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CARGAS DE PROFUNDIDAD

A pesar de la aparente cordialidad con que se desenvolvió el Congreso Cafetero, existen todavía algunos temas que pueden generar tensiones con el Gobierno.

13 de enero de 1992

EL CONGRESO NACIONAL DE CAFETEROS ES normalmente una ocasión de encuentro entre los cultivadores y exportadores del grano con funcionarios del Gobierno más que un foro de grandes decisiones. Este año, sin embargo, se pensaba que el evento sería diferente. Las relaciones entre el gremio y el Gobierno se habían desarrollado bajo una sombrilla de tensión. El control del Banco Cafetero y el nombramiento de su presidente, la disminución del precio interno del café en términos reales y el establecimiento del certificado de cambio redimible solamente después de un año fueron, entre otros, los temas que crearon la tensión. Eso le habia hecho pensar a más de uno que la cosa iba a estar movida en el congreso de este año, que se llevó a cabo en Bogotá entre el lunes y el miércoles de la semana pasada.
Pero quienes habian comprado boletas de ringside anticipando unos buenos rounds, se quedaron con los crespos hechos. Las sesiones se iniciaron con un discurso del cafetero risaraldense Otto Drews Castro, que recogió, en esencia, una declaración del gremio cafetero en relación con la política monetaria del Gobierno, las políticas de producción, exportación y de precio interno y las implicaciones de la Ley 9 de 1991. Ahi se fijaba de entrada el marco de discusión. Los demás discursos, el del presidente Gaviria, el del ministro de Hacienda, Rudolf Hommes, y el del gerente de la Federación de Cafeteros, Jorge Cárdenas Gutiérrez, giraron al rededor de esos puntos.
Llamó la atención el tono particularmente conciliador del discurso del Presidente, que con frases como