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CON LA FUERZA DE LOS DEBILES

Programas de estímulos a las microempresas pueden reflejarse, en el corto plazo, en importantes aumentos del nivel de empleo.

22 de noviembre de 1982

Noventa personas, provenientes de diez países latinoamericanos, se reunieron la semana pasada en Cali alrededor de una idea que podría constituirse en una fórmula inmediata para aumentar los niveles de empleo en los países atrasados: un programa de fomento de las microempresas. En la reunión se hizo evidente el alto grado de desarrollo de estos planes en Colombia, hasta el punto de que expertos colombianos han visitado varios países en calidad de asesores.
En una economía de mercado existen fuerzas que fomentan la existencia, al lado de las prósperas y grandes industrias, de empresas pequeñas motivadas por lo que potencialmente pueden lograr, en términos de crecimiento y mejores ingresos, gracias a la competencia.
Se habla de la existencia de una economía dual en los países en desarrollo: un sector moderno, concentrado en las ciudades, con alta tecnología y relaciones obrero-patronales ceñidas a la legislación, y otro de características artesanales y baja productividad, comunmente conocido como "sector informal". En este último, muchos de los empresarios son a la vez dueños y trabajadores, que han logrado montar su negocio propio con el ahorro o la cesantía de varios años de trabajo en una empresa "moderna". La propiedad y el manejo administrativo se concentran en manos de una persona que también tiene la responsabilidad de tomar las decisiones del negocio.
Estas microempresas nacen y se reproducen en un limbo jurídico donde la contabilidad no se requiere ni hay campo para la necesidad de pagar impuestos o inscribirse en Cámaras de Comercio. Todo esto, sumado a la desventaja en que compiten, se refleja en una mortandad que alcanza el 60%.
A pesar de todo, sin embargo, estas pequeñas unidades de producción o comercio poseen condiciones para que, mediante estímulos de crédito y capacitación, fomentan un importante crecimiento económico en el corto plazo. En años recientes, por ejemplo, treinta de cada cien nuevos empleos generados por la economía están en el sector informal.
Naturalmente, la calidad de estos empleos no es tan alta como la de la gran industria. Por tratarse de un sector en el que, para muchas circunstancias, no existe el Estado, las reglas de juego no son muy claras. Más bien, se diría que la regla de conducta es la de "sálvese quien pueda". No existen prestaciones, ni motivaciones para pagarlas o exigirlas. La Seguridad Social es la excepción y no la regla, y el número de trabajadores por empresa no alcanza para cumplir con el que exige la ley para formar un sindicato.
Por otro lado, los bajos costos administrativos con que trabajan estos negocios reflejan manejos antieconómicos e ineficientes. La experiencia ha mostrado que prácticamente ningún microempresario lleva la contabilidad elemental que se necesita para conocer el estado de su negocio, y apenas un 45% de ellas trabajan por encima del punto de equilibrio, aquel en el cual los ingresos son iguales a los costos. Buena parte de ellas, en otras palabras, operan incurriendo permanentemente en Pérdidas.
El diagnóstico de toda esta situación ha conducido a la hipótesis de que facilitar el acceso al crédito de los microempresarios, que no existe en los terrenos de la vida institucional, podría derivarse en un gran beneficio económico y social, cuantificable en mayores ingresos para las personas y en niveles de empleo más altos de la fuerza de trabajo.
Hace casi diez años, en el Brasil, se implementó el plan UNO-BAHIA dentro del cual se puso en marcha por primera vez una estrategia de este tipo.
El programa, sin embargo, se limitó al otorgamiento de créditos, baratos y sin exigencias de garantías o contabilidad formal, a los microempresarios detectados luego de un vasto plan para localizarlas.
En Colombia se dieron los primeros pasos en 1976 cuando la Fundación Carvajal, en Cali, inició un censo en algunos barrios de la ciudad para establecer mecanismos de selección, diagnóstico y capacitación requeridas por las microempresas.
La forma como se ha llevado a cabo el plan introduce una innovación que ha estimulado en buena parte su éxito: la instrucción técnica. Se considera que los programas de crédito, con el subsidio y la facilidad con que se otorgan, deben complementarse con una estrecha vigilancia de su utilización y con aportes de capacitación.
Posteriormente, otras fundaciones en todo el país se han venido enrolando, con buen éxito y mejores perspectivas, al programa de pequeños empresarios. Una de ellas, "Compartír", ha detectado en Bogotá más de 2.000 microempresas, definidas como establecimientos productivos o comerciales con menos de 10 empleados, hasta $ 200.000 de ventas mensuales y patrimonio inferior a $ 1.000.000.
De ellas, ya está recibiendo ayuda más del 50%. Se comienza con un curso elemental de contabilidad y costos nocturno y de corta duración, se considera óptimo que asistan tanto el microempresario como su cónyuge.
Posteriormente, la oportuna implementación en la práctica de lo aprendido en los cursillos se premia con créditos sucesivos que a su vez se complementan con cursos más avanzados, hasta que se hayan creado las condiciones necesarias para obtener un préstamo institucional del sistema financiero
Para esto, se unifican los esfuerzos del BID, la empresa privada y el gobierno, de tal manera que las fundaciones puedan prestar dinero a un 26% anual. El BID, con cerca de $100 millones, y la empresa privada con casi 50, han permitido la existencia de líneas de crédito para las fundaciones a un costo de solo 1% anual. Estas, a su vez, le prestan dinero a los microempresarios a un 26% (hay un margen de 20% para un fondo rotatorio, 2% para reserva de cartera forzosa y 3% para los agentes que realizan la intermediación financiera) con plazos hasta de 20 años que tienen un período de gracia de diez. A lo anterior, se suman los servicios técnicos del SENA y la Corporación Financiera Popular que han colaborado con capacitación y asesoría para la utilización de los dineros.
Según afirman sus gestores, los programas que hasta el momento se han desarrollado en Colombia han tenido un éxito muy importante, hasta tal punto que más de 12 ciudades ya han iniciado labores y hay planes para vincular incluso a las zonas rurales. El número promedio de empleados en las microempresas del programa de Carvajal, por ejemplo, ha pasado de 3.8 a 6.1, y se considera que, de ellos, el 50% ya están cobijados por el Instituto de Seguros Sociales. El volumen de ventas, por su parte, ha pasado de $ 82.289 en promedio anual a $158.230. Aun descontando la inflación existe un incremento cercano al 20% .
Las microempresas detectadas en el país, la mitad de las cuales trabajan en confecciones, madera y metales, poseen una condición básica que les permite catalogarse como una gran palanca potencial de crecimiento en el empleo y el ingreso. Se trata de su capacidad de crear "puestos" a costos muy bajos. En efecto, mientras en la gran industria un puesto nuevo implica una inversión cercana a los $ 500.000, en el sector informal, con el plan de desarrollo de las microempresas, apenas cuesta $ 70.000.