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Barack Obama y el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, deben acordar medidas económicas clave para evitar el desastre. | Foto: AFP - AP

ESTADOS UNIDOS

Al borde del abismo

Si Obama y la oposición republicana del Congreso no llegan a un acuerdo antes del primero de enero, la economía gringa podría irse a pique y afectar a la economía mundial. Estos son los escenarios posibles.

8 de diciembre de 2012

Estados Unidos mira el almanaque y contiene la respiración. Porque si antes del primero de enero no llegan a un acuerdo el presidente Barack Obama y los líderes de la oposición que controlan la Cámara de Representantes, el país se verá abocado a lo que se llama el 'abismo fiscal'. La expresión se le atribuye a Ben Bernanke, cabeza de la Reserva Federal, y no resulta exagerada. Si no se logra un consenso sobre algunas medidas económicas, se frenaría la recuperación económica en un 0,5 por ciento durante el año entrante, el desempleo subiría del 7,9 por ciento actual a un 9,2 por ciento y los impuestos de una familia promedio se incrementarían en más de 3.400 dólares anuales. Algunos periódicos como The Washington Post alertan que ese escenario sería el más grave para la economía gringa desde la Segunda Guerra Mundial. Y lo peor es que hasta el cierre de esta edición no había humo blanco.

¿Cuál es la causa de semejante debacle? Todo se debe a que el primero de enero se vencen no solo las exenciones de impuestos aprobadas por el Congreso durante el gobierno de George W. Bush, sino también una serie de medidas dictadas hace pocos años según las cuales no era posible recortar el gasto público. Así las cosas, a menos que Obama y los republicanos pacten en las próximas dos semanas y media la receta para evitar el desastre, el aumento en los impuestos para el año que viene alcanzará los 500.000 millones de dólares. El incremento para las familias con ingresos de entre 40.000 y 50.000 dólares al año será del 4 por ciento, y el de las que ganan más de un millón rozará el 11 por ciento. Por otro lado, el presupuesto del gobierno deberá reducirse en 200.000 millones de dólares, un rubro importante en el cual preocupan dos asuntos. El primero, que el gasto en defensa deberá disminuirse hasta en un 9 por ciento. Y el segundo, que el programa llamado Medicare, por el cual miles de personas mayores de 65 años reciben ayuda para la atención en salud, sufrirá un recorte del 2 por ciento. Por si fuera poco, el seguro de desempleo se vería afectado. Todo eso equivaldría, como afirma The Washington Post, a "demasiada austeridad, demasiado pronto".

En 2001 Bush impulsó recortes de impuestos a la renta, al patrimonio y a la inversión, y expandió los créditos tributarios a las parejas con hijos. En los años siguientes, se agregaron más exenciones y reducciones a los impuestos para pagar las matrículas universitarias y se les dieron otras ventajas impositivas a los empleados en nómina y, claro, a ciertas empresas poderosas. Al fin y al cabo, el presidente era republicano.

En medio de la angustia, hay tres escenarios posibles. El primero, aun cuando suene pavoroso, es irse abismo abajo: cruzarse de brazos, dejar que se venzan los plazos el 31 de diciembre, y esperar a que entren en vigor las medidas que, menos mal, no se hacen efectivas inmediatamente. Esta alternativa es muy riesgosa, aunque daría un tiempo para seguir negociando en enero, cuando el Congreso vuelva a sesionar tras la pausa de la Navidad. En cuanto al techo de la deuda, el voto para aumentarlo será en febrero.

El segundo escenario sería patear la pelota para adelante y ganar tiempo. ¿Cómo? El Congreso tiene competencia para extender los recortes de impuestos por un año más y puede postergar el apretón tanto en defensa como en el resto del sector público hasta 2013 o 2014. Así se evitaría la recesión y se daría más tiempo a la recuperación económica que apenas empieza. Pero equivaldría a prolongar el susto.

Por todo eso lo mejor sería el tercer escenario, que consiste en alcanzar un acuerdo grande o pequeño. El problema es que las negociaciones entre Obama y el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, están estancadas. No hay señales positivas y ambos lados han endurecido su actitud. Lo más sorprendente de este proceso ha sido la posición firme y poco condescendiente de Obama, que contrasta con el manejo del tema durante su primer mandato, en el cual intentó un acuerdo sobre el techo de la deuda y terminó quemado por la oposición. Pero un Obama triunfante tras su reelección el 6 de noviembre no se ha movido de su propuesta inicial de eliminar las exenciones a los que ganan más de 250.000 dólares anuales.

Pero si en la Casa Blanca llueve, en el Capitolio no escampa. Boehner y el líder republicano del Senado, Mitch McConnell siguen criticando los aumentos de impuestos, y culpando a Obama de no ofrecer ideas nuevas sobre cómo financiar los programas sociales. El lunes pasado presentaron una propuesta en la cual eliminaban deducciones tributarias y no aumentaban el porcentaje a recaudar, pero Obama la rechazó. "Vamos a tener que ver que suban los impuestos para el 2 por ciento más rico de la población. Si no, no habrá acuerdo", dijo en Bloomberg durante la primera entrevista que ha dado desde su victoria electoral.

El debate entre Obama y los republicanos implica dos visiones de Estado. Para él, la gente rica debe pagar impuestos más altos. Para los republicanos, en cambio, todo el mundo debe gozar de las exenciones y las ventajas fiscales. Obama se la está jugando entera y su endurecimiento se debe a que la pasada campaña fue la última de su vida y en ella obtuvo el respaldo de la mayoría de los ciudadanos. Sin posibilidad de reelección está poniendo ahora toda la carne en el asador. Los republicanos, en cambio, se encuentran debilitados. La derrota de Mitt Romney les dejó claro que si no conectan con la clase media y con minorías como la de los hispanos se alejarán cada vez más del poder.

El temor de los gringos al abismo fiscal se extiende al resto del mundo. Si la economía estadounidense empeora, justo cuando parecía vivir un repunte modesto, afectaría seriamente la situación no solo de Europa. Por eso lo ideal es que Obama y Boehner se sienten cuantas veces haga falta y sellen un acuerdo que ponga a todo el país a respirar en paz. Y al mundo.