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El Alca, en jaque

Las diferencias entre Estados Unidos y Brasil pueden llevar al fracaso la cumbre ministerial de Miami esta semana. Colombia, sin embargo, tiene ahora mayores posibilidades de negociar un acuerdo de libre comercio con el país del norte.

17 de noviembre de 2003

Cuando se inauguraron las negociaciones para la creación de un Area de Libre Comercio de las Américas (Alca) en Miami en 1994, las 34 naciones del continente hablaban de prosperidad y desarrollo. Nueve años después el ambiente será mucho más tenso. En la reunión del Alca que se lleva a cabo esta semana, otra vez en Florida, hay verdadera incertidumbre sobre si Brasil y Estados Unidos se pondrán de acuerdo para que el libre comercio sea una realidad el primero de enero de 2005.

Las apuestas están en contra de esta posibilidad. La idea de la reunión es dar a las negociaciones del Alca un empujón definitivo. Lo que no se sabe es si éste las sacará del embrollo en que se encuentran actualmente o hará que se posterguen por dos años más. Sin embargo eso no es todo lo que está en juego en esta cumbre americana. Algunos países, como Colombia y Perú, que están detrás de un tratado bilateral de libre comercio con Estados Unidos (TLC), también están definiendo allí su futuro ¿Cómo han hecho sus movidas Brasil y Estados Unidos? ¿Qué puede lograr Colombia en este complicado ajedrez de comercio exterior?

Un país puede ganar o perder mucho antes de sentarse a negociar un acuerdo comercial. La clave está en la selección de los temas que estarán sobre la mesa en la negociación. Es muy distinto un acuerdo que contemple la apertura del sector agrícola a uno que la excluya, o uno que permita la movilidad internacional de las personas al estilo europeo frente a un tratado que no incluya esa posibilidad.

Por eso la pelea más grande que han dado los países en el Alca ha sido para meter o sacar temas de la mesa de negociación. Desde cuando lanzó el proyecto del área de libre comercio continental, en 1994, Estados Unidos ha sido partidario de un acuerdo de gran alcance. Esto quiere decir que, además de las rebajas arancelarias recíprocas, buscan que el Alca incluya asuntos que no tienen que ver directamente con el comercio. Por ejemplo, protección a las inversiones extranjeras, políticas antimonopolio, normas que regulan la contratación y las compras de los gobiernos, disposiciones sobre medio ambiente, estándares laborales y propiedad intelectual.

Esta agenda de Estados Unidos, sin embargo, no entusiasma mucho a otros países de la región, que ven en ella elementos proteccionistas. La aplicación de unas normas de propiedad intelectual más estrictas de las que ya existen, por ejemplo, reduciría la competencia de los genéricos en los mercados de medicamentos y de productos agroquímicos. Así mismo, las empresas norteamericanas podrían alegar que sus competidoras del sur contaminan mucho, o tienen unas prácticas laborales muy laxas, y por esa vía solicitar protección especial.

La otra crítica a la agenda de Estados Unidos en el Alca se refiere a sus omisiones. Los agricultores de ese país reciben ayudas del gobierno por 93.000 millones de dólares al año, pero Estados Unidos no quiere discutir el desmonte de estos subsidios en el Alca. Se niega a hacerlo, argumentando que los europeos y los japoneses también subsidian fuertemente su agricultura y que por eso el tema se debería discutir con ellos en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC). De otro lado, el gobierno estadounidense también quiere que sus normas antidumping -que otros países competidores consideran arbitrarias y proteccionistas- sean llevadas a la OMC pero que no sean tratadas en el Alca.

Al otro lado de la mesa en las negociaciones hemisféricas está Brasil. Por el tamaño de su economía tiene el peso político suficiente para cuestionar las reglas de juego que propone Estados Unidos. Su posición hasta ahora ha sido bastante pragmática. Así como los norteamericanos piden excluir del Alca los subsidios agrícolas y las normas antidumping, los brasileños piden que se haga lo propio con temas como la propiedad intelectual y la protección a las inversiones.

Alca 'light' o Alca menu

Al sacarle las añadiduras quedaría lo que muchos han dado en llamar un Alca light. Es decir, un acuerdo enfocado en la rebaja arancelaria que excluiría la mayoría de los temas no comerciales que propone Estados Unidos. Este último país, sin embargo, insiste en su agenda original. Y en medio de estas dos posiciones están los demás países de la región, cada uno con una visión diferente. Los más pequeños, por ejemplo, insisten en que el Alca contemple un programa de cooperación con muchos dólares para financiar la infraestructura y demás inversiones que necesitan para volverse competitivos.

Las posiciones parecían irreconciliables en vísperas de la reunión ministerial del Alca. En los días previos hubo un encuentro entre el canciller de Brasil, Celso Amorim, y el representante comercial de Estados Unidos, Robert Zoellick, para intentar ponerse de acuerdo en una posición intermedia. Se habló entonces de un Alca 'menú', en el que cada país sería libre de elegir en qué temas meterse.

Pero es poco probable que Estados Unidos acepte un acuerdo light o uno 'menú' y por eso se anticipa una reunión tensa, al estilo de la cumbre de la OMC en Cancún en septiembre pasado, que terminó en un estruendoso fracaso. Como están las cosas ahora, no se puede descartar que la reunión de Miami tenga un desenlace similar. De ser así el Alca quedaría muy embolatado, pues empezaría a quedar claro que no se va a cumplir el cronograma original, según el cual las negociaciones deben terminar en diciembre de 2004.

Si el Alca no sale a tiempo el gobierno estadounidense aplicaría de inmediato su plan B. Se trata de los acuerdos bilaterales con diferentes países, y el que sigue en la fila es Colombia con sus vecinos andinos (excepto Venezuela). Hace 10 años Estados Unidos firmó un tratado de libre comercio con Canadá y México, este año selló uno con Chile y está a punto de terminar otro con el Mercado Común Centroamericano y República Dominicana. Al cierre de esta edición era inminente el anuncio de su intención de negociar un TLC con Colombia y con cada unos de los otros países andinos.

No es casualidad que Estados Unidos haya planeado hacer este anuncio justo en el momento de la reunión del Alca. El acuerdo con los andinos incluye todos los temas que le gustan al gobierno estadounidense y por eso le sirve para presionar a Brasil para que acepte sus condiciones. Y no es un simple cañazo. Si el Alca no sale las negociaciones directas con Colombia tomarán vuelo.

El primer paso en el camino del acuerdo bilateral es que la administración Bush le avise al Congreso de su intención de negociar. Si no hay objeciones tendría luz verde más o menos en marzo del año entrante. Arrancarían entonces las negociaciones con Colombia y posiblemente también con Perú, dejando abierta la posibilidad de que Ecuador y Bolivia se sumen más adelante.

La meta de la administración Bush es terminar de negociar en diciembre de 2004. No hay que olvidar que a fines del año entrante hay elecciones presidenciales en Estados Unidos, lo cual trae mucha incertidumbre. Además en junio de 2005 se vence el permiso especial que el Congreso estadounidense le otorgó al Ejecutivo para negociar por su cuenta acuerdos comerciales. Si no termina el tratado con Colombia antes de esa fecha éste quedaría aplazado indefinidamente. El cronograma es entonces apretado y Colombia se enfrenta a la posibilidad real de una alianza comercial con Estados Unidos dentro de un par de años.

Lo bueno y lo malo

Para calcular los efectos que podría tener el TLC se puede mirar lo que ha pasado con las preferencias arancelarias del Atpa, que Estados Unidos otorgó de manera unilateral a los andinos. Un estudio reciente del Departamento Nacional de Planeación muestra que en los últimos años los empresarios nacionales utilizaron muy poco esas ventajas. Entre 1998 y 2002 sólo 20 por ciento de las exportaciones al país del norte se hicieron bajo el Atpa. Tan sólo 39 productos, de los más de 5.000 beneficiados, han utilizado las preferencias.

¿Cuál es la explicación? Que Colombia no produce la mayoría de las cosas que pueden entrar a Estados Unidos sin arancel, y además este país impone barreras no arancelarias como son, por ejemplo, las sanitarias, que impiden el acceso de los productos a su mercado.

A partir de 2003 el Atpa se amplió para incluir textiles y confecciones, y por eso este rubro ha mostrado un crecimiento de 60 por ciento en las exportaciones en lo que va corrido de este año. Si sale adelante el TLC las preferencias del Atpa, que son temporales y se vencen en 2006, se volverían permanentes. El sector textil sería quizás el mayor ganador.

Por el lado de los perdedores sobresale el sector agropecuario, que en la actualidad ocupa a 3.700.000 colombianos. Los agricultores temen que en el TLC Estados Unidos no desmonte las barreras sanitarias y demás y, por ende, los beneficios se queden en el papel. Lo que más los desvela, sin embargo, es la competencia desleal de los subsidios que el país del norte se niega a desmontar. De hecho, resienten que Estados Unidos haya dicho que ese es un tema para discutir en la OMC. Pero cuando el gobierno colombiano quiso unirse al G-21, la coalición de países que se formó para luchar contra los subsidios, lo presionó para que se saliera.

Los subsidios ponen a Colombia en una desventaja que no se puede corregir por muchas conversiones tecnológicas que se hagan. Es el caso de la producción de azúcar, en la que Colombia es más eficiente que Estados Unidos. Mientras allá se producen 78 toneladas de azúcar por hectárea aquí el rendimiento es de 94 toneladas por hectárea. No obstante, los subsidios que reciben los productores estadounidenses hacen que, pese a ser menos productivos pueden salir a vender su azúcar a menor precio.

Los efectos del TLC se harán sentir en toda la economía. El citado estudio del DNP analiza 10 sectores económicos y calcula que ocho de ellos perderían y dos ganarían (ver gráfica). El efecto agregado sería positivo, aunque muy leve. Habría además otro efecto que nadie ha advertido. Al eliminar los aranceles a las importaciones provenientes de Estados Unidos la Dian dejaría de recibir ingresos por 590 millones de dólares anuales, lo cual traería inevitablemente otra reforma tributaria (como acaba de ocurrir en Chile).

La otra cara de la moneda es el efecto que tendría sobre las exportaciones colombianas que el país se quede sin el TLC. Si los vecinos de Centroamérica o Perú logran firmar un acuerdo con Estados Unidos sus productos podrán entrar sin arancel al principal mercado del continente. Los importadores estadounidenses, entonces, preferirían comprarles a ellos y no a las empresas colombianas. Los negociadores del gobierno -con la participación del sector privado- tendrán que sopesar los beneficios de firmar un TLC con Estados Unidos, pero sin perder de vista los costos que tendrían que pagar algunos sectores clave para la economía y la seguridad del país.