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Balances de guerra

Un estudio ratifica que los empresarios se acostumbraron a trabajar en medio del conflicto, pero no tienen propuestas para resolverlo ni saben cuánto les cuesta

18 de noviembre de 2006

Lo que hasta hace poco era visto como una señal de pujanza de los empresarios colombianos –que hayan logrado crecer a pesar de vivir en medio del permanente conflicto armado colombiano– puede terminar siendo una desventaja competitiva.
El sector privado colombiano no tiene posibilidades de entender el impacto real de la guerra en sus balances; además, no cuenta con propuestas efectivas para superarla, pues no saben con certeza cuáles serían los beneficios específicos para su compañía si se superan las dificultades de orden público.
En pocas palabras, se acostumbraron al statu quo y no entienden aún que pueden desempeñar un papel clave en la resolución de la confrontación.
Estas son unas de las principales conclusiones del estudio ‘Los costos del conflicto armado colombiano para el sector privado’, elaborado por el departamento de ciencia política de la Universidad de los Andes e International Alert.
Angélica Rettberg directora del estudio, explica que “aún pagando un alto costo, décadas de conflicto parecen haber formado dentro del empresario hábitos propicios para la convivencia con él. Han podido sobrevivir y eso es positivo, pero ahora es un impedimento para que presionen un final del enfrentamiento”, explicó. El estudio consultó a 1.113 empresarios de las seis principales ciudades del país.
La hipótesis de los investigadores es que es necesario construir un argumento económico para que los empresarios se sientan comprometidos con la superación de las dificultades. Esto forma parte de los objetivos que se ha propuesto el Programa de Investigación sobre Construcción de Paz (Conpaz) de esa universidad.
“Los empresarios son movidos a actuar cuando cuantifican el monto de los costos. Si logramos demostrar que la paz sería menos onerosa o más lucrativa, hay una mayor posibilidad de que el sector privado se vincule a procesos de paz”, explicó Rettberg.
Al respecto ya existen casos concretos como El Salvador, donde hubo un importante ingrediente económico en el proceso de solución de los enfrentamientos. En Sri Lanka, el sector privado sólo decidió participar cuando entendió claramente las dificultades que enfrentaba para el desarrollo de su actividad en medio de la guerra y le apostó a lograr los beneficios económicos de la paz.
La encuesta revela que en el sector privado colombiano existe la percepción evidente de que hay costos para las empresas por las dificultades de orden público. Sin embargo, no tienen una medición exacta.
Tanto es así, que el 96,4 por ciento de los empresarios admitió que nunca ha sufrido un atentado en contra de su compañía. Además, menos del 7 por ciento dice verse afectado por amenazas, atentados directos contra su infraestructura o empleados. Así que ni siquiera los toca el conflicto directamente. Pero, los empresarios tienen completamente claro que en medio de la guerra hay pérdidas operativas, incrementos en gastos de seguros y seguridad, disminución en ventas por daños en redes de distribución y transporte y demoras en entregas de mercancías. Todos ellos costos indirectos, con los cuales se acostumbraron a trabajar.
Los más cercano a un dato exacto es que más del 90 por ciento de los encuestados dice invertir entre el 1 y el 5 por ciento de sus ingresos bien sea en seguridad y vigilancia o en la contratación de seguros.
Otra respuesta reveladora es que perciben igualmente que gracias al conflicto sí están dejando de hacer cosas a favor de sus empresas. A la pregunta ‘¿qué sería diferente en la administración de sus compañías, con paz?’, más del 70 por ciento de los encuestados aseguró que invertir más en productividad, innovación o aumentar las plazas de trabajo. Casi el 60 por ciento aseguró que invertiría menos en seguridad, lo que liberaría recursos para otros rubros relacionados estrictamente con el funcionamiento corporativo.
De otra parte, a pesar del auge de las políticas de responsabilidad social empresarial, la encuesta muestra claramente que estos asuntos no son una prioridad para la mayoría. Son pocos (16 por ciento) los que invierten en programas dirigidos a la comunidad y fuera de eso, el presupuesto sigue siendo muy bajo: en muchos casos, menos del 0,5 por ciento de los ingresos.
Es claro que las dificultades del conflicto golpean la productividad empresarial. Sin embargo, es muy probable que ahora no sea suficiente sentirse orgullosos por crecer en medio de la guerra. Si para los empresarios puede resultar un buen negocio la paz, es necesario que inviertan en ella y por eso deben desempeñar un papel importante proponiendo salidas: convertirse en actores desarmados a favor de la paz. Un buen negocio, al que muchos se le deberían medir.