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DE COLOMBIA VIAJA UN BARCO

Con la ida del Presidente al Japón, el país sigue abriendo trocha en la ruta del Pacifico.

1 de enero de 1990

Itinerarios como ese solo los cumplen los presidentes. Al fin y al cabo, "a quién se le ocurre viajar durante dos días para cumplir con una visita de tres y tomar de nuevo el avión de vuelta" Todo eso a través de medio mundo para llegar a la tierra del sol naciente, mientras en ese mismo instante Colombia será la tierra del sol poniente.

Pero así, ni mas ni menos, es la visita que el presidente Barco hace esta semana al Japón. En escasas 72 horas el jefe del Estado colombíano tratara de abrir una puerta que ha estado prácticamente cerrada desde siempre: la de la cuenca del Pacífico. Como buen convencido de que el futuro del desarrollo mundial se encuentra en Asia, Barco tiene como objetivo establecer una nueva relación con el Japón, la cual debería empezar a rendir sus frutos a lo largo de la próxima década.

La meta no es fácil de cumplir para un país que siempre ha mirado a los Estados Unidos, pocas veces a Europa y casi nunca a sus vecinos. Pero al intentar cambiar la vision del mundo que se tiene desde Colombia, Barco está reconociendo lo que ha sucedido en el planeta durante los últimos años. Las áreas tradicionales de poder han cambiado y si antes el centro de este quedaba en Washington, ahora también es necesario mirar a Tokio. Estados Unidos todavía tiene las armas pero ahora Japón cuenta con el dinero. Basta con ver las noticias diarias para darse cuenta de que el poderío de los nipones es enorme, ya sea comprando el Rockefeller Center en Nueva York, instalando una fábrica en Inglaterra o adquiriendo extensas propiedades en el Brasil.

Todo eso, sumado a la nueva fuerza del sudeste asiático, es uno de los temas que obsesionan al presidente colombiano. Eso quedó demostrado por el viaje a Corea del Sur en 1987, así como por un agresivo esfuerzo diplomático. Aunque en la cita de Seul parte del esfuerzo se perdió debido a la enfermedad del presidente, el tema quedó sobre el tapete.

La intención de viajar al Japon a presentar el país se vio "reencauchada" cuando a los ojos del mundo Colombia comenzó su guerra contra el narcotráfico. De la noche a la mañana Barco se volvió vedette internacional y sus salidas del terrotorio dejaron de ser registradas como una simple nota de pie de página por la prensa mundial.

Tal impresión debe quedar demostrada a partir de este martes, cuando el avión presidencial llegue a Tokio, después de hacer escala en Los Angeles y Hawai. Aunque no será la primera vez que Virgilio Barco pise tierra japonesa, sí será el primer mandatario colombiano en hacerlo. Debido a este hecho, la visita--a pesar de lo corta-se ha estructurado para cubrir los centros de poder más importantes.

El primero de ellos es, indudablemente, el emperador. Por tanto, el miércoles 6 Barco visitará a Akihito en su palacio de Tokio. Aunque en términos de poder efectivo la influencia del emperador es poca, su figura constituye un símbolo de la nacion japonesa. Más aun, Barco será tan sólo el segundo jefe de Estado en subir los escalones del palacio imperial desde que Akihito sucediera a su padre Hirohito a comienzos del año.

El segundo acto del viaje tendra lugar ese mismo día en las horas de la tarde, cuando el presidente colombiano se reuna con el primer ministro Toshiki Kaifu en esta oportunidad se va a hablar de cooperación económica a corto y a largo plazo. Por una parte, se busca resolver los problemas que han surgido en el campo comercial, área en la cual Japón mantiene un superávit cercano a los 200 millones de dólares al año. Aunque Colombia ha hecho intentos por aumentar sus exportaciones, no siempre es sencillo. Eso quedó evidenciado la semana pasada, cuando se anuncio que la venta de frutas colombianas al país nipón había sido suspendida, debido a los problemas que se habian presentado con la mosca del Mediterráneo.
Ante eso se desea que Tokio envie una misión de ayuda para que asesore a los exportadores nacionales y se pueda reabrir el mercado.

Dentro de esta area también se ubica el café. Desde mediados de la década se ha hecho un gran esfuerzo de comercializacion que ha permitido que la participacion del grano colombiano dentro del mercado japonés pase del 50% a cerca del 20%. Esa proporción debería aumentar todavía más y en consecuencia el viaje de Barco coincidirá con el lanzamiento al mercado de una nueva marca, la Emerald Mountain, en asocio con la Mitsubishi.

No obstante lo anterior, el plato fuerte de la visita al primer ministro la constituye la presentacion de los planes a mediano plazo. Aparte de uno que otro programa de cooperación, lo más importante es el proyecto sobre el Puente Terrestre Interoceánico, P.T.I. (ver recuadro) que Barco quiere sacar adelante. En último término, se desea que la inversión japonesa en Colombia pase de ser un porcentaje menor del total --entre un 30% y un 60% en los últimos años--a más del 20%.

Después de la cita con el Poder Ejecutivo el turno es para el Legislativo.
El 7 de diciembre Barco ira a la Dieta o Parlamento japones, donde pronunciará un discurso y se reunírá con los miembros más importantes de esa corporación.

El último paso de la estrategia tiene que ver con el sector privado. En consecuencia, Barco debe reunirse este jueves con las directivas y miembros del Keidanren, una especie de gremio de gremios que es la federación de organizaciones económicas del Japón.
Dada la importancia creciente de los japoneses en el mundo, es innegable que el sector privado nipon es clave en cualquier esfuerzo de promoción de la inversión extranjera. Por tanto, el discurso de Barco estará enfocado a mostrar las ventajas y el potencial del país tanto desde el punto de vista de sus recursos naturales como desde el de su posición geográfica. Así mismo, se hablara del P.T.I. y de las experiencias que ya han tenido firmas japonesas en Colombia.

La ofensiva diplomática y económica va a estar complementada con esfuerzos en el campo cultural. Por ejemplo, Barco asistirá a la Universidad de Sofía, en Tokio, la cual cuenta con el instituto iberoamericano más importante del Japón. Este es dirigido por Gustavo Andrade, un jesuita colombiano, y Barco simplemente busca un programa de intercambio cultural más intenso que incluiría el envío de colombianos a Tokio para que estudien el idioma y el modo de ser japonés.

Lo anterior constituye el nucleo de la visita de Barco a Tokio. A diferencia de lo que sucedió en Washington, por ejemplo, es poco lo que se va a hablar de dinero. Aunque se van a firmar varios créditos con el Eximbank del Japón, la verdad es que el objetivo de la visita no es la ayuda económica de corto plazo. Mas aun, en el gobierno hay conciencia de que si hay resultados, estos se veran bien entrada la próxima década.

La incertidumbre sobre el eventual cumplimiento de un programa a largo plazo ha motivado a algunos a criticar el viaje presidencial. Después de todo, se asegura que Colombia esta en una excelente posición para pedir ayuda económica, como consecuencia de la guerra contra el narcotráfico. En cambio, se dice que todo el programa diplomático puede echarse a perder si el próximo gobierno falla en continuar los planes que se trazaron en este.

Más seria todavía es la duda sobre la posibilidad de atraer a los inversionistas japoneses. A pesar de que nadie discute las ventajas del país, tambien son innegables sus desventajas. La más seria es, sin duda, la de la seguridad que afecta a todos los extranjeros, pero especialmente a aquellos que vienen del Japón, en donde el nivel de violencia es muy bajo y los hechos de sangre son casi inexistentes. Aunque en el area automotriz ya ha habido inversión se teme lo que pueda pasar si esta aumenta radicalmente. Tal como le dijo a SEMANA un conocedor del tema "El día en que aqui secuestren a un ejecutivo japones, Colombia se puede ir olvidando de la llegada de los demás".

Semejantes objeciones, sin embargo, no le parece válidas a los partidarios de la idea. Al fin y al cabo, dicen, se esta estructurando una nueva relacion que no va a germinar de un día para otro. Además, se afirma que Japón ha buscado asociarse con varios países en América Latina y sus experiencias en Panamá o Nicaragua no han sido las mejores.

Por todo lo anterior, se insiste en que en esta ofensiva Colombia no tiene nada que perder y si mucho que ganar. Desde 1921, año en que el primer inmigrante japones llego al país --el primero de unos 6.000 japoneses o descendientes de japoneses--, es poco lo que se ha hecho para abrir la puerta del Pacífico. Ahora, siete décadas más tarde, por fin se está escribiendo una invitación para ver si en Tokio los llamados tienen eco y así en los próximos años Colombia puede recibir socios venidos del imperio del sol naciente. -

UN PUENTE DEMASIADO LEJOS
La idea es lo suficientemente ambiciosa como para poner a soñar a los más escépticos. Ha sido impulsada por el presidente Barco casi desde el comienzo de su mandato y sin duda sera uno de los platos fuertes de la visita del mandatario colombiano al Japon.
Se trata de la construcción eventual del Puente Terrestre Interoceánico, P.T.I.,para unir a los océanos Atlántico y Pacífico a través del departamento del Chocó. La iniciativa incluye la construcción de un moderno ferrocarril, una carretera y un poliducto, entre dos superpuertos ubicados en el Golfo de Cupica y la Bahía de la Candelaria, en el Golfo de Urabá. El objetivo primordial es romper los cuellos de botella que se presentan en el Canal de Panamá, mediante una alternativa comparativamente barata y confiable. Todo esto sin hablar de los cambios que semejante proyecto ocasionaría en Colombia, en donde se redefinirían los polos de desarrollo y se abrírian enormes posibilidades para el comercio internacional.

Semejante obra será presentada por el presidente Barco durante esta semana en Tokio. Al igual que sucedió en Washington en septiembre, el mandatario colombiano va a buscar el apoyo para la construcción de un proyecto cuyo costo inicial se estima en 1.290 millones de dolares.

En realidad, la idea no tiene nada de novedosa. Desde hace años se ha venido especulando con construir una ruta alternativa al Canal de Panamá, debido a que este ha demostrado que se quedó chiquito con el pasar de los años. En 1954 una comisión norteamericana identificó 30 rutas interoceanicas alternativas y, de estas, seis se encuentran en territorio colombiano y cinco más serian colombopanameñas. Dentro de las rutas opcionadas también se encuentra la del lago Managua, en Nicaragua, en la cual los japoneses han intervenido activamente.

No obstante, con el correr de los años, los costos de cualquier proyecto han impedido la iniciación de las obras. Por ejemplo, en el caso colombiano, la construcción del canal Atrato-Truandó, con una longitud de 165 kilometros y una capacidad de recibir buques hasta de 150 mil toneladas, valdría 34.500 millones de dólares. Aun en el caso panameño de un canal de 90 kilómetros a través del istmo, costaria 18.700 millones de dolares.

Frente a las limitantes financieras que tienen los países del área, se comenzó a explorar la posibilidad del P.T.I. Este tendría un puerto profundo en la Bahía de Cupíca, la cual tíene unas características especiales de proteccion y escasa sedimentación. Se calcula que con costos relativamente bajos de adecuacion, el puerto podría recibir naves hasta de 300 mil toneladas y serviría, además, como puerta colombiana al Pacifico, complementándose con Buenaventura y Tumaco.

En el otro extremo del P.T.I., a 250 kilometros de distancia, estaría un puerto profundo, ubicado en el costado occidental del Golfo de Urabá.
Eventualmente habría comunicación con la ciudad de Turbo, mediante un puente-viaducto de 10 kilometros de longitud.
Las dos costas estarían comunicadas por un ferrocarril electrificado, paralelo a la Carretera Panamericana. En ambas vías se transportarían contenedores y carga en general, mientras que un poliducto paralelo llevaría petróleo crudo y sus derivados.

Todo esto se complementaría con una zona franca para estimular la instalación de fábricas dedicadas a la exportación. El gobierno plantea también la construcción de nuevas vías, aeropuertos, sistemas de comunicaciones y hasta ciudades, con lo cual se impulsaria "la actividad productiva y el desarrollo de toda la región noroeste del país".

En términos globales, se aspira llegar a una primera fase en la cual se pudieran transportar 5 millones de toneladas al año. La segunda etapa triplicaria esa capacidad, con un costo adicional de 916 millones de dolares. En el caso del poliducto se ha previsto una capacidad inicial de 380 mil barriles de petroleo al día, la cual se duplicaría en una fase siguiente.

Según el gobierno, el proyecto es totalmente rentable. Los cálculos hechos indican que la rentabilidad de la inversión sería del 20% anual y si el P.T.I. sube su capacidad hasta 30 millones de toneladas por año, la tasa de retorno sería del 29.5% anual. El mercado estaría asegurado, pues se afirma que la carga interoceanica sería de unos 300 millones de toneladas al año para comienzos del proximo siglo y el canal de Panamá absorbería tan sólo la mitad de esa cifra.

Ese manojo de sueños constituye el plato fuerte de la visita presidencial a Tokio. De manera preliminar se sabe que Colombia esperaría la participación de Estados Unidos, Japon y dos países europeos en el proyecto. El aporte nacional sería de unos 600 millones de dólares, aparte del terreno y las instalaciones ya existentes.

Si la idea resulta, es indudable que la cara del país cambiaría radicalmente. De todos las iniciativas, grandes y pequeñas, que ya se han iniciado, ninguna acabaria siendo tan importante como esta, debido a su extensa área de influencia. Ahora sólo queda esperar que los inversionistas extranjeros se animen para ver si, después de tantos planes y documentos, en Colombia se produce no una revolucion pacífica, sino la revolución del Pacífico.-