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CON LOSPELOS DE PUNTA

A pesar de los temores sobre una posible crisis, la mayoría de los analistas coinciden en que la solvencia del sector financiero no está en peligro.

10 de agosto de 1998

En las últimas semanas el nerviosismo ha cundido en el medio financiero colombiano. Las tasas de interés han llegado a niveles récord apuntaladas por los problemas de liquidez del sistema bancario. Un gran número de deudores, enfrentados a una economía que no despega, altos niveles de desempleo y una disparada enel costo de sus créditos, se han visto obligados a incumplir en sus pagos. Los crecientes niveles de morosidad y los altos costos de captación de recursos que imperan en el país tienen casi paralizadas las operaciones de crédito en muchas entidades financieras. Estos factores también han contribuido a deteriorar la rentabilidad del sistema _71 de las 121 instituciones financieras que hay en Colombia perdieron plata en los cinco primeros meses del año_, lo cual incide directamente sobre su fortaleza patrimonial. Las comparaciones con la situación que vivió el país a principios de los años 80 no se han hecho esperar. En aquel entonces, como ahora, el país enfrentaba una difícil coyuntura macroeconómica, con altas tasas de interés, una economía en recesión y desbalances cuantiosos en las cuentas fiscales y externas. Esto, aunado a prácticas cuestionables por parte de muchos de los grandes grupos bancarios de entonces y una supervisión bastante laxa por parte de las autoridades competentes, desembocó en la peor crisis financiera de que se tenga memoria en el país. La cartera vencida del sistema alcanzó niveles superiores al 20 por ciento de los préstamos totales, mientras los índices de rentabilidad y capitalización se derrumbaban. El gobierno tuvo que intervenir y luego nacionalizar varios de los principales establecimientos de crédito del país a un enorme costo para la economía. Dadas las características de la situación actual, muchos se preguntan si es factible que lo ocurrido en los 80 se repita en el futuro cercano.
Pieza clave
El sistema financiero es el eje fundamental de cualquier economía. A través de las entidades de crédito se canaliza el ahorro de individuos y empresas hacia proyectos de inversión que generan formación de capital, producción y empleo y a actividades de consumo que también redundan en un mayor dinamismo económico. Cuando un sistema financiero colapsa la inversión y el consumo se derrumban y la economía se va a pique. En estas circunstancias la recuperación económica se torna aún más difícil si se tiene en cuenta que el costo de sacar el sistema otra vez a flote es con frecuencia colosal. En la última década países tan diversos como México, Suecia, Venezuela, Estados Unidos y más recientemente los llamados tigres asiáticos han sufrido descalabros a gran escala en sus sistemas bancarios, los cuales han implicado enormes costos económicos. En Estados Unidos, por ejemplo, el rescate del sector de savings and loans, segmento del sistema financiero dedicado principalmente al crédito hipotecario, a principios de los 90 le costó al gobierno norteamericano más de 200.000 millones de dólares, cifra cercana al 3 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de ese país. Los expertos calculan que sanear los sectores bancarios de Corea del Sur, Tailandia e Indonesia le costará a cada uno de sus gobiernos entre 5 y 10 puntos del PIB. Además los costos indirectos por el declive de la actividad económica relacionada con la crisis de los bancos pueden ser considerables.
En todos estos casos, como en Colombia a principios de la década pasada, factores propios del sistema financiero y otros externos al mismo se conjugaron para precipitar la debacle. La debilidad general de las economías sacó a relucir las cuestionables prácticas de los bancos, generando un círculo vicioso, pues el deterioro de éstos a su vez perjudicaba la actividad productiva. Estos episodios y muchos otros han comprobado que los sistemas financieros con problemas de supervisión, reglamentación y transparencia, como los de los países asiáticos, pueden funcionar en economías boyantes pero son extremadamente vulnerables cuando llegan las vacas flacas. La situación colombianaEl caso de Colombia en la actualidad es diferente. A juicio de varios expertos consultados por SEMANA, el sistema financiero colombiano, aunque transita una coyuntura macroeconómica difícil, no presenta problemas fundamentales. Para Javier Fernández-Riva, uno de los analistas económicos más reconocidos del país, la banca colombiana se ha fortalecido considerablemente desde la crisis de los 80. Según Fernández-Riva, "la supervisión y la regulación del sector han progresado considerablemente. Ya no existen los problemas de irregularidades y autopréstamos que lo solían caracterizar, los índices de capitalización han aumentado en forma sustancial, la contabilidad se ha homogenizado y depurado, la implantación de seguros de depósito y la creación de Fogafin han disminuido la probabilidad de un gran pánico financiero, la calificación de la calidad de la cartera ha mejorado significativamente y la eliminación de las inversiones forzosas ha aumentado la rentabilidad, fortaleciendo el patrimonio de las entidades". José García-Cantera, analista de bancos latinoamericanos de la firma neoyorquina Salomon Smith Barney, califica la supervisión bancaria en Colombia como "una de las mejores de América Latina". Por su parte Santiago Madriñán, uno de los consultores bancarios de más trayectoria en el país, señala que "más del 90 por ciento de los activos del sistema están en manos de grupos grandes y muy sólidos, tanto colombianos como extranjeros. Esto reduce significativamente el riesgo de una crisis sistémica". No obstante, los analistas reconocen que los indicadores del sistema se han deteriorado en los últimos meses, particularmente en lo que refiere a la calidad de la cartera. Este indicador presenta una tendencia preocupante que no da señales de cambiar, al menos en el futuro cercano (ver cuadro). Después de todo el consenso de los expertos es que las tasas de interés seguirán en niveles altos durante lo que resta del año y que, en consecuencia, la economía se desacelerará. Las crisis financieras generalmente comienzan cuando la morosidad alcanza niveles que el sistema no puede sostener.Sin embargo, según los expertos, la situación en este frente no es crítica. García-Cantera pone los indicadores de calidad de la cartera de las entidades financieras colombianas en perspectiva. "Una de las señales de alarma sobre una crisis bancaria es una razón de cartera vencida de más de 3-6 meses a cartera total del 10 por ciento. En Colombia, este indicador ronda el 5 por ciento en la actualidad para el total del sistema financiero". (El indicador que más comúnmente se menciona en el país y que actualmente bordea el 8 por ciento incluye la cartera que lleva un día de vencida y puede no ser representativo de la calidad real de los créditos en el mediano plazo.) Además, según Madriñán, "el porcentaje de cartera vencida es en varios puntos inferior a los que se observaban a principios de los 80 antes de que comenzara la crisis y los índices de capitalización bastante superiores". Por este motivo, estos dos analistas no ven factible que haya una crisis a gran escala en el sector financiero en el futuro cercano. Sin embargo, sí consideran que la rentabilidad continuará por el piso y la morosidad en niveles altos. Esto seguramente llevará a que se acelere el ritmo de consolidación en el sector a medida que las entidades más débiles del sistema sean absorbidas por otras más fuertes. Lo cual, para muchos analistas, sería sano para el sistema como un todo. Fernández-Riva coincide en general con el diagnóstico de que una crisis financiera es improbable. Para este economista, no obstante, la clave estará en el manejo que se le dé al tema macroeconómico. Al fin y al cabo no hay sistema financiero, por sólido y eficiente que sea, que pueda aguantar para siempre una situación de altas tasas de interés reales. Fernández-Riva considera imperativo, para sanear las finanzas del sistema, el que se reduzcan las astronómicas tasas de interés que se observan en la actualidad. Sin embargo este objetivo no parece consistente con la actual política del Banco de la República de restringir la liquidez para frenar posibles ataques contra la banda cambiaria. Así, el futuro de las entidades financieras colombianas parece estar en buena medida en manos de su hermano mayor, el banco central. Este y el nuevo gobierno deberán implementar, a la mayor brevedad posible, políticas coordinadas de ajuste fiscal y posiblemente devaluación que permitan que las tasas caigan. De otra manera terminarán por quemar la casa tratando de salvar la cocina.