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EL DILEMA DEL IVA

La reducción del Impuesto al Valor Agregado se está convirtiendo en pieza clave de la próxima reforma tributaria. ¿Cuáles serían sus efectos?

5 de mayo de 1997

La propuesta empezó a circular hace un par de semanas en los corredores del Congreso, después de la caída de la emergencia económica. Al comienzo, sin embargo, pocos creyeron que fuera a prosperar. A primera vista, reducir la tarifa del Impuesto al Valor Agregado _IVA_ en medio de una crisis fiscal no sonaba nadasensato. Pero a finales de la semana pasada la iniciativa fue tomando forma tras una reunión del Ministro de Hacienda con un grupo de parlamentarios promotores de la misma. Según las discusiones preliminares la tarifa se reduciría de 16 por ciento a alrededor de 12 por ciento, lo que iría acompañado de la eliminación de muchas de las exenciones vigentes. De esta manera el gobierno recaudaría una buena parte de los recursos tributarios que se esfumaron con la caída de la emergencia económica. Aunque al cierre de esta edición aún había detalles por concretar, lo más probable es que la iniciativa haga parte del proyecto de reforma tributaria que el Ejecutivo presentará al Congreso a mediados de esta semana. El proyecto incluiría, además de las modificaciones al IVA, la penalización del contrabando y la evasión tributaria, la modificación de las exenciones de la Ley Páez, el aumento del impuesto de timbre que contemplaba la emergencia económica y, posiblemente, un sustituto al impuesto al endeudamiento externo que se cayó con la decisión de la Corte Constitucional. Según estimativos oficiales preliminares, este paquete de iniciativas le representaría al gobierno un aumento en los ingresos tributarios de alrededor de un billón de pesos. Y mientras los técnicos del Ministerio de Hacienda calculan una y otra vez el efecto potencial de la reforma, los observadores ya han empezado a manifestar diversas posiciones sobre la iniciativa.

¿Buena o mala?

Según el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, "la reducción de la tarifa del IVA es buena siempre y cuando se eliminen las exenciones. Eso permitiría administrar con mayor facilidad la recolección de impuestos y reduciría los incentivos a la evasión". La posición de los entusiastas más desprevenidos ante la propuesta es simple: siempre es mejor pagar una menor tarifa de IVA que una mayor. Para otros, esa posición no pasa de ser un sofisma de distracción. Si después de la operación de reducir la tarifa y eliminar las exenciones el gobierno espera aumentar sustancialmente los ingresos tributarios es porque los contribuyentes terminarían pagando un mayor monto por concepto del IVA después de la reforma.
Las virtudes de la propuesta en el campo de la técnica tributaria no parecen estar en discusión. Según Pedro Nel Ospina, ex director de la Dian _Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales_ y actualmente investigador de Fedesarrollo, "como tributarista creo que conviene dejar el IVA en una sola tarifa y sin exenciones de ninguna índole. Como economista creo que se está abriendo una discusión que va a ser muy desgastadora y que no va a solucionar el problema fiscal". Para los analistas está claro que una reforma de este corte lo que haría sería postergar la crisis fiscal para el próximo año. De hecho, a partir de la Constitución de 1991, por cada peso que el gobierno aumente sus ingresos tributarios debe incrementar sus gastos en transferencias en alrededor de 45 centavos. Así, aunque las autoridades lograran recolectar este año el billón de pesos que se proponen con la reforma tributaria, el año entrante el gasto público aumentaría automáticamente en cerca de 500.000 millones de pesos, lo que significaría que el próximo gobierno se estrellaría de nuevo con la crisis fiscal.

Endulzando el oído

Ante este panorama, lo más probable es que antes de dos años el país se viera abocado a la necesidad de una nueva reforma tributaria. Por eso para el analista y consultor Javier Fernández los beneficios de la propuesta de reducir la tarifa del IVA son ilusorios: "Para que la gente acepte la eliminación de las exenciones se le endulza el oído con la reducción de la tarifa. Pero si no se hacen reformas estructurales al gasto público, a la vuelta de uno o dos años habría que volver a aumentar la tarifa para tapar el hueco fiscal". Pero aparte de no representar una verdadera solución para el problema fiscal, la reforma tributaria traería consecuencias negativas para el desempeño económico. Según Fernández, aumentar los impuestos en medio de esta recesión es una locura. En su concepto, "el sólo hecho de abrir la discusión sobre la reducción del IVA va a paralizar el consumo suntuario, golpeando aún más a algunos sectores productivos. Además, si se termina eliminando la exención a los arriendos el golpe a la construcción sería fatal".
Los analistas económicos también han manifestado su preocupación por los efectos de las modificaciones al IVA sobre la inflación y la distribución del ingreso. Aunque el impacto en estos campos depende del diseño final de la propuesta, la eliminación de las exenciones terminaría afectando en mayor proporción a los sectores de la población de menor capacidad adquisitiva y presionaría hacia arriba los precios de la canasta familiar (ver recuadro). Soluciones de fondoPero lo que más preocupa a los observadores es que el entusiasmo con que el gobierno ha decidido empujar la reforma tributaria es inversamente proporcional al que ha mostrado para dar una solución estructural al problema de las finanzas públicas. Casi todos coinciden en afirmar que la crisis fiscal no se resolverá mientras no se aborden reformas fundamentales como las sugeridas por la Comisión del Gasto Público. Para hacerlo las autoridades tendrían que adoptar medidas como vulnerar los privilegios prestacionales que hoy tienen la fuerza pública, el magisterio y los trabajadores de Ecopetrol y negociar con los congresistas una modificación al régimen de transferencias a las regiones y el desmonte de los fondos de cofinanciación (ver SEMANA #777). Sin embargo muchos creen que el gobierno no está dispuesto a enfrentarse a los intereses particulares de semejantes actores, y menos en un año preelectoral, lo que aparentemente implicaría que cualquier iniciativa adicional para reducir el gasto público en esta administración quedaría archivada. Al respecto, Ocampo afirma que: "El crecimiento del gasto este año, si se excluye el servicio de la deuda pública, será de 12 por ciento, lo que constituye una reducción en términos reales. Por el momento no hay nada previsto para hacer más reducciones".
En medio de esta discusión hay una cosa que está clara: si el gobierno y el Congreso no adoptan las medidas necesarias para dar una solución de fondo a la crisis de las finanzas públicas, la reforma tributaria que presentará el gobierno esta semana será sólo un paño de agua tibia que no alcanzará para tapar el hueco fiscal por más de un año. De ser así, la administración Samper le pasaría el año entrante de taquito el problema fiscal al próximo gobierno.

EN LA MIRA

Principales rubros y productos exentos de IVA
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Fuente: Estatuto Tributarion Como van las cosas, antes de dos años habría que hacer otra reforma tributaria¿Borrar con el codo? La propuesta de una nueva reforma tributaria se da en uno de los momentos más difíciles que ha vivido la economía colombiana en los últimos años. El crecimiento económico de 1996 fue ligeramente superior a 2 por ciento, cifra que no se observaba desde 1991, mientras que el desempleo está disparado y ronda ya el 13 por ciento. Ante estas circunstancias los expertos aseguran que mayores impuestos agravarían la situación recesiva.
En medio de tantas dificultades la noticia buena ha corrido por cuenta de los resultados de inflación. Según cifras conocidas la semana anterior, el costo de vida en el primer trimestre fue el menor de los últimos 13 años. Eso quiere decir que la inflación anual fue de 18,9 por ciento, lo que confirma su tendencia decreciente de los últimos años (ver gráfico). Este resultado es la otra cara de la moneda de la recesión y es el producto de varios factores, entre los que sobresalen la abrupta caída de la demanda agregada y la persistente revaluación.
Lo grave del asunto es que, según varios analistas, la eliminación de las exenciones al IVA implicaría nuevas presiones inflacionarias en medio de la recesión. De hecho, una parte importante de las exenciones vigentes tiene que ver directa o indirectamente con los bienes que conforman la canasta familiar, y el gobierno tendría que aplicar pulso de cirujano para no borrar con el codo lo logrado con la mano en materia de reducción de precios. En palabras de Javier Fernández "al eliminar las exenciones se afectaría la tendencia de la inflación, que es de lo poco que está funcionando bien en esta economía".