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UNA COPA MAS

La presencia dos veces consecutivas de América en la final de la Copa Libertadores habla bien de ese equipo, pero no obligatoriamente del fútbol colombiano.

17 de noviembre de 1986

Aunque la clasificación del América a la final de la Copa Libertadores parezca decir lo contrario, fútbol colombiano, lo que se dice fútbol colombiano, no existe. Aunque hay unos estadios, una afición, unos campeonatos y, sobre todo, una prensa deportiva que pretende demostrar otra cosa, en el país esta actividad ha vivido más de victorias morales que de resultados concretos.
El último triunfo moral se obtuvo hace dos semanas en Lima donde el seleccionado prejuvenil (dirigido por un argentino) no sobrevivió al azar del promedio de goles y se tuvo que devolver con la cara arriba pero con la derrota a cuestas. Y el último resultado concreto es la clasificación del América de Cali a la final de la Copa Libertadores, evento anual en el que campeones y subcampeones de América del Sur se disputan un cupo para jugar ante el campeón de Europa la Copa Intercontinental de Clubes.
Se diría que ese -clasificación del América a una final de suramericanos- es un resultado bastante concreto. Y se agregaría que el hecho de que el mismo equipo sea finalista por segunda vez consecutiva es, aún más si se puede, una prueba de que el fútbol colombiano sí existe. Pero cuando en este caso se examina el resultado concreto es cuando aparece la victoria moral, porque el verdadero nivel de un país se mide en sus seleccionados y no en sus clubes, integrados todos por extranjeros más algunos criollos. Ese es el caso del América, donde siete de once jugadores titulares son extranjeros, cifra bastante elocuente para mantener aquella tesis de que fútbol colombiano, lo que se dice fútbol colombiano, no existe.

HAY CLUBES PARA MOSTRAR
Pero en cuanto a clubes el nivel sí ha levantado. Basta recordar que durante casi veinte años los equipos profesionales de Colombia se surtían de jugadores en un mercado de segundas. Llegaban aquí deportistas sin trayectoria en sus propios países, troncos enormes por los que se pagaban miles de dólares y que por toda condición tenían un pasaporte con apellidos impronunciables y por voz un acento sureño que encantaba a dirigentes, aficionados y periodistas.
El asunto comenzó a cambiar con la llegada de nuevos dineros al fútbol. Fue hacia finales de los setenta y el boom tuvo ribetes de nuevo Eldorado: después de muchos años de la institucionalización de los troncos, empezaron a llegar verdaderas estrellas a nivel suramericano atraidas por puñados de dólares en un mercado que se hizo más flexible: peruanos como Cueto y La Rosa jugaban con el Nacional pero debían viajar a Lima para formar con la selección de su país, para citar un primer ejemplo. Un segundo ejemplo de esa proliferación de verdaderos cracks en el fútbol profesional fue el Mundial de México de este año donde en casi todas las selecciones suramericanas había jugadores fichados por clubes colombianos: Cabañas, del Paraguay, era del América y, del mismo seleccionado el arquero Fernández, el volante Amado Núñez y los delanteros Ferreira y Mendoza, también estaban registrados por equipos colombianos: los tres primeros por el Deportivo Cali y el último por el Medellín. Y, así, en el campeón mundial Argentina, el zaguero Jorge Luis Brown, y el volante uruguayo Sergio Santin, tenían registro del Atlético Nacional, para completar esa extensa nómina que habla bien de los clubes pero no del fútbol nacional.
Fueron, pues, los representantes colombianos en el Mundial número 13, al que el país no pudo llegar al ser eliminado, como lo ocurrido en todos esos eventos, con excepción del celebrado en Chile en 1962, en donde haberle empatado a la precaria Unión Soviética por cuatro goles, se convirtió en la más prolongada -y ya cansona- victoria moral del país del fútbol.

AMERICA ES OTRA COSA
La integración de los equipos profesionales ha cambiado. Para muchos ese cambio ha ido en detrimento del fútbol criollo, pero el cambio es evidente en cuanto a resultados de puntos y de pesos, como lo ha demostrado el América de Cali en los últimos dos años. En ellos América se ha convertido en un invitado infaltable a la final del torneo continental que, en esta oportunidad, comienza a jugarse este miércoles 22 de octubre en el estadio Pascual Guerrero, de Cali.
Otra vez de mano de Gabriel Ochoa Uribe, un director técnico que además es médico y que además tiene la hoja de vida más poblada de campeonatos conseguidos, el cuadro rojo de Cali llega a la final. El año pasado también había cumplido esa hazaña que, entonces, quedó trunca por un tiro penal errado en el partido de de sempate con el club Argentinos Juniors, jugado en Asunción del Paraguay, después de 120 minutos de tension.
En esta oportunidad el América llega a la final tras una serie eliminatoria donde no convenció. Un fútbol errático, lento, defensivo, lleno de mañas, lo llevaron a perder el favoritismo con el que había ingresado a la ronda final de la Libertadores. El 20 de septiembre, en el estadio de La Paz, ante el Bolívar de Bolivia, América sufrió un 2-0 que parecia un puntillazo. Pero el cinco de octubre, en Cali, ante el Olimpia de Paraguay, en un juego alegre y armonioso, consiguió la casilla para la final que empieza a vivirse esta semana y que concluirá el próximo 29 de octubre en Buenos Aires.
La finalísima (como la llaman los cronistas deportivos) llega por tercera vez a Cali, la única ciudad del país que ha podido vivir una emoción de esta categoría. En 1978 el Deportivo Cali consiguió esa casilla y perdió la opción de coronarse campeón frente al Boca Juniors de Argentina. En esta oportunidad el último lance será contra otro prestigioso equipo argentino, el River Plate. Club legendario por su historia de triunfos locales, por su camiseta blanca cruzada por una raya roja y porque de sus canchas han salido muchas estrellas mundiales, el River, curiosamente, nunca ha ganado la Libertadores y en este 86 parece tener la oportunidad más clara.
Además de que no pasa por su mejor momento, el América tiene una desventaja de entrada: el calendario. Jugar primero de local y después de visitante es un escollo que tendrá que salvar el cuadro de Ochoa Uribe. Sin embargo, a pesar de eso, al América se le reconoce su vocación de triunfo y su preparación animica y fisica para conseguir resultados. En eso está la clave de los "Diablos Rojos" y con ese presupuesto empezará a jugarse este miércoles su opción de viajar en diciembre a Tokio para enfrentarse allí con el campeón europeo. Con esa ilusión América enfrentará la final de la Libertadores y con sus discutibles argumentos futbolísticos intentará un triunfo que, de lograrse, no será del fútbol colombiano sino del América de Cali.