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Lionel Messi (i) y Cristiano Ronaldo (d) se toman la cabeza tras haber desperdiciado un tiro penal definitivo para las aspiraciones de sus respectivas escuadras en la Liga de Campeones. | Foto: AP

FÚTBOL

Señores Messi y Cristiano: penal bien pateado es gol

¿Capacidad o Suerte? Los disparos desde los once pasos son situaciones decisivas que han creado héroes y villanos a lo largo de la historia del fútbol. Si no que lo digan los acusados de ayudar a que España no tenga finalistas en la Liga de Campeones.

Vicente L. Panetta, The Associated Press
28 de abril de 2012

Hay futbolistas que no le meten un gol de penal ni al arco iris. No es el caso de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, por supuesto.

Pero resulta que Messi y Cristiano acaban de desperdiciar sendos penales que contribuyeron a que el Barcelona y Real Madrid quedaran fuera de la final de la Liga de Campeones, como en otros tiempos también fallaron desde la pena máxima jugadores de fina técnica como Pelé, Diego Maradona, Zico, Roberto Baggio o Michel Platini.

No es una sentencia inapelable, pero un penal bien pateado tiene que ser gol.

Claro que por errar un penal, ni Messi ni Cristiano dejarán de ser los mejores futbolistas del momento, pero se reabre un debate.

¿Qué se necesita para convertir un penal? ¿Mucha puntería y otro tanto de suerte? ¿O los penales son una lotería?

Parecen muy pocos ingredientes para un instante sublime, en el que la pelota tarda apenas unas tres centésimas de segundo desde que es impactada y recorre 11 metros hasta la línea de gol, siempre y cuando el arquero no la atrape antes.

Cualquiera que haya pateado un penal, aunque sea a su sobrino en el jardín de su casa, conoce que hay decenas de técnicas, de miradas profundas, de palabras irónicas y hasta soeces entre el pateador y el arquero.

Decenas de formas de pararse ante el arco: en línea recta a la pelota; derecho; perfilado en diagonal; escondiendo la dirección del pie de apoyo; saliendo a toda tromba apenas suena el pitazo o bien despacito, casi como entrando a la casa tras una noche juerga y sin que la mujer se entere.

Y ni que hablar de aquellos que no quieren asumir riesgos: acomodan la pelota, toman carrera como si fuesen aviones humanos y sacan un tremendo pelotazo que si le pega al arquero en la barriga lo convierte en astronauta.

Una de las cosas que más disfrutan los aficionados es cuando el arquero escoge uno de los dos extremos para arrojarse en simultáneo con la pelota. ¡Qué placer ver el balón entrando manso y obediente a una punta, mientras el arquero se estrella en la otra!

Hay muchas maneras de patear un penal, menos como lo hizo Martín Palermo el 4 de julio de 1999 cuando fui testigo directo de lo que pasó en el estadio Feliciano Cáceres, de la ciudad paraguaya de Luque.

Durante un partido de la Copa América que Colombia goleó 3-0 a Argentina, el atacante Albiceleste malogró tres penales: el primero abolló el travesaño, el segundo dejó a la pelota dormida en una nube y en el tercero, el arquero Miguel Calero le dio gracias por el regalo y se quedó con el balón.

"¿Y si había un cuarto penal, quien lo pateaba?", le pregunté luego al por entonces técnico de Argentina Marcelo Bielsa. "Palermo, por supuesto", contestó sin su habitual esfuerzo intelectual Bielsa, apodado cariñosamente "El loco".

En la lista renovada de culpables, ahora figuran Messi porque la estrelló en el travesaño ante Chelsea y Cristiano porque ante Bayern Munich se lo atajaron.

Insisto. Penal bien pateado es gol.

¿Pero los arqueros no juegan? ¿Por qué restarle méritos?

Hay quienes durante la semana trabajan sus reflejos volando de palo a palo; aquellos que estudian a los pateadores de penales y los que van derecho al grano a la hora del partido confiando en su intuición.

También hay arqueros especialistas en sicología: son los que tratan de desconcertar a su potencial verdugo con un dedo para que la tire a ese costado; aquellos que tocan un poco la pelota cuando el otro la acomodó; los que recuerdan personajes que traerían mala suerte y los que al lanzador le envían cariños a la madre, hermana y otros entrañables familiares.

Todas estas técnicas son muy usuales en el fútbol latinoamericano, aunque no tanto en otras tierras.
Los alemanes, por ejemplo, dieron prueba de ser estudiosos.

El 30 de junio del 2006, el local Alemania y Argentina fueron a los penales en los cuartos de final del Mundial tras empatar 1-1 en 120 minutos de partido y alargue.

Alemania pateó primero y convirtió. Cuando le tocaba a Argentina, el arquero Jens Lehmann sacó un papel que tenía guardado en una de sus medias y, supuestamente, leyó sugerencias de qué hacer ante cada uno de los ejecutantes de Argentina.

Lehmann le atajó los penales a Roberto Ayala y Esteban Cambiasso. Su colega argentino Leonardo Franco no atajó ningún penal y Argentina quedó eliminada.

Hasta Maradona demostró ser terrenal cuando erró cinco penales consecutivos, jugando para Boca Juniors durante un campeonato argentino en 1996. El "10" de la selección argentina también falló en la definición por penales contra Yugoslavia en los cuartos de final del Mundial de 1990 en Italia, aunque la "Albiceleste" ganó ese partido.

En el otro extremo figura su compatriota Sergio Goycochea, quien atajó tres penales durante el Mundial de 1990: dos ante Yugoslavia en cuartos de final y dos ante Italia en semifinales. Y en la final, estuvo cerca de tapar el penal de Andreas Brehme, por el cual Alemania terminó saliendo campeón.

Y cómo olvidar a Baggio, formidable goleador de la selección italiana y de clubes como la Juventus y el Milan en las décadas de los 80 y 90. Luego de 120 minutos sin goles, Brasil e Italia definieron la final del Mundial de 1994 por penales.

El arquero italiano Gianluca Pagliuca le atajó el disparo a Marcio Santos, pero no pudo hacer nada con los remates de Romario, Branco y Dunga. Del otro lado, Franco Baresi falló su penal, Demetrio Albertini y Alberigo Evani metieron los suyos, y el portero brasileño Taffarel le atajó a Daniele Massaro.

Baggio tuvo en sus botines la última esperanza de la "Azzurra". "El Divino" tomó carrera hasta la medialuna, se acercó a media velocidad y mandó la pelota más de un metro por encima del travesaño. Para la posteridad quedó su imagen derrotada, cabizbajo en el punto de penal, mientras los jugadores de la "verdeamarela" festejaban a su alrededor la conquista de su cuarto Mundial.

¿Suerte o lotería?

"Me fastidia cuando se habla de suerte o lotería de los penales", dijo Goycochea, quien ahora trabaja como comentarista de televisión. "Es lo mismo que si un jugador que remate un tiro libre tres metros por sobre el travesaño tuvo mala suerte. Los penales no son cuestión de azar sino de capacidad".