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CUALQUIER PARECIDO...

El gobierno de Caldera propone un Pacto Social a la colombiana, pero la economia venezolana sigue necesitando mas cirugía que buenas intenciones.

5 de junio de 1995

LA SEMANA PASADA, UN mismo tema se discutió en Colombia y Venezuela. Pero a diferencia de lo que sucedió recientemente entre los dos países, esta vez el debate no tuvo que ver con los problemas en la frontera ni con otro tipo de tropiezos. A comienzos de mayo, todo tuvo que ver con el Pacto Social.
Y así fue. Mientras en Colombia el gobierno cantaba victoria por la ligera disminución en el ritmo inflacionario según las wifras de abril, al otro lado del Orinoco el gobierno de Rafael Caldera estaba tratando de convencer a propios y extraños de la necesidad de firmar un Pacto Social, con características similares al suscrito por Ernesto Samper con representantes de los sindicatos y los empresarios en diciembre pasado.
El objetivo que se persigue en Caracas, es el mismo: lograr ponerle tatequieto a una espiral alcista. En el caso de Venezuela, la idea es lograr que la inflación disminuya de 70 por ciento en 1994 a 30 por ciento durante este año.
Pero hasta ese punto llegan los parecidos. A pesar de que el caso colombiano es exhibido a diestra y siniestra por los economistas del gobierno Caldera, la diferencia en la situación de ambas naciones es tan profunda que la mayoría de los analistas consideran que el Pacto en Venezuela, así se firme, no tiene con qué funcionar. Según el semanario Ven Economía la idea ha sido "un camuflaje con veniente, utilizado por (algunos) funcionarios para seguir por la vía del populismo y la dilación".
Semejante veredicto tiene que ver con el hecho de que buena parte de los desequilibrios que han sumido a Venezuela en su peor crisis en 60 años, todavía continúan. El déficit fiscal alcanza niveles récord, el control de cambios está ahogando a los productores nacionales y decisiones como el alza en el precio de la gasolina de lejos la más barata en el mundo a 80 pesos colombianos el galón-, siguen sin tomarse.
Para colmo de males, el gobierno expidió un decreto de manera unilateral hace un mes, en el cual se decidió otorgarle un subsidio por día trabajado a los empleados del sector privado que ganen entre uno y 10 salarios mínimos. Aunque la medida sólo cubre a una quinta parte de los asalariados, generó un aumento sorpresivo en los costos laborales que cayó como un baldado de agua fría entre los empresarios que, con excepción de los exportadores, están en plena época de vacas flacas.
No obstante, los ministros de Caldera siguen vendiendo la idea. Por lo pronto se habla de que el gobierno reduciría el déficit, el Banco Central absorbería el exceso de liquidez, los empresarios moderarían los aumentos de precio y el sector laboral disminuiría sus exigencias salariales. Aunque todo eso suena lógico, en la práctica las dudas abundan.
Por ahora la situación sigue tan inestable como antes. Las empresas han tratado de compensar la caída en el mercado interno, con un aumento sin precedentes en sus exportaciones. Según cifras oficiales, las ventas no tradicionales durante el primer trimestre llegaron a 1.161 millones de dólares, un 36 por cierto por encima del nivel registrado en 1994. De esa cifra, 350 millones corresponden a las exportaciones hechas a Colombia, un 56 más que lo registrado en 1994.
Curiosamente, en este campo hay mejores noticias hasta ahora. Según Jorge Alberto Velásquez, representante comercial de Colombia en Caracas, "el año pinta muy bien comercialmente para ambos países". Hasta el momento se estima que las exportaciones colombianas a Venezuela se están duplicando, después del descalabro del año pasado cuando hs medidas cambiarias en ese país causaron tropiezos inmensos, algunos de los cuales todavía no se han resuelto.
Sin embargo, el repunte en el comercio binacional no está exento de riesgos. El más grande es la creciente presión sobre la tasa de cambio en Venezuela, cuya apreciación real ya llega al 35 por ciento según VenEconomía . La semana pasada en Caracas, el ministro de Hacienda, Luis Raúl Matos Azócar, le dijo a SEMANA que una de las principales razones para no devaluar era el tema comercial con Colombia. Pero aún esa determinación puede echarse para atrás en una economía que sigue sin encontrar la salida, con Pacto Social o sin él.