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BUENOS VIENTOS

Franca recuperación registra el sector algodonero pero al otro lado de la mesa, los textileros no sienten lo mismo

5 de marzo de 1984

Los algodoneros están de plácemes. Los años de las vacas flacas, que en 1977 empezaron a pastar sobre las matas de algodón, hasta reducir el área cultivada a menos de la mitad, parecen haber acabado. En la región Costa-Meta, el área sembrada aumentó de 40 mil hectáreas en 1982-83 a 83 mil en 1983-84. Según datos de Federalgodón, se espera que esa cifra llegue a las 150 mil hectáreas este año. Aunque se está bien por debajo todavía de la 340 mil hectáreas cultivadas en 1977, la franca recuperación del sector no deja lugar a dudas.
Aparentemente, los buenos vientos que hoy soplan sobre el algodón, provienen principalmente de Estados Unidos y Europa. La reducción de los inventarios y los efectos del PIK (Pago en especies para no sembrar) en EE.UU., y la recuperación de los textileros norteamericanos y europeos, han derivado en una creciente demanda mundial a muy buenos precios. Apoyando esta coyuntura y el arranque del sector, el gobierno colombiano, por su parte, elevó el CAT de algodón, del 9% al 20% en 1984. Así, los algodoneros encontraron su tabla de salvación en el mercado internacional y en la balanza colombiana de pagos, una gran ayuda.
Obviamente, pese a los buenos augurios, quedan aún obstáculos por salvar en la producción algodonera. En opinión de Antonio Abello Roca, presidente de Federalgodón, el problema de financiación encabeza la lista. Gran parte de los productores que se mantienen en el mercado fueron refinanciados en 1981 y en este año comienzan a vencerse los créditos que, a pesar de las mejoras en el sector, no pueden pagarse en su totalidad. Por ésto, el gremio considera imperativo que se refinancie al menos parte de la deuda. Así mismo, llama la atención sobre la necesidad de que empiece a operar de forma eficiente el Fondo de Garantías, creado desde 1981, pero ocioso e inútil hasta el momento.
De otra parte, durante los años negros de la fibra quedaron por el camino, además de algodoneros, una serie de factores que es necesario recuperar ahora: trabajadores que emigraron, máquinas que quedaron abandonadas y hasta los aviones de fumigación que se han deteriorado en sus lugares de estacionamiento. Adicionalmente, el sector tiene que importar gran cantidad de los insumos que consume. Aunque Colombia cuenta con plantas mezcladoras de fumigantes, abonos y herbicidas, una buena parte del material técnico con el que estos productos se elaboran, viene de fuera. Todo ésto, requiere de un piso económico fuerte y la actual escasez de divisas que enfrenta el país, se presenta como un problema grave.
En respuesta a los obstáculos, el ministro de Agricultura, Gustavo Castro Guerrero, presentó en la pasada Asamblea de Algodoneros, celebrada hace poco en Barranquilla, una serie de medidas encaminadas a garantizar la recuperación del importante sector. La industria algodonera puede llegar a generar 60 mil empleos directos y cerca de 200 mil indirectos. Las medidas, que incluyen refinanciación, mecanismos de compensación, precios de sustentación y la ya mencionada elevación del CAT, deberán servirle de estímulo al crecimiento algodonero. Pero se trata todavía de "curas coyunturales" y sigue quedando "en veremos" el fortalecimiento estructural del sector. La vulnerabilidad del algodón es inmensa y mientras no se tomen medidas a largo plazo, el producto seguirá quebrando y recuperándose al arbitrio de los precios de Liverpool.
En cualquier caso, el gremio algodonero no puede mostrarse más optimista con las actuales circunstancias, aún a sabiendas de las dificultades que se avecinan.
Pero, del otro lado del hilo del algodón se encuentra, algo más sombría, la situación de la producción textilera. Los dos gremios, tradicionalmente sentados en los lados opuestos de la misma mesa, se hallan ahora enfrentados al tire y afloje de hacia donde debe dirigirse la producción nacional de la materia prima. Mientras para los algodoneros el mercado internacional se presenta como la gallina de los huevos de oro, los textileros siguen limitados a coquetear con el mercado nacional, algo más protegido ahora del contrabando. Y como compradores, ofrecen un muy pobre atractivo a los productores de la fibra. Según Alberto Mesa, presidente de Diagonal, la industria textil espera recuperar plenamente su nivel de actividad para fines del 84. Y con el crecimiento de la demanda interna, aumentan las discusiones sobre hasta cuánto se debe ascender la cuota de exportación algodonera. Desde el punto de vista de Diagonal, el gran culpable de la desventaja con la que compiten los compradores nacionales, la tiene la elevación del CAT al 20%. La distribuidora afirma que los precios internos y externos del algodón no incluyen diferencias sustanciales. Sin embargo, el "sobre precio" implicado por el CAT, distorsiona el mercado haciendo mucho más deseables las exportaciones. Frente al "gancho" de ese 20%, los compradores nacionales aparecen poco atractivos a los ojos de los algodoneros.
La discusión actual se centra en la distribución de la próxima cocecha, correspondiente a los departamentos del interior. La propuesta de Federalgodón es de cuotas: aproximadamente un 75% para exportación y un 25% para el consumo nacional. Diagonal, por su parte, insiste en que con porcentajes no teje y exige una cuota absoluta de 35 mil toneladas. Y hay que anotar que con este nivel de compras, la industria textil estaría apenas aproximándose a los niveles alcanzados en 1969-70. Si, como prevee Federalgodón, la cosecha del interior rinde este año cerca de 40 mil toneladas, el acuerdo para la determinación de las cuotas de exportación es algo que no se logrará fácilmente.
También aquí, parecen faltar políticas consistentes de largo plazo. Si el problema de mercadeo no se resuelve en forma concertada para el futuro mediato, las negociaciones seguirán estando marcadas por enfrentamientos airados entre algodoneros y textileros. En las distintas coyunturas, unos más contentos que otros, seguirán empujando las cuotas de derecha a izquierda sin mayores beneficios para el país. Y dejando este cabo suelto, no es posible presionar sobre la productividad algodonera, hoy increíblemente baja en Colombia.

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