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Duro de bajar

A pesar de los cambios en la política económica, el índice de precios al consumidor continúa subiendo.

6 de julio de 1992

MAYO TAMPOCO FUE LA excepción. Por culpa del verano, según las versiones de algunos expertos, o del excesivo crecimiento de los medios de pago, en opinión de otros, no se pudo contener el aumento en el índice de precios al consumidor como lo quería el Gobierno. De acuerdo con el Dane, en mayo el crecimiento de los precios fue del 2.32 por ciento, cifra que supera los registros correspondientes al mismo mes desde 1985. Y que llevó el acumulado de 1992 al 15.18 por ciento, muy cerca ya de la meta propuesta por las autoridades a comienzos de año.
Curiosamente, sin embargo, el Gobierno no parece muy preocupado. De acuerdo con un alto funcionario, si se mira el comportamiento de los diferentes grupos de productos que componen la canasta familiar, es claro que la variación de los precios está concentrada en unos pocos bienes y que "su encarecimiento parece temporal".
Tal es el caso, por ejemplo, de la papa. El retraso en la salida del producto, causado por la sequía, produjo en mayo un aumento del 15 por ciento en los precios del tubérculo. Pero los expertos del sector esperan: una buena cosecha para junio, lo que cambiaría la tendencia. Y lo mismo pasa con otros productos del sector, que explican más de la mitad del crecimiento en el índice de precios en el mes pasado.
Visto a nivel de productos, el informe del Dane confirma las apreciaciones del Gobierno. El aumento de los precios de los productos industriales sigue mostrando una tendencia a la baja, fruto de la apertura económica y del abaratamiento de las materias primas importadas. Lo mismo, aunque de manera un poco menos marcada, está sucediendo con los precios de los servicios, incluidos los servicios públicos que el año pasado estuvieron entre los principales responsables de la inflación, y que en mayo sólo aumentaron en 0.02 por ciento. Lo que quiere decir que los responsables de que la inflación no baje son los productos agropecuarios, y en particular los bienes sin procesar, cuyo aumento de precios está muy por encima del promedio de los bienes que conforman la canasta familiar (ver cuadro).
Hay quienes piensan, sin embargo, que la situación no es puramente coyuntural, y que hay factores de peso (distintos al verano) para explicar el mencionado comportamiento. Un experto consultado por SEMANA aseguró que lo que está pasando es un reflejo de los cambios introducidos por las autoridades en la política económica, y en particular en el manejo de los medios de pago. Algún efecto tenía que tener, en su opinión, un crecimiento superior al 35 por ciento del dinero en circulación.
Bienes como la papa, o como las hortalizas -que fueron los principales responsables de la inflación de mayo- son altamente susceptibles a las variaciones en la oferta y la demanda. Por eso no es raro que sin cosechas y con alto poder de compra sus precios se disparen. Otra cosa pasa con los productos industriales, que tienden a reajustarse de una manera más lenta y cuya variación responde, generalmente, a decisiones administrativas. Por ahora, y aunque a muchos industriales les gustaría incrementar sus precios al ritmo de los bienes agropecuarios, el crecimiento promedio de sus costos en el último año ha sido tan bajo -del orden del 10 por ciento- que no tendrían cómo justificarlo.
Tal situación explicaría las diferencias tan marcadas que se están presentando en materia de crecimiento de precios. Lo que no está claro es qué tanto pueda durar. Porque si los productos agropecuarios se siguen encareciendo, llegará un momento en que los industriales busquen detener el deterioro relativo de sus precios. Por eso es tan importante mantener la guardia arriba en materia de inflación.
Y por eso puede ser hora de hacer un primer balance de la "nueva" política económica. No sea que el país se esté quedando sin el pan y sin el queso.