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| Foto: León Darío Peláez

CRÓNICA

Una "pulga" en El Campín

Un tal Lionel Messi fue la figura estelar de un encuentro por la infancia en Bogotá, días previos a su cumpleaños 25.

Federico Duarte Garcés
22 de junio de 2012

-Mira, ahí está Messi.
 
-No se alcanza a ver.
 
-¿Esos son sus hijos?
 
Se preguntaban a su tiempo cada uno de los tres pequeños en la tribuna oriental del Campín, en el instante en que Messi y sus amigos, junto al otro equipo, Resto del Mundo, desfilaban por la entrada al césped. De la mano de ellos se encontraban niños representativos de las fundaciones beneficiadas del juego.
 
El reloj marcaba las 7:19 p. m. cuando salieron al campo. Los juegos pirotécnicos enarbolaban la noche capitalina, en que las estrellas aparecían y se desdibujaban por los reflectores que se cruzaban de una tribuna a otra.
 
El área del mediocampo era la única luz fija, y hacia allá se dirigían los protagonistas. Lionel Messi, de camisa anaranjada con pantaloneta negra, y Falcao García, de uniforme azul celeste con una banda fucsia y pantaloneta azul oscura, se abrazaban después del saludo con los árbitros y la foto con sus respectivas escuadras.
 
El partido empezó con un silencio expectante hasta el primer toque del balón de Messi. Entonces se sintió el clamor de la gente. Sin embargo, tras recibir el balón de Forlán, Falcao fue el encargado de levantar a los espectadores de sus asientos y gritar el primer gol de la media docena que marcó cada conjunto.
 
Era el minuto dos cuando el jugador del Atlético de Madrid enfiló un remate de derecha que Pinto, arquero suplente del Barcelona, se limitó a contemplar, mientras el balón entraba en el ángulo superior del palo más inmediato de su arco.
 
Siete minutos después, Hamsik y Teófilo Gutiérrez se reportaron en el marcador con un tiro raso de uno y un regate al arquero español del otro. Los dos para el cuadro celeste, mismo color de las camisetas del Nápoli y del Racing Club de Avellaneda, clubes que cada uno ha defendido.
 
Eran tres goles de diferencia. Pero esta vez el resultado no estaba en la mira. Las cámaras capturaban cada movimiento del diez naranja. En las gradas los más chicos exhibían una camisa igual con su nombre pero de rayas albicelestes, otros por su parte llevaban la blaugrana. Y él, a su paso, aprecia todo, camino al círculo central.
 
Volver al principio
 
Mientras lleva el balón en las manos, piensa la siguiente jugada con los pies. Acto seguido conduce el ataque desde atrás y habilita a su compatriota Oswaldo, delantero de la Roma, quien define desviado de cara al pórtico custodiado por Mondragón.
 
Unos minutos más tarde, Lionel acelera con el balón pegado a sus botines. Se descuelga de un lado a otro sin interesarse más que por el balón y la jugada prefabricada de tantos años en el Barça. Aunque ya todos los presentes lo conocen, nadie detiene su ritmo frenético hacia el área. En esta oportunidad, el madero devuelve su remate de zurda.
 
Fabio Capello ya había atestiguado una acción similar como técnico del Real Madrid. Fue en derbi ante el Barcelona, cuando este "genio", en términos del italiano, marcó los tres tantos del empate culé que luego devino un envión anímico para el club blanco, que en esa temporada (2006-2007) cortó la senda victoriosa del equipo dirigido por Frank Rijkaard.
 
"Messi, Messi, Messi", clamó en aquel momento el Camp Nou. Ahora es un grito creciente que se desprende de todas las graderías del Nemesio Camacho El Campín. Y él responde con las manos agitadas, dándose vuelta para corresponder a miles de voces que corean una vez más su apellido, el más mediático de todos los jugadores del mundo.
 
Sonríe Cannavaro, quien sufrió los encares del argentino aún cuando portaba el título de mejor jugador del planeta en su primera temporada con el Madrid. En ese entonces tenía de compañero a Robinho, quien es el autor de un nuevo descuento para Los Amigos de Messi.
 
Los dos, brasileño y argentino, ríen y se abrazan, desentendidos de las comparaciones en que los enmarcaran durante un tiempo con Pelé y Maradona. Estos pasaron en diferentes momentos por este mismo campo, la grama del Nemesio Camacho. Uno, O Rei, el 17 de julio de 1968, previo a su consagración definitiva en un mundial, cuando fue expulsado pero luego devuelto al terreno de juego.
 
Otro, El Pibe de Oro, el 2 de junio de 1985, cuando contaba con 24 años al igual que El Pibito de Rosario, y comenzaba su carrera con el recién ascendido Napoli. Traía un paso fugaz, con apenas un par de títulos, en el Barcelona. Se presentaba por eliminatorias frente a Colombia (1-3 para Argentina) rumbo al Mundial de 1986, aquel donde rubricaría por siempre su nombre para la historia.
 
Hace 50 años fue Alfredo Di Stefano quien dejó el rastro de una edad dorada del fútbol en el país. Hoy Messi deja la capital con la estela de un ser extraordinario, dentro y fuera del estadio, a sus 25 años.