Home

Economía

Artículo

A "CHICANEAR"

El "imperialismo" mexicano de las rancheras, el cine y las telenovelas se extiende a las comidas

24 de noviembre de 1986

¿Un restaurante con billar y en una casa color curuba? Estos son dos de los ingredientes que han hecho que Chicanos, el nuevo restaurante bogotano especializado en comida méxico-americana, tenga el éxito que tiene. Y la idea empezó a gestarse en la cabeza de dos conocidos y jóvenes hoteleros: Antonio Mallarino y Jorge Enrique Amaya, quienes "por la necesidad de diversificarnos, expandirnos y crear una nueva empresa, después de analizar el mercado, nos dimos cuenta que que la posibilidad de éxito de la comida méxico-americana en Bogotá sería grandioso, ya que acá no existía ningún lugar como este", aseguran. En este proyecto no sólo están incluidos dos hoteleros profesionales sino un abogado y un periodista: Alberto Preciado y Roberto Posada, el leído D'Artagnan, quienes ajenos completamente al negocio, decidieron embarcarse en esa aventura.
A LO MERO MACHO
Al comienzo sólo existía una idea. Nadie había hecho un restaurante mexicano de primera categoría. Luego tocó hacer un exhaustivo análisis de mercado. Lo segundo, y quizá lo más clave, crear la columna vertebral del negocio: la carta. Algo que llamara la atención y que fuera una innovación. Y una vez se tuvo esto, entraron a formar parte del proyecto Juan Manuel Restrepo y Rodrigo Samper quienes se encargaron de la arquitectura, con seis niveles, y la decoración del local, con paredes de diferentes colores pasteles y con paisajes muy mexicanos. Después, algo que para muchos ha consistido en la clave de éxito: el nombre. Chicanos, "que aunque en Estados Un¿dos se les denomina así en forma un poco despectiva a los hijos de mexicanos nacidos allá, a nosotros nos pareció el nombre perfecto, ya que es el resultado de la unión mexicana con la parte americana. Y así es el restaurante -afirma Jorge Enrique Amaya-, no es totalmente mexicano ni tampoco americano... es Chicanos".
Y como empresarios que son Amaya y Mallarino no se conforman con lo mucho que han logrado en tan poco tiempo. Con gran éxito funciona La Pola, Café Imperial, Chicanos y dentro de poco "vamos a poner un almacén de comida rápida mexicana para surtir la necesidad de las personas que no quieren ir a un restaurante: Chicanos Express -cuenta a SEMANA Antonio Mallarino- pero la meta no se alcanza ahí; pretendemos, como es obvio, llegar a tener una serie de restaurantes con un sello propio que nos identifique".
FACIL NO ES
La unión Amaya-Mallarino empezó a funcionar bajo el caliente sol de Girardot, donde cada uno de ellos administraba un hotel después de haber llegado de Londres y Montreal. Querían tener algo propio, empezar a hacer y actuar según criterio propio. Y así lo hicieron. Cada uno con una forma muy diferente de administrar, de manejar a sus colaboradores y, sobre todo, cada uno con ideas distintas, pero el resultado ha sido muy positiva y ante todo "hemos sabido manejar esta sociedad que es más difícil que un matrimonio", aseguran a SEMANA. Pero el éxito no está del todo ahí, hay que tener un manejo cuidadoso de alimentos y víveres, tiene que existir alta especialización en las diferentes actividades de un restaurante y saber manejar los horarios extensos y sobre todo dar un buen entrenamiento a la totalidad del personal para que cada uno sea el mejor en lo que hace.
Y así funciona Chicanos, con un promedio de 250 personas al día que pacientemente esperan en la barra cuando no hay sillas o que, como en muchos casos, llegan a jugar billar mientras se desocupa una mesa.