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COLETAZO TARDIO

La detención de Rubén Darìo Echeverri, en Miami, reabre la polémica en torno del caso Gonchecol.

14 de marzo de 1994

RUBEN DARIO ECHEVERRI HABIA QUEDAdo de verse con su abogado en Miami alrededor de las tres de la tarde con el fin de salir tres horas después para Londres, donde tendría la reunión más importante de su vida. Echeverri, uno de los últimos descendientes de una dinastía cafetera del viejo Caldas, iba a encarar a los abogados de seis bancos europeos y estadounidenses que desde 1986 han movido cielo y tierra para tratar de recuperar una suma que hoy nadie sabe a ciencia cierta cuánto es, pero que empezó en unos 100 millones de dólares.
Juan Bautista Parada, abogado de cabecera y amigo cercano de Echeverri, viajó desde Bogotá. Los dos habían resuelto hacer escala en Miami en vista de que no encontraron un vuelo directo a Londres desde Colombia.
Mientras Parada esperaba en la sala de primera clase de Virgin Atlantic Airlines el vuelo a Londres, escuchó que lo llamaban por un altoparlante para que tomara el teléfono más cercano. Era un abogado penalista estadounidense familiarizado con el caso. "Tengo una grave noticia para tì -le dijo el abogado- arrestaron a Rubén".
Echeverri había sido detenido cuando hacía los trámites de inmigración en el aeropuerto internacional de Miami, el mismo al que había llegado sin problemas dos semanas antes y por el que había pasado una decena de veces el año pasado.
Allí, agentes del FBI le informaran que en la Corte del Distrito Sur de Nueva York obraba un encausamiento en su contra por fraude bancario cometido contra el Banque Paribas, el Chemical Bank, el Rabobank Netherland, el National Westminster, y el European American, todos de Nueva York, por más de 100 millones de dólares.
Parada no podía creer lo que había ocurrido. Cuando llamó a avisar a Colombia, la familia de Echeverri ya estaba enterada. La agencia Reuters, a la cual está suscrito el mundo cafetero, había puesto a circular un comunicado de prensa de la Fiscalía de Nueva York en el que anunciaba el arresto del colombiano.
"Nosotros no teníamos ni idea de que ese encausamiento existìa. Nuestros abogados aquì nos habìan informado que Rubén no tenìa problemas penales", dijo Parada.
La imagen de su amigo, de 43 años, sentado al frente suyo en la sala de visitas del Metropolitan Correctional Center, vestido de color caqui -el uniforme de la cárcel- y con cadenas en los pies, la cintura y las manos, finalmente convencieron a Parada de que no era una pesadilla.
Ocho años de tensas conversaciones con los bancos, de haber pagado, según Parada, 70 millones de dólares, y de ofertas y contraofertas, habían terminado en una causa criminal sorpresiva que acusaba a Echeverri de utilizar vías de transporte terrestre ficticias para obtener créditos millonarios.
Según la causa, abierta el 18 de diciembre de 1993, Echeverri y otros miembros de su familia, asociados bajo la firma Gonchecol, vendían el café que importaban hacia Estados Unidos a la compañía Andina Coffee de Nueva York, que a su vez lo vendía a las tostadoras. Para financiar el costo de las importaciones, mientras las tostadoras pagaban, Andina abría cartas de crédito a favor de Gonchecol.
"Este arreglo funcionó eficientemente hasta 1986", dice el agente del FBI John C. Mathews. En ese año Echeverri, a través de Gonchecol, reunió una serie de cartas de crédito que habían sido abiertas en 1985, y para respaldarlas aportó guías terrestres que indicaban que el café había sido cargado en camiones con destino a un puerto colombiano. "Las investigaciones revelaron que el café simplemente no existía", dive Mathews.
Echeverri fue presentado el jueves en la mañana ante el magistrado Stephen Brown, de Miami, que le concedió la libertad bajo tres fianzas que sumaban casi un millón de dólares. Pero la Fiscalía objetó la decisión tras alegar que existían grandes posibilidades de que el colombiano escapara.
Los argumentos de los fiscales calaron en el juez, para quien seguramente todavìa estaba muy fresca la noticia de la fuga de otro empresario cafetero colombiano, Alberto Duque, acusado del mismo delito en la misma época y casi con el mismo truco. La única diferencia estaba en el documento utilizado para defraudar.
La apelación será resuelta por un juez de Nueva York la próxima semana. Mientras tanto Echeverri seguirá sin libertad.
La pregunta que los conocedores del asunto se hacen es: ¿cómo es posible que un empresario que resuelve sentarse en la mesa con sus acreedores, termine sentado en la cárcel con un encausamiento que se basa en el testimonio de esos acreedores?
Parada sostiene que la única explicación es que los abogados de uno de los bancos hayan vislumbrado la posibilidad de ver menguadas sus pretensiones y reclamos en la reunión de Londres, debido a que Echeverri no estaría solo. Iría con el respaldo de una legión de prestigiosos ahogados de las compañías de seguros que avalaron las cartas de crédito de los bancos, con los cuales había pactado Parada hace dos años para dar la batalla legal contra los bancos.
Basándose en el testimonio de Echeverri, las aseguradoras argumentaron en un proceso civil en Nueva York que los bancos sabían a qué jugaban y los grandes riesgos que corrían al aceptar las guías terrestres que les presentaban como garantía del café fantasma.
Esos papeles, que básicamente hacen constar la salida de un camión con café de una ciudad a un puerto colombiano, no eran confiables y los bancos lo sabían, según Parada.
Pero los abogados tienen un as en sus mangas que fue utilizado para poner en la cárcel a Echeverri. Es una declaración que el cafetero hizo en agosto de 1986 frente a representantes de todos los bancos acreedores que habían viajado en tropel a Bogotá. "Les dijo -recuerda Parada- que no perdieran tiempo buscando responsables; que él era el responsable y que estaba dispuesto a ponerle la cara al problema. Fue un error. El se presentó solo, sin abogados".
Esa admisión le salió cara a Echeverri, pero según su abogado no era una confesión completa. Faltaban protagonistas que nunca fueron mencionados en el encausamiento, y una historia más larga que contar.

LARGA HISTORIA
La historia de Gonchecol está estrechamente ligada a dos personajes de Nueva York que manejaron los negocios del imperio cafetero por muchos años. A finales de la década de los 70, los patriarcas de este imperio, Julián, Jorge Hernán, Luis Fernando y Gonzalo Echeverri necesitaban personas de confianza que representaran sus intereses en Estados Unidos. Para eso contrataron a Humberto Canal y Denis Kesller, dos expertos en movimiento de bolsa y comercio exterior que montaron una lujosa oficina en Nueva York con el nombre de Andina Coffee Inc.
Desde esta oficina los expertos especulaban en la bolsa, y aunque a veces hacían grandes negocios, cuando las previsiones fallaban, los boquetes financieros eran inmensos y había que cubrirlos de inmediato con dinero de Gonchecol.
Parada sostiene que el tren de gastos de la oficina de Nueva York era incontenible.
En 1986 un mal cálculo en el comportamiento del mercado, la caída de los precios del café y el manejo que el grupo le dio a la construcción del edificio Torre de Cali -que ha costado 25 millones de dólares y no se ha terminado- llevaron a una profunda crisis financiera a la familia.
Para tratar de salvarse, los Echeverri, en coordinaciòn con su oficina en Nueva York, se endeudaron con los bancos a través de un mecanismo secretamente generalizado en gran parte de la industria cafetera de la época para tapar huecos. El mecanismo era la utilización de conocimientos de embarque y guías terrestres ficticias.
A pesar de que los exportadores se las ingeniaban para pagar, el juego era peligroso y, por supuesto, ilegal. El endeudamiento de Gonchecol era tan grande que el juego no sirvió, y cuando los bancos fueron a hacer efectivas sus cartas de crédito, encontraron que la mercancía que las garantizaba no existía.
Gonchecol se iría a concordato en enero de 1987 con una larga fila de bancos nacionales y extranjeros reclamando sus acreencias.
Durante dos años Echeverri se dedicó a arreglar sus problemas en Colombia y no se atrevió a viajar a Estados Unidos porque tenía temor de ser arrestado. Pero en 1990 se apareció en Bogotá un curioso personaje que dijo representar a las compañías de seguros que habían asumido el riesgo de las cartas de crédito. Los bancos les habían reclamado en 1987 a estas firmas el pago de 118 millones de dólares.
Se trataba de Tim Tompson, un filósofo de la Universidad de Harvard que se había metido de investigador privado de aseguradoras. Tompson invitó a su suite del Hotel Tequendama a Parada y, después de mostrarle una muralla de expedientes, le dijo que él sabía todo lo que había ocurrido y que la historia no era como la contaban los bancos ni como la refería Echeverri.
Fue entonces cuando Tompson le pidió colaboración a Parada con el fin de desenmascarar a los bancos y liberarse por lo menos de la mitad de la indemnización.
"Yo pensé: si de este flanco tiran los bancos y del otro las aseguradoras, y los bancos no nos quieren, pues pongámonos del lado de las aseguradoras", dijo Parada.
Y así fue. Lo que siguió es una historia de disputas y reconciliaciones que había quedado en un capítulo abierto en el que Echeverri, las compañías aseguradoras y las firmas de auditoría internacional que certificaban la autenticidad de los documentos ficticios se ofrecían a pagar 32 millones de dólares.
De otra parte, Echeverri ha venido invirtiento todos sus excedentes de liquidez pagándoles a los acreedores mediante la compra de sus créditos. Tan es así que Rubén Darío Echeverri y su hermano, Luis Fernando, tienen hoy un porcentaje superior al 80 por ciento de las deudas acreditadas en el concordato de Gonchecol, que está a pocos meses de estar solucionado.
En esas estaban cuando Parada escuchó por el altoparlante de Virgin Atlantic que alguien lo llamaba al teléfono.