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Diez años de soledad

Para América Latina la década de los ochenta fue totalmente perdida.

27 de noviembre de 1989

El programa decía que el tema estaba incluído. Pero lo cierto es que cuando la semana pasada se reunieron en Costa Rica los jefes de Estado de 17 países del continente americano, fue poco lo que se habló de desarrollo económico. Tal vez por eso no hubo tantas caras largas. Porque de lo contrario, si se hubiera revisado la situación económica de América Latina, las sonrisas hubieran sido escasas.
Y en verdad, el diagnóstico habría sido desolador. Según cálculos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Cepal, el crecimiento promedio de la región en 1989 será apenas del 0.2%. Como consecuencia, el producto medio por habitante volverá a caer por segundo año consecutivo, esta vez en un 2.2%. Se estima que al finalizar el año la cifra alcanzada en este agregado será inferior en casi un 10% a la que se registró en 1980.
Los análisis que se han hecho indican que los principales males son el estancamiento y la inflación. La Cepal dice que "los únicos países respecto de los cuales se prevé una expansión significativa son Bolivia, Costa Rica, algunas de las naciones caribenas, Paraguay y, especialmente, Chile, todos ellos con inflación moderada o mediana". En cambio, la recesión parece ser la norma, ya sea en la naciones donde los precios se han desbordado, o en aquellas en que se han hecho esfuerzos para ponerle tranca a los aumentos. La Cepal anota, por ejemplo, que "en Colombia la pérdida de dinamismo de la economía estuvo condicionada por las políticas dirigidas a frenar el rebote inflacionario que tuvo lugar el año anterior".
Pero fue peor la suerte de los países en donde la inflación se desbordó. En Argentina, Brasil, Perú y Nicaragua el aumento en los precios fue superior al mil por ciento en los últimos doce meses. El caso más desesperado de todos es el peruano, en donde difícilmente se encuentra un dato positivo. Las cifras indican que en el primer semestre de este año la producción cayó en 20%, la tasa anual de inflación fue superior a 5.700% y los salarios reales cayeron a la mitad. Como si eso fuera poco, el desempleo aumentó, las importaciones disminuyeron y la actividad guerrillera se incrementó.
En comparación, el caso brasileño no parece tan grave. Allí la inflación en el primer semestre fue del 1.100% anual y la producción interna se es tancó. No obstante, el sector exportador siguió creciendo, con lo cual la balanza comercial dio un saldo positivo de 10.700 millones de dólares en los primeros siete meses del año. Aunque en general los datos brasileños no son los mejores no se puede olvidar que aquel es un país que ha convivido con la hiperinflación durante muchos años y, mal que bien, la sabe manejar.
Pero no todos piensan así. Tanto Argentina como Nicaragua comenzaron a aplicar en los últimos meses drásticos controles para disminuír los aumentos de precios, con relativo éxito. El caso más llamativo fue el nicaraguense, donde al comenzar el año el ritmo inflacionario era del 33.000% anual. Sin embargo, este se redujo a menos del 80% para el mes de agosto.
El caso de esos cuatro países ha convencido a los analistas de que la prioridad de los gobiernos de la región debe ser contener el desborde de la inflación hasta niveles considerados "manejables" (por debajo del 100% anual). Incluso se cree que no es desastroso que se presenten aumentos inesperados. En Chile, por ejemplo, la inflación paso del 13% al 18% anual, pero la actividad económica siguió prosperando. Porque la verdad es que, en asuntos de crecimiento, ninguna economía de la región se acerca a la chilena. En el primer semestre el ritmo de aumento del producto fue del 10% anual y el desempleo pasó del 8.8% al 6.6% de la fuerza de trabajo. Los sectores de mayor crecimiento fueron el pesquero (29%), el comercio y los transportes (15%) y la industria manufacturera (12%). Ya con estos índices Chile ha superado los niveles que tenía antes de la crisis de 1982. No obstante, se espera que en el futuro el crecimiento sea menor para controlar las presiones inflacionarias y evitar que la economía se recaliente.
El éxito de los países que a punta de medidas de austeridad y apertura han vuelto a enrutarse, se ha constituído en el argumento preferido de los observadores internacionales para decir que América Latina no necesita ayuda de afuera. Esa opinión ha calado en diferentes estamentos y ha incidido para que el problema de la deuda haya sido dejado a la deriva. Los más entusiastas vuelven al caso de Chile, que a través de esquemas de recompra y reconversión de deuda la ha rebajado en 7.500 millones de dólares en los últimos años, hasta dejarla en unos 16.800 millones a finales de julio pasado. A pesar de que actualmente cinco deudores grandes están atrasados en sus pagos se tiene la impresión de que en visperas de comenzar la década de los 90 la región latinoamericana debe ser, una vez más, abandonada a su suerte.