Home

Economía

Artículo

El ajedrez del comercio

La OMC entró en crisis y el Alca se embolató. Como resultado, tomó impulso el tratado de libre comercio de Estados Unidos con Colombia y los países andinos.

Ramiro Guerrero*
21 de diciembre de 2003

El que termina fue unaño particularmente movido en materia de negociaciones comerciales. Había muchas cosas en juego por todos los lados. En la Organización Mundial del Comercio (OMC) debían avanzar los acuerdos de la ronda de Doha, cuyo punto crucial es el desmonte de los subsidios agrícolas por parte de los países desarrollados. Los participantes del Area de Libre Comercio de las Américas (Alca), por su parte, debían avanzar en un cronograma para tener listo el tratado en enero de 2005. En medio de este pulso también estaban los coqueteos de Estados Unidos con algunos países como Colombia para negociar acuerdos comerciales bilaterales, y los renovados intentos para lograr un tratado de libre comercio entre la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y Mercosur.

Todas estas negociaciones siempre han estado muy ligadas entre sí, como en una telaraña. Así, de lo que pasara este año en la OMC dependía en buena medida el avance del Alca. El éxito o fracaso de este acuerdo continental, a su vez, determinaba la suerte de los tratados bilaterales. En esta encrucijada el gobierno de Colombia, un país demasiado pequeño para influir en los foros de la OMC y el Alca, no estaba en capacidad de hacer mucho más que adaptarse a los resultados de las negociaciones multilaterales.

En la reunión ministerial de la OMC, programada para septiembre en Cancún, México, los delegados de todos los países debían evaluar el avance de la ronda de negociaciones que se había lanzado en Doha, Qatar, a fines de 2001. En particular, debían juzgar el cumplimento del compromiso más importante, que era la reducción de los subsidios que los países desarrollados dan a sus agricultores, y que constituyen una especie de competencia desleal para sus colegas del resto del mundo.

Este es un viejo reclamo que tiene su justificación. En 2002 los países desarrollados (sobre todo Estados Unidos, Europa y Japón) otorgaron subvenciones a sus agricultores por 318.000 millones de dólares, que superan en más de cinco veces los recursos destinados a la ayuda externa en el mundo. El Banco Mundial calcula que si se eliminaran estos subsidios, las exportaciones de los países en vías de desarrollo subirían en 24 por ciento. La balanza comercial de Colombia (exportaciones menos importaciones) se incrementaría en 743 millones de dólares si se eliminaran las famosas subvenciones, de acuerdo con un estudio del Ifpri (International Food Policy Research Institute).

La de los subsidios, sin embargo, está lejos de ser una queja colombiana. La comparten prácticamente todos los países de América Latina, Africa y buena parte de Asia. Por eso al lanzar la ronda de Doha en 2001, Estados Unidos y Europa tuvieron que hacer una concesión. Aceptaron poner como primer punto en la agenda la reducción significativa de las ayudas a los agricultores. Otros temas de negociación que interesan sobre todo a los países desarrollados, como la protección a las inversiones, la modernización de las aduanas, las normas de competencia (antimonopolio), y las licitaciones y compras de los gobiernos, quedaron supeditados al avance de las negociaciones agrícolas.

Mientras se discutían en la OMC, en el Alca se daba un pulso entre los países que llevan la batuta, que son Estados Unidos y Brasil. El primero luchaba por incluir en el acuerdo continental temas que no son propiamente comerciales. Entre ellos, asuntos ambientales y laborales, compras gubernamentales, protección de inversiones, reglas de competencia y normas de propiedad intelectual. Hubo, no obstante, dos cosas que Estados Unidos no quiso meter en el Alca: el desmonte de sus subsidios agrícolas y la reforma de sus normas antidumping, que a juicio de sus competidores son arbitrarias y proteccionistas. Son dos temas que interesan mucho a los latinoamericanos, pero el gobierno estadounidense se negó a hablar de ellos en el Alca argumentando que involucraban a terceros países y por eso se debían tratar en la OMC.

Ante esta situación el gobierno de Brasil tomó una postura pragmática. Así como Estados Unidos quiso excluir la discusión de los subsidios agrícolas y mandarla para la OMC, Brasil pidió hacer lo propio con otros temas, como compras gubernamentales, inversiones, comercio de servicios y normas de propiedad intelectual. Este último es uno de los puntos más sensibles de las negociaciones regionales y globales, por cuanto implica elevar las barreras para fabricar medicamentos genéricos. Las consecuencias que esto tiene sobre la salud pública de los países menos avanzados, junto con el asunto de los subsidios agrícolas, fueron los temas más 'calientes' en la OMC este año.

En el pulso entre Estados Unidos y Brasil por definir la agenda del Alca, los países andinos quedaron en la mitad del sándwich. En su afán por buscar aliados, tanto el gobierno estadounidense como el brasileño tentaron a Colombia y sus vecinos con la posibilidad de negociar acuerdos de comercio bilaterales.

Así estaban las cosas cuando se inició la reunión ministerial de la OMC en septiembre. En los días previos a este encuentro el gobierno colombiano se había unido al G-21, una amplia coalición de países latinoamericanos, asiáticos y africanos, cuyo propósito era exigir de Europa y Estados Unidos acciones decididas para reducir sus subsidios agrícolas.

Estos esfuerzos, no obstante, fueron en vano. Ante una propuesta de varias naciones africanas para eliminar las subvenciones al algodón el gobierno de Estados Unidos dio un no rotundo, explicado por sus circunstancias políticas (el presidente de la comisión de agricultura del Senado estadounidense es un defensor de los algodoneros). Esta negativa, junto con la inflexibilidad de los europeos y la postura radical de varios países en desarrollo, hizo que la reunión terminara en un fracaso estrepitoso. En los días que siguieron a la reunión de Cancún, de otro lado, el gobierno estadounidense hizo saber que no veía con buenos ojos la participación de Colombia en el G-21, lo que de inmediato llevó al gobierno de Alvaro Uribe a retirarse del grupo. Algo similar ocurrió con otros países centroamericanos y andinos.

La ronda de Doha y la esperanza de reducir los subsidios quedaron embolatadas después de Cancún. El año entrante hay elecciones en Estados Unidos y relevos en la alta burocracia europea, y por eso las negociaciones comerciales permanecerán por un buen tiempo en el congelador. Sin la esperanza de un pronto avance en el tema agrícola o en el de las normas antidumping que aplica el gobierno estadounidense, ya era poco probable que el Alca saliera adelante.

Estados Unidos y Brasil siguieron con sus posiciones irreconciliables, aunque encontraron una manera diplomática de presentarlas en la reunión ministerial del Alca que se realizó en Miami en noviembre pasado. La fórmula consiste en lo que se ha denominado el "Alca menú". Este acuerdo contiene unos compromisos mínimos en lo que tiene que ver con las rebajas arancelarias mutuas. Pero los demás temas no comerciales que tanto interesan a Estados Unidos son opcionales. Es decir, que cada país es libre de decidir hasta dónde se compromete.

Esto no era satisfactorio para el gobierno estadounidense, y por eso en la misma semana de la reunión del Alca, anunció su intención de negociar un tratado de libre comercio (TLC) con Colombia y sus vecinos andinos (excepto Venezuela), y otro con Panamá. Tan pronto termine las negociaciones que está adelantando con las naciones de Centro América y República Dominicana, seguirá con los andinos. Como cabría esperar, en este acuerdo bilateral Estados Unidos planea incluir todos los temas no comerciales que le gustan y que no pudo meter en el Alca, y excluye los que no le convienen (como las normas antidumping).

A dos semanas de terminar el año, de otro lado, las naciones andinas y Mercosur anunciaron la firma de su propio TLC, en el que venían trabajando hace muchos años. Este acuerdo, sin embargo, tiene un alcance muy limitado. Se circunscribe a la mutua desgravación arancelaria, aunque de manera muy gradual y con importantes excepciones. La más importante quizá es la agricultura. Colombia se reservó la posibilidad de acudir a mecanismos arancelarios de protección mientras subsistan los subsidios y las distorsiones que afectan el comercio mundial de los productos del agro.

En 2004 Colombia enfrentará entonces un reto histórico al negociar el TLC con Estados Unidos. A ese país se destina el 44 por ciento de las exportaciones colombianas, y por eso el acceso a ese mercado en condiciones preferenciales es tan atractivo. Los riesgos, sin embargo, son igualmente grandes. Y el más importante tiene que ver, nuevamente, con la agricultura. El asunto no es tan sencillo como establecer un período de transición para que los productores tengan tiempo de prepararse para la apertura total. En vano serán competitivos mientras existan las profundas distorsiones que afectan el comercio de la mayoría de estos productos. De ahí el peligro de acceder a la petición estadounidense de una apertura sin excepciones, antes de que la OMC realice otra reunión como la de Cancún, pero exitosa.

*Editor Económico de SEMANA