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UNA GRAN LECCION

Los europeos se asombraron con la clase dictada por los escarabajos en la montaña. Estos a su vez siguen aprendiendo en el duro Tour de Francia

15 de agosto de 1983

En Issoire, faltando diez días y 1.173 kilómetros para el final del Tour de Francia, las posibilidades colombianas parecían estar exclusivamente en las piernas de José Patrocinio Jiménez. Con medio equipo extenuado en la meta de la etapa catorce y la otra mitad en el aeropuerto Eldorado recibiendo el saludo de unas dos mil personas, todo indicaba que la aventura del Tour de Francia estaba enmarcada por los contrastes y las paradojas. Esperanzas que se derrumbaban, hazañas que pasaban al olvido y la duda enorme sobre el final de la mayor empresa del ciclismo colombiano eran las que causaban esa sensación de amargura y tristeza, incapaz de aceptar que un escocés fuera el líder de la montaña cuando se sabe desde siempre que el viejo Patro es el mejor escalador del mundo.
Luego de las dos etapas previas al trayecto de los Pirineos, los colombianos se mantenían en la carrera y todo indicaba que día a día se estaban adaptando mejor al ritmo que imponían los profesionales en las largas etapas. Llegó el lunes once de julio, uno de los más gloriosos días del ciclismo colombiano. Por fin tenían frente a la montaña, donde los colombianos demostraron que la leyenda de los escarabajos era una cosa seria y real, como los ocho minutos que le sacó Patrocinio al famoso escalador Zoetemelck, uno de los que peor habló de las posibilidades colombianas en el ascenso antes de que comenzara el Tour. Esta etapa pagó el viaje y el esfuerzo realizado hasta ese momento. El paso vencedor de Patrocinio por el más difícil de los puertos montañosos del Tour de Francia no solamente llenó de orgullo a los colombianos sino que sembró el desconcierto entre los profesionales. Tal vez el símbolo más contundente de la derrota europea fue el escandaloso retraso de Duclos-Lassalle, quien hasta ese día lució la camiseta de rey de la Montaña. Los comentarios elogiosos llegaron al extremo de que se comenzó a considerar a Patrocinio como un favorito para ganar el Tour. Anquetil, Pascal Simon, todo el mundo reconoció la lección recibida y en Colombia, país latino al fin y al cabo, la gente comenzó a ojear la clasificación general y a descartar a todo el mundo. "Este no sube ". "Este llega de noche ". "Este otro está cansado". Luego, el rumor del retiro del líder Pascal Simón y la sanción por doping que dejó a Zoetemelck bien lejos en la general, aumentó el optimismo y de buenas a primeras se comenzó a pensar en lo impensable: ganar el Tour. Dos etapas más tarde, el fracturado Simón seguía pedaleando; Duclos-Lassalle no dejó subir a Patrocinio en un premio de montaña que ganó el escocés Millar para quedar de líder de la montaña, y la perspectiva del gran triunfo se llenó de pesimismo latino, que convirtió al héroe de los Pirineos en el humillado del Massif Central que "era incapaz de recuperar la camiseta de líder de la montaña". Se cuestionó si valía la pena venir. "Es que esto es muy duro". Los retiros de Flórez, Casas y Rubiano acabaron con el optimismo. Del éxtasis a la decepción, como si el Tour de Francia fuera la Vuelta al Táchira o la Doble a Fusagasugá.
Este reto fue aceptado y hasta el momento los colombianos han cumplido una gran actuación. Además de los kilometrajes y de las enfermedades, han sido víctimas del juego sucio de los europeos, muy comprensible si se tiene en cuenta que su prestigio se vio severamente zarandeado por los colombianos en los Pirineos. Esto hay que seguirlo sufriendo, sin ilusionarse demasiado pero sin caer en el exceso de hablar de fracaso en el Tour de Francia. Una de las conclusiones más importantes que se pudo sacar la semana anterior es que definitivamente hay demasiadas cosas por aprender. Las palabras de Cochise definen demasiado bien lo que es el Tour de Francia. "Esta es una prueba para hombres que hace hombres". Por eso, más allá de los incidentes extradeportivos que afectaron a los colombianos y de la serie de malestares que se turnaban diariamente de un ciclista a otro, hay que resaltar el valor y el coraje de los colombianos al igual que sus defectos técnicos y tácticos que anulan lo que se realiza en la montaña. Esta nota estará en la calle cuando los colombianos estén transitando por los Alpes. Teniendo en cuenta las condiciones de Millar para el ascenso, resulta injusto exigirle a Patrocinio la camiseta blanca de pepas rojas que señala al mejor escalador.
Ojalá lleguen a París. Porque esas camisetas blancas con el tricolor en el pecho, aún si aparecen al final en el último rincón de la clasificación general, se merecen de todos modos el homenaje destinado a los héroes que terminan en los Campos Elíseos la carrera más difícil del ciclismo mundial.