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| Foto: Diana Sanchez

AGROINDUSTRIA

El agro: una oportunidad de oro

Colombia podría convertirse en una potencia alimentaria en el transcurso de las próximas dos décadas. La clave está en desarrollar una agroindustria competitiva. ¿Cómo acelerar este motor?

6 de febrero de 2016

La semana pasada, el Dane publicó cifras desalentadoras sobre las exportaciones en 2015. Las ventas colombianas al exterior cayeron 35 por ciento, es decir, se exportaron 19.000 millones de dólares menos que en 2014. Como ya se sabe, la principal razón es el desplome del precio del petróleo, que ha golpeado muy duro a Colombia debido a la alta concentración de este producto dentro de la canasta exportadora. Las ventas externas de petróleo y sus derivados disminuyeron 50 por ciento el año pasado, y responden por casi una tercera parte de la caída exportadora total.

Por eso, el país no tiene otro camino que buscar cómo reemplazar los ingresos que aportaba el petróleo cuando los precios estaban en auge. Incluso, aún si estos se recuperaran, Colombia está en mora de ampliar su oferta exportadora para tener un crecimiento más balanceado. Es decir, hay que ajustar el modelo económico para que otros sectores tomen el liderazgo exportador.

Con esta realidad presente, los expertos están de acuerdo sobre el importante papel que podría jugar la agroindustria en este nuevo escenario. La agroindustria o agronegocios –como lo llaman algunos– involucra desde la producción agrícola propiamente dicha, pasando por el proceso de poscosecha y el procesamiento, hasta la comercialización nacional e internacional.

Hay motivos para pensar que el país está ante una oportunidad única que no puede desaprovechar. Para empezar, el sector tiene un enorme potencial de crecimiento gracias a la dinámica de la oferta y la demanda global de alimentos. Según The Economist en las próximas cuatro décadas la humanidad tendrá que producir más alimentos que los generados en todos los años pasados juntos. Otras autoridades mundiales señalan que la producción de comida tendrá que aumentar entre el 70 y el 100 por ciento para 2050, con el fin de alimentar a la población estimada, para entonces, en 9.000 millones de personas.

Esto significa para Colombia una magnífica oportunidad, pues, según la FAO, es una de las siete naciones que puede volverse despensa mundial de alimentos, gracias a que tiene suficiente tierra para ampliar la frontera agrícola sin necesidad de tumbar bosques. Además, goza de privilegios naturales como ser el tercer país con mayores recursos de agua y con diversidad climática.

Hay otras circunstancias que hacen pensar que este es el momento para impulsar la agroindustria como un nuevo motor. Entre ellas, los tratados de libre comercio, que dan acceso a mercados; el ambicioso programa de infraestructura, que busca desvanecer una de las viejas barreras a la competitividad; y el propio acuerdo de paz con las Farc, que seguramente tendrá efectos positivos sobre la inversión en el campo. No es un secreto que el prolongado conflicto ahuyentó a muchos, desde agricultores tradicionales hasta potenciales inversionistas.

Mauricio Samper, director general en Colombia de Seaf (Small Enterprise Assistance Funds), empresa especializada en administrar fondos de capital privado en mercados emergentes, cree que hay muchas oportunidades en el país. Como conocedor del sector, pues ha sido gerente de Cargill Foods Colombia y emprendedor de proyectos agroindustriales, afirma que se están disipando las principales barreras que han limitado el desarrollo y han alejado a los inversionistas. El año pasado, Seaf comenzó a constituir un fondo de 60 millones de dólares para invertir en pequeñas y medianas empresas del sector agronegocios que se encuentren en etapa de crecimiento. “Tenemos preferencia por modelos de negocio que estén buscando expansión en mercados de exportación”, afirma.

Pacific Agri Capital es otro inversionista internacional que también le está apostando al campo. Esta compañía ha ayudado a financiar exitosos programas agrícolas en Perú y está trabajando en Colombia con un proyecto de 5.000 hectáreas de cacao, lo que sobrepasa cualquier iniciativa realizada en el país con esta importante materia prima.

El hecho de que haya inversionistas interesados en apoyar proyectos agroindustriales es una buena señal, porque significa que están viendo el potencial y saben que obtendrán retornos financieros importantes. El campo tiene que ser rentable. Actualmente, cinco fondos de capital privado desarrollan agronegocios.

La verdad es que se necesitan grandes capitales no solo para poner a producir la tierra, sino para transformar y procesar los productos del campo. Un buen ejemplo de los cuantiosos recursos que se requieren en muchos casos es la Orinoquia, donde, dadas las características de la tierra, para comenzar un proyecto se necesita invertir en maquinaria y tratamiento de suelos sumas que superan los 100 millones de dólares.

Pocas veces se había visto tantas fuerzas jalonando para el mismo lado. El presidente de la Andi, Bruce Mac Master, dice que la industria está llamada a jugar un rol clave en el sector de agronegocios porque tiene acceso a la financiación, a la tecnología, al talento humano y a los mercados. “Creemos que esta es una oportunidad para que Colombia se inserte en las cadenas globales de valor”.

Según Mac Master, con el potencial que tiene el país, puede aspirar a ser uno de los diez mayores productores de alimentos del mundo en las dos próximas décadas. “Desde la Andi estamos tomando este reto muy en serio y por eso venimos trabajando en desarrollar y estimular la agroindustria”.

Para el presidente de la SAC, Rafael Mejía, esta es la ocasión para que Colombia sustituya importaciones y tenga otro renglón exportador líder. Según el dirigente, el país importa aproximadamente el 28 por ciento de los alimentos que consume, y, por lo tanto, desaprovecha su potencial no solo de producir su comida, sino de vender a otros mercados.

“Pero para que haya agroindustria necesitamos un sector primario bien desarrollado”, dice, lo cual requiere propiciar condiciones favorables a la inversión en el campo, como bienes públicos, seguridad jurídica y una tributación atractiva para los empresarios. Mejía dice que se están dando pasos importante para apoyar al sector primario. Por ejemplo, la creación de las Zonas de Interés de Desarrollo Rural, Económico y Social, Zidres, que dan seguridad jurídica sobre la propiedad de la tierra, aspecto fundamental para atraer desarrollo al campo colombiano. “Esta ley reconoce la importancia e incentiva la producción a gran escala”. Otro paso importante es el plan Colombia Siembra, que impulsa el Ministerio de Agricultura con el sector privado. Este programa busca incrementar en 1 millón de hectáreas el área sembrada en Colombia, de ahora a 2018. Esto tiene el propósito de sustituir la mitad de los 10 millones de toneladas que hoy se importan de alimentos.

La presidenta de ProColombia, María Claudia Lacouture, afirma que el gobierno está consciente de que esta es una oportunidad “Colombia enfrenta el reto de cambiar la estructura de su canasta exportadora hacia bienes de mayor valor agregado y existen varios segmentos agroindustriales que pueden impulsarlo”.

Colombia es el séptimo exportador de productos agroindustriales en América Latina después de Brasil, México, Argentina, Chile, Ecuador y Perú, pero tiene potencial para tener una posición mucho más relevante. La clave está, dice Lacouture, en enfocarse en los sectores donde tenga una clara ventaja comparativa ya sea natural o de mercado.

En síntesis, si Colombia aprovecha sus ventajas y sus privilegios naturales, y logra desarrollar una agroindustria competitiva, resolvería muchos problemas, entre ellos el desempleo en el campo, lo que para el posconflicto que se avecina sería una oportunidad de oro.