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Alerta alimentaria

Mientras hay alarma en el mundo por la escasez y el encarecimiento de la comida, algunos analistas creen que esta es una gran oportunidad para la agricultura.

12 de enero de 2008

A comienzos de los años 70, el Club de Roma, una organización privada de intelectuales, encargó un estudio sobre las tendencias y los problemas económicos que amenazarían al mundo. Los resultados no podrían haber sido más negativos: pronosticaron para el año 2000 un colapso como consecuencia de la disminución de la producción industrial y especialmente la agrícola. Por fortuna, nada de eso se cumplió.

Hoy, la misma visión pesimista se ha vuelto a escuchar. Voces internacionales alertan por la seguridad alimentaria en el mundo, amenazada por el encarecimiento sin precedentes de la comida.

En el último año y medio los precios se han incrementado de manera extraordinaria. El índice de precios de los alimentos que mide The Economist está en el punto más alto desde su creación en 1845 (ver gráfico). Incluso, en términos reales, ha aumentado en un 75 por ciento desde 2005.

Los elevados precios internacionales de los cereales ya han desatado disturbios en varios países. La Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación (FAO) ha pedido con urgencia a los gobiernos y a la comunidad internacional medidas inmediatas en apoyo a los países pobres más afectados. Actualmente hay 37 países que afrontan crisis alimentarias. "Se necesitan nuevas y urgentes medidas para prevenir un agravamiento de las crisis alimentarias emergentes, alertó recientemente el Director General de la FAO, Jacques Diouf.

Todos los bancos centrales del mundo padecen por estos días la misma preocupación: el encarecimiento de la comida, que ha provocado el incumplimiento generalizado de las metas de inflación.

¿Por qué se llegó a esta situación? Sencillamente porque la agricultura mundial ha sufrido un profundo trastorno atribuido a varios factores que vienen presionando la oferta de alimentos.

De un lado, los elevados precios del petróleo y la búsqueda de combustibles más limpios han fomentado la producción de etanol y biodiesel. El auge por los biocombustibles está ejerciendo una fuerte presión sobre un grupo específico de productos agrícolas como los cereales, el azúcar y las oleaginosas (soya, aceites, girasol), utilizados para la producción de etanol y biodiesel y, por ende, han aumentado sus precios.

En muchos países estos productos tienen que competir por la tierra. La consecuencia es que esta gran competencia genera alzas sobre los precios de las áreas cultivables, que se traducen en un encarecimiento de los productos agropecuarios. Al mismo tiempo, el crecimiento desproporcionado de los precios del petróleo está aumentando los costos del sector agropecuario, por la vía de los fletes y los agroquímicos y fertilizantes.

Las sequías y las inundaciones relacionadas con el cambio climático son otro factor que explica los altos precios en los últimos 18 meses. Por ejemplo, la fuerte sequía de Australia destruyó cereales y la producción de carnes. Las lluvias torrenciales que se dieron en algunos países de Asia generaron graves problemas en la producción de cereales, y la sequía en el norte de África redujo la de trigo. Estos factores climáticos ocasionaron una caída en la oferta mundial de alimentos y los expertos en el tema pronostican que se mantendrá el deterioro ambiental.

El último factor, no menos importante, es el espectacular crecimiento de los ingresos del planeta durante el último quinquenio, superior al 4 por ciento anual, pero en especial de los más grandes mercados emergentes como China e India, entre el 8 y el 12 por ciento. Estos países, donde vive la tercera parte de la población mundial y donde las economías presentan altas tasas de crecimiento, se han convertido en verdaderas aspiradoras de la comida que produce el mundo. La demanda de carne, pollo, huevos y leche se ha disparado. China pasó de un consumo per cápita de carne de 20 kilos por año en 1985 a 50 kilos actualmente.

La cara amable

Pero, como aconseja la sabiduría popular, al mal tiempo, buena cara. Hay quienes ven grandes oportunidades en esta coyuntura. El codirector del Banco de la República y ex ministro de Agricultura, Carlos Gustavo Cano, vislumbra un cambio profundo en la agricultura que traerá grandes oportunidades para el mundo y, por supuesto, para Colombia.

Al igual que analistas internacionales, Cano cree que habrá un salto tecnológico tan importante que en un lapso de tres a cinco años se revertirá la tendencia pesimista sobre la alerta alimentaria. "Lo más probable es que la explosión del costo de la comida dure menos de lo que sugerirían las proyecciones", dijo a SEMANA.

La respuesta que hará la diferencia en adelante vendrá de la mano de la biotecnología, que permitirá que la frontera agrícola del mundo se expanda. Los nuevos materiales genéticos ya están mostrando resistencia a las sequías, la salinidad y la erosión, lo que genera que nuevas áreas antes excluidas sean cultivables. "Por ende, aumentará el volumen de las cosechas, en proporciones y lugares jamás antes imaginados: en suelos salinos, semidesérticos y erosionados".

Algunos analistas están optimistas porque en camino vienen otras innovaciones que cambiarán el rostro dramático que hoy muestra la agricultura. "No es ciencia ficción", señala Cano quien ha estudiado el tema desde hace muchos años. En primer lugar, la nueva generación de plantas de energía nuclear impulsada por empresas como General Electric, Westinghouse y Areva les quitará presión a los biocombustibles hoy en auge. China acaba de firmar contratos multimillonarios con Francia para la construcción por parte de Areva de una enorme red de plantas de este tipo.

Otra buena noticia es el lanzamiento de los automóviles híbridos. General Motors está montando su primera fábrica en México, con una inversión de 500 millones de dólares. Toyota le sigue. Otra tecnología que está avanzando es la sustitución de gasolina por hidrógeno en toda clase de automotores, desarrollo en pleno proceso de avance, a la par de los motores eléctricos con baterías recargables.

Sin duda, el desafío es grande, pero saldrán ganando los agricultores que ahora se ven estimulados a sembrar más, gracias a los buenos precios. Incluso el crecimiento de los precios desbordará el costo de los subsidios que dan los países ricos a sus agricultores.

Como se ven las cosas, el futuro alimentario de la humanidad no tiene que ser tan dramático como lo vislumbran los más pesimistas de hoy.