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¿A COMO EL EMPLEO?

Se abre la discusión sobre el reajuste al salario mínimo.

7 de enero de 1985

Al tiempo que la mayoría de la población se prepara para tomarse un descanso en las festividades de fin de año, tres sectores de la actividad económica -gobierno, gremios y sindicatos- están completando su documentación para entrar a negociar el reajuste del salario mínimo. En lo que se anticipa como una de las más duras jornadas de negociación de fecha reciente, los integrantes del Consejo Nacional de Salarios decidirán no sólo sobre el patrón de los reajustes salariales del sector privado, sino también sobre la estabilidad laboral y social a lo largo de 1985.
En los años anteriores, se han producido aumentos en el salario mínimo por encima de los niveles de inflación. La corrección del desequilibrio presentado en los años 70, así como los menores incrementos en los precios, han incidido para que en términos generales el trabajador pueda comprar más cosas con su salario en comparación a las que podía adquirir hace cinco años. Basado en ese argumento, el gobierno ha hecho saber que su objetivo primordial en las negociaciones de este año es el de conservar el poder de compra de los salarios, o en otras palabras sostenerlo al nivel de la inflación. A su vez, las centrales obreras han manifestado que buscarán un reajuste real (por encima de la inflación) que podría llegar al 5%.
El gobierno justifica su posición con el argumento de que es necesario mantener la economía en una situación de austeridad con el fin de sortear los impasses fiscal y externo. Dentro del marco de contracción que se ha formulado en la política de ajuste que se está aplicando, los economistas oficiales arguyen que un aumento en el salario real crearía subidas en los precios (porque las empresas transferirían al consumidor parte de los costos laborales), y además desempleo debido a que el aparato productivo no sería capaz de absorber el impacto. Un especialista gubernamental anotó que "lo ideal sería lograr algo por debajo de la inflación pero parece que eso no será posible".
A su vez, las centrales obreras insisten en que es necesario mejorarle el poder de compra al trabajador. Si bien alegan que entienden la posición del país y que no van a hacer peticiones descabelladas, también insisten en que es posible conseguir algo positivo sin debilitar la economía. En esta oportunidad, los sindicatos asistirán al Consejo Nacional de Salarios presentando un frente unido con el objetivo de aumentar su poder de negociación.
Por su parte, investigadores independientes trazan una línea media entre el gobierno y las centrales obreras. Para Juan Luis Londoño, de Fedesarrollo, la administración ha cambiado de un modelo en el cual "se hacían incrementos reales para expandir la demanda, por uno en el que se cuida la oferta". Según ese esquema, Londoño considera que lo ideal es un alza en el salario nominal" no menor al 16%, pero no mayor al 18%". Semejante moderación parece haber sido seguida en los pliegos de peticiones que se han negociado hasta la fecha, con aumentos que oscilan entre un 17% y un 22%.
En este escenario, el bienestar de la clase trabajadora tiene que ver con el comportamiento futuro de los precios y de la producción. Tal como se ha insistido en semanas recientes el próximo año se ve preocupante en cuanto al ritmo de la actividad económica. Por lo tanto, es evidente que si la inflación se dispara al 25%, el salario decrecerá en términos reales. De otro lado, una caída en el producto puede aumentar sustancialmente el desempleo. El investigador Londoño sostiene que una reducción de 2 puntos en el PIB puede resultar en una subida de 3 o 4 puntos en el nivel de desocupación.
En lo que hace a los empleados del sector público, la perspectiva es todavía peor. Amén de los recortes de personal que se anticipan en ciertas entidades, es bien conocida la intención de limitar el aumento en salarios a una cifra alrededor del 10%, aunque todavía no hay una actitud definida por parte del gobierno. El mayor peso de la estrategia recaerá sobre los 392.000 empleados que dependen del servicio civil, mientras que el resto negociará de acuerdo a convenciones colectivas.
Las circunstancias anteriores hacen prever un empeoramiento del clima laboral en 1985. La posibilidad de que aumente el desempleo, unida a un empobrecimiento factible de la población trabajadora, plantea la alternativa de problemas sociales de envergadura. En los últimos tiempos las centrales obreras se han venido endureciendo y si las malas expectativas sobre la economía se cumplen, es muy probable que el empleo se constituya en el dolor de cabeza número uno durante el próximo año.