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EL DIAMANTE RICARDINO

Revelador aporte al estudio de las ventajas comparativas en el comercio internacional.

17 de septiembre de 1990


Michael Porter ha sido tal vez uno de los teóricos más admirados en el área de la administración de empresas en la última década. Este reconocimiento se debe principalmente a su concepto de las ventajas competitivas de una empresa. Después del éxito rotundo de "Estrategia competitiva" (1980), Michael Porter publica una obra que traspasa las fronteras del Harvard Business School y toca directamente los predios de la economía. Cuatro años de intensa actividad investigativa en 10 países y en más de 100 industrias con un equipo de doctorados de todos ellos, produjeron el material empírico para las bases de la teoría expuesta en "La ventaja competitiva de las naciones".

El objetivo primordial que se propone Porter es el de identificar los atributos que fortalecen las ventajas de un país para competir internacionalmente en una serie de industrias. Se pregunta el autor, "¿por qué son las empresas de una nación capaces de crear y mantener sus ventajas competitivas en contra de los más fuertes competidores en el mundo?"

Para responder a esas inquietudes, Porter descarta ciertas explicaciones macroeconómicas como las tasas de cambio sobrevaluadas y las bajas tasas de interés. Deja igualmente en el camino la importancia de excesos en factores como la mano de obra y los recursos naturales, y de la intervención del gobierno y la calidad de las gerencias en algunas naciones.

Confronta de la misma manera a Ricardo por el apoyo al que recurre en la tecnología para explicar las diferencias en la productividad de la mano de obra. Gusta poco del enfoque determinista de la teoría del "abismo tecnológico" en el que una nación saca ventaja sobre las otras en términos de sus exportaciones al llenar un vacío tecnológico existente. Da más crédito, sin embargo, a Ray Vernon por su teoría del "ciclo del producto"; ésta se basa en que la demanda temprana de un país por unos productos de terminados le dan una ventaja en su desarrollo hacia las exportaciones. La teoría de Porter arranca de la definición de que la ventaja competitiva es realmente productividad. Se dirige luego al ámbito de las empresas pues son ellas "y no las naciones, las que compiten en los niveles internacionales". Pero es en el nivel macro que se encuentra el corazón de la teoría de Porter para explicar la existencia de ventajas competitivas en una nación. Para ello encuentra cuatro determinantes.

El primero se basa en las condiciones de los factores de un país; con él, Porter se refiere a los recursos humanos existentes (con sus calidades, su ética de trabajo, sus costos), a los recursos naturales disponibles, a los recursos de "conocimiento" (el inventario de conocimientos tecnológicos así como sus capacidades por acrecentarlos y mejorarlos), sus recursos de capital (es decir todos los mecanismos existentes para financiar su industria) y finalmente su infraestructura. Estos factores se hallan jerarquizados en básicos (recursos naturales, mano de obra no calificada y capital de deuda por ejemplo) y avanzados (infraestructura de comunicación digital, personal altamente calificado e institutos de investigación especializados).

El segundo determinante lo componen las condiciones de la demanda de un país. Es decir, las características de esa demanda, como pueden ser su estructura, la anticipación con que se reflejan las necesidades de los consumidores, la sofisticación de éstos, el tamaño de esa demanda y su tasa de crecimiento así como el número de compradores industriales independientes.

El tercero es verdaderamente crítico pues se trata de la presencia de industrias relacionadas y verticales alrededor de una industria en particular, apoyándola en su integración hacia adelante.

El último -la estrategia, la estructura y la rivalidad de las empresas en la industria- es el motor de mucha de la innovación que se lleva a cabo en una industria.

Estos cuatro elementos que interaccionan, constituyen para Porter el "diamante" que puede no sólo explicar sino pronosticar las ventajas competitivas de una industria. Porter construye luego un esquema que procede a probar satisfactoriamente en los países de su muestra, que son los que exportan la mitad de los bienes del mundo.

Habría dos críticas de importancia para hacerle al modelo. Primero, la baja calificación que da a teorías como la del "abismo tecnológico", la de la existencia de factores abundantes y la de la demanda de Vernon, para luego recogerlas y armar con ellas su propio postulado teórico. Segundo, que su "diamante" es ilustrativo en la medida en que cada uno de los determinantes mencionados es relevante al país en cuestión. ¿Se puede aplicar el "diamante" a Bangladesh cuando sus casi únicos recursos son la mano de obra y el fique? ¿Qué queda de la demanda bengalí a razón de $120 dólares per cápita al año? ¿O de su industria relacionada o vertical en cualquier ramo? No se trata de juzgar a Porter por no haber construido una teoría del desarrollo económico, pero queda la pregunta sobre esta segunda crítica, de ¿qué se podría decir de pequeñas economías subdesarrolladas? ¿Están sujetas a la integración para poder ser competitivas en algunas de sus líneas? Si así es, tal vez una de nuestras únicas salidas sea entonces también la integración en términos de mercados, de lado de fuertes desarrollos tecnológicos así como de infraestructura y otros 'factores avanzados'.

En todo caso, si se trata de enriquecer a Ricardo en su teoría de las ventajas comparativas -aunque Porter no lo dice, pero confiesa por lo menos tener un corte ricardiano- a través de una dinamización y una modernización de este esquema, ha logrado una contribución importante que empezará a verse con el tiempo.- Carlos Enrique Cavelier