Los jugadores de Colombia recibieron los aleves golpes de los uruguayos con mucha madurez y respondieron a la patanería charrúa con buen fútbol y goles.

La aventura ha terminado. La ilusión de que Colombia sacara del Mundial al anfitrión y máximo candidato al título estuvo viva en la mente de todos los colombianos, así no todos lo expresaran de dientes para afuera. Por ese motivo es inevitable el dejo de decepción, desilusión y hasta rabia que ha dejado el resultado. Porque Colombia no era menos que Brasil, que además requirió de la ayuda del árbitro para lograr su cometido.

Pero, más allá del desasosiego que causa no seguir en carrera, este también es un momento en el que vale festejar, así sea de manera más calmada. El país debe celebrar, y valorar, que Colombia mostró durante el torneo que cuenta con un equipo capaz de jugarle de igual a igual a cualquiera de sus oponentes. Brasil no fue la excepción. El resultado final, aunque adverso para Colombia, mostró la madurez y la entereza de los jugadores colombianos, que hasta el último minuto mantuvieron intacta la posibilidad de emparejar el juego.

El equipo de Pékerman ha dejado importantes lecciones. Para Colombia será motivo de orgullo recordar que fue uno de los equipos más destacados de la fase de grupos y los octavos de final de una Copa del Mundo, que pasará a la historia por haber sido el mejor desde los ya remotos tiempos de México 70. Para Colombia será motivo de orgullo que se la recuerde, precisamente, por haber sido una de las selecciones que mejor fútbol jugó. Por haber contado entre sus filas a varios de los mejores jugadores. James Rodríguez, Juan Guillermo Cuadrado y el arquero David Ospina.

Igual de importante resulta para el país la manera como la Selección Colombia se convirtió en un factor de unidad nacional. El sentido de pertenencia, que a veces parece extraviarse en el fango de la política manejada desde la intolerancia y el odio, volvió a apoderarse de los colombianos. De la misma manera que Nairo Quintana unió al país en torno al imaginario del color rosado de la camiseta que distingue al campeón del Giro de Italia, los jugadores de la Selección Colombia vistieron de amarillo a millones de colombianos en todos los puntos del territorio nacional.

Desde el punto de vista de la construcción de un país mejor, la Selección Colombia dio ejemplo de lo importante que es el trabajo en equipo cuando se busca un objetivo claro. La Selección dio ejemplo también de manera individual, pues los jugadores subordinaron sus egos particulares a una meta superior. Colombia, que se había caracterizado por las hazañas individuales de sus deportistas en distintas disciplinas y muy rara vez en deportes de equipo, ahora puede mostrarle al mundo y, más importante aún, mostrarse a sí misma que los proyectos colectivos sí tienen futuro. Que el colombiano, cuando se lo propone, puede ser disciplinado y persistente para sacar una empresa difícil, como lo es participar de manera destacada en la siempre exigente Copa Mundo de Fútbol.

Un hecho que ratifica aún más la importancia del trabajo en conjunto es que el equipo no se vio afectado por la ausencia de Radamel Falcao García, su goleador y máxima figura. Su lesión, que había bajado las esperanzas de los colombianos de cara al Mundial, en la práctica pudo solventarla el cuerpo técnico. Y, para alegría de Colombia, James Rodríguez, quien es mediocampista, decidió asumir también el papel de goleador que le correspondía a Falcao García y convirtió seis goles en cinco partidos.

El viaje de Colombia por los estadios de Brasil se ha truncado. Pero el sueño sigue vivo. Este equipo, que mostró tanto presente, en realidad es un proyecto con mucho futuro. La gran mayoría de los integrantes del plantel tienen por delante uno, dos y hasta tres mundiales más. Jugadores emblemáticos como Juan Guillermo Cuadrado y James Rodríguez tienen mucho futuro por delante, tanto en la Selección como en cualquiera de los mejores clubes del mundo. Haber logrado un puesto entre el quinto y el octavo del mundo es un gran estímulo para intentar algo similar o de pronto aún más grande en el Mundial de Rusia de 2018. Hay jugadores, hay equipo, hay un ejemplo de cómo hacer las cosas bien, así algunos periodistas deportivos y dirigentes añoren la antigua usanza, cuando manosear técnicos y jugadores era cosa de todos los días.

Hoy Colombia tiene una razón para estar triste. Pero tiene mil razones para sentirse orgullosa, satisfecha y, sobre todo, para ver el futuro con optimismo. Y no porque vaya en pos de una quimera. Colombia puede decir que tiene futuro porque esta convicción se cimenta en el gran presente de este equipo de fútbol que tanto tiene que enseñarles a políticos, empresarios e intelectuales que tienen en sus manos el destino del país.