Home

Economía

Artículo

EL KOJAK COLOMBIANO

Coronel Miguel Maza Márquez, jefe del DAS, un superpolicía en acción.

2 de junio de 1986

Físicamente no podría parecer más inofensivo: moreno, de baja estatura, algo pasado de kilos y de temperamento alegre y bonachón. Pasaría como un costeño más.
Sin embargo, el coronel Miguel Maza Márquez es el hombre más temido hoy por el hampa organizada en Colombia. Ostenta récords mundiales, tan inusuales como el de ser el hombre que ha rescatado el mayor número de secuestrados (cerca de 40) y el de haber decomisado por primera vez, en 1978, mil kilos de cocaína que coincidencialmente pertenecían a Ramón Matta Ballesteros.
La semana pasada, en lo que sin duda alguna constituye uno de sus golpes más audaces, aclaró un misterio que muchos creían que nunca sería resuelto: la forma como se escapó de la cárcel Modelo de Bogotá el narcotraficante hundureño Ramón Matta Ballesteros (ver recuadro). La identificación de los 16 guardianes implicados, más el establecimiento de la cuantía de los 400 millones de pesos pagados, han dejado al descubierto no sólo la espectacularidad de la fuga, sino la habilidad de quien se perfila como una especie de Kojak a la colombiana.
Y no es para menos. En 27 años de dedicación exclusiva a labores de inteligencia, Maza Márquez ha hecho la carrera de agente secreto más exitosa que se haya registrado en el país durante los últimos años. Es el único colombiano que ha desempeñado tanto la jefatura del F-2 como la del DAS, en la que se encuentra actualmente.
Su trayectoria es de por sí excepcional. A diferencia de la mayoría de los militares de su rango, que han alternado diversas áreas de la actividad militar, él ha dedicado su vida profesional por entero a la investigación policiva. Y no obstante estar haciendo el curso para ser ascendido a brigadier general de la Policía, allegados a Miguel Maza Márquez aseguran que su verdadera vocación desde pequeño no es tanto la militar sino la de detective.

KOJAK CRIOLLO
Nada en su infancia le auguraba el papel de Kojak criollo que le ha deparado el destino. Nació en Santa Marta, en un hogar de clase media, hace 49 años. Su padre siempre abrigó la esperanza de que sus hijos llegaran a graduarse en profesiones como la medicina, el derecho o la economía. Dos de ellos le cumplieron: su hermano mayor se dedicó a la medicina y la hermana menor a la docencia. Miguel insistió tercamente en ser lo mismo que muchos niños del mundo: policía. Pasada la edad reglamentaria para esas fantasías, el padre resignado comenzó a aceptar que uno de sus hijos no saldría al otro lado. El concepto de policía en la Santa Marta de los años cincuenta se asociaba más con el del agente que encontraba niños perdidos en el parque, que con el del héroe nacional en el que se ha convertido él, que pintaba como la oveja-descarriada.
Graduado de bachiller en la Escuela General Santander de Bogotá, Maza Márquez desde muy joven habría de caracterizarse por su olfato y temeridad. A los 23 años, como subteniente de la X Estación de Policía de Bogotá, tuvo su primer roce con el hampa, a la cual se dedicaría a combatir por el resto de su vida. Lo más tenebroso, por esa época, era una temida banda de asaltantes que operaba en Bogotá y Medellín y que se denominaba "La pesada". Su cabecilla era un peligroso hampón, conocido por un apodo como sacado de las aventuras de Dick Tracy: "Carevieja". Durante meses las autoridades los habian buscado sin obtener pista alguna. Un día, el subteniente Maza logró hacerse a la confianza de un informante, quien le pasó el dato de que la banda de "Carevieja" frecuentemente tomaba trago en un bar del barrio Siete de Agosto. El joven sabueso samario, Maza Márquez, siguió la pista y con un grupo de 10 agentes les cayó por sorpresa en la cantina donde se encontraban. Y en una acción certera y efectiva que habría de dejar dos bajas en el bando de los malos y un herido en el lado de la justicia, capturó a "La pesada".
Esa primera experiencia le dejaría dos lecciones que se habrían de convertir en las reglas de oro de su vida profesional: la importancia de los informantes y la ventaja del factor sorpresa en las acciones. El golpe a "La pesada" le valdría el nombramiento como alcalde militar en Planeta Rica (Córdoba), de donde muy pronto pasaría a ser director del F-2 en el Atlántico. Traslado que le permitió contraer matrimonio con Isolda Alvarez -la novia de toda la vida- quien durante cuatro años había mantenido resignadamente un amor a distancia.
En la misma Barranquilla tuvo lugar otro hecho que habría de marcar su vida. En una persecución automovilística a una banda de contrabandistas, el chofer que lo acompañaba perdió el control del vehículo, el cual dio una espectacular voltereta y acabó en el fondo de un barranco. Uno de sus agentes murió y él sufrió una lesión en la columna que lo habría de dejar relegado a una silla de ruedas durante año y medio. La inercia de su condición física no hizo más que acrecentar su vocación investigativa. De tal suerte que durante esa época se ganó, entre sus colegas y subalternos, el apodo cariñoso de Ironside. "A pesar de mi invalidez física, -dice el coronel Maza- considero esa época como una de las más apasionantes y efectivas de mi vida". Sus superiores compartieron esa apreciación, pues estando inhabilitado fue ascendido a teniente coronel.
De ahí en adelante los ascensos periódicos no se hicieron esperar. En una carrera que evolucionaría paralelamente a las modalidades delictivas del país, el coronel Maza Márquez de fine prácticamente su carrera en tres etapas: de perseguir atracadores bancarios de los años sesenta, habria de pasar a atrapar secuestradores comunes y posteriormente políticos en los setenta, hasta llegar a combatir a los narcotraficantes de los ochenta.

LAS GLORIAS
Su reputación creció en forma tal, que ocupó durante seis años, en dos períodos, la jefatura del F-2. Del año 77 al 80, cuando fue enviado a una comisión de estudios en el Perú, y posteriormente llamado de nuevo para que se encargara de esta institución desde agosto de 1983 hasta junio del año pasado cuando el presidente Betancur lo nombró para que dirigiera el DAS.
En sus primeras acciones como jefe del F-2, logró repercusión nacional debido a la espectacularidad de sus golpes. En una misma noche, la del 30 de diciembre de 1977, obtuvo en un acto sin precedentes, una triple liberación de secuestrados. Carlos Pacheco Devia, presidente de Colpatria, y dos industriales: Natan Ganinsky y Juan Pascual Martínez. Aunque se encontraban en lugares diferentes estaban en poder de una misma banda: la de Valero Sánchez, personaje que se hizo famoso en la época con el apodo del "Doctor secuestro" y quien habría de caer preso en esa operación. Esta acción transformó a Maza Márquez de respetado investigador policivo a figura nacional.
Varios golpes, no menos espectaculares, siguieron (ver recuadro), pero de lo que más se ufana el coronel Maza es del número de secuestrados rescatados sin que en ninguno de sus operativos haya muerto ningún rehén. Lamentablemente algunos de sus hombres no han corrido con la misma suerte y de cuando en cuando se presenta alguna baja.
Sin embargo, el guante del Kojak colombiano no sólo le cayó a los delincuentes comunes sino también a la guerrilla. El 23 de diciembre de 1984 una acción llevada a cabo por Maza, la cual él calificaría en su momento como "el mejor regalo de Navidad para los bogotanos", en la que se descubrió una cárcel del pueblo del Ejército de Liberación Nacional, ELN, en donde habían estado secuestradas por lo menos doce personas, entre ellas el hermano del Presidente. La cárcel no sólo era el centro de reclusión de estas personas, sino que era la sede principal de las operaciones del ELN. Archivos, armamento, propaganda, planes futuros, etc., cayeron y el operativo se convirtió casi en el golpe de gracia contra esa organización guerrillera. Estos éxitos, Maza los atribuye en gran parte a su filosofía básica: cultivar sus informantes.
Pero si hay algo que Miguel Maza Márquez protege más que a sus informantes, es su vida privada. Hombre de familia con dos hijos, uno de 21 y otra de 17. No tiene hobbies porque su trabajo es de por si su único hobbie. Se acuesta todos los días a las 10 de la noche y se levanta a las cinco de la mañana. Una hora más tarde comienza su jornada de trabajo y termina a las ocho o nueve de la noche. Sus ratos de esparcimiento, aunque dice que prácticamente no los tiene, los dedica entre otras cosas, a mirar series policíacas de televisión, pero prefiere más a los detectives que piensan que a los que disparan. De ahí que su idolo sea el teniente Columbo, con su figura desgarbada y su gabardina raída. Sin embargo, el coronel Maza no tiene gabardinas raídas. Es todo lo contrario, un hombre muy vanidoso. Le encanta estrenar. Tiene una colección de corbatas y su esposa asegura que se está aprovisionando de ropa de civil, para que cuando salga de la Policía tenga trajes suficientes para tres años. En relación con su ropa tiene un aguero muy particular. Afirma que cuando se pone el vestido cruzado de color beige, casi siempre resuelve con éxito un caso pendiente. En los casos más difíciles no echa mano de su traje beige, sino que se encomienda a Nuestra Señora de Santa Marta.

Algo que lo enorgullece tal vez más que sus habilidades investigativas y su rango militar, es su carácter de costeño nato: almuerza todos los días con pescado de mar, le fascinan los vallenatos de Diomedes Díaz y dejar de lado de vez en cuando al circunspecto investigador para, en medio de una pachanga, "mover el esqueleto". Pero esto no lo puede hacer tan a menudo como él quisiera, como tampoco visitar a su Santa Marta, pero cada vez que tiene la oportunidad se da una escapadita para encontrarse con sus amigos y lugares de infancia. Estos amigos y lugares, paradójicamente eran en muchos casos los mismos de Jaime Bateman Cayón, otro samario que a pesar de no haber sido su amigo del alma, muchas veces el destino hizo que se cruzaran los caminos de estos dos costeños: el superguerrillero y el superpolicía.
Pero Miguel Maza Márquez es mucho más que un superpolicía. Su conversación está salpicada de conceptos económicos, políticos y sociológicos, más inspirados en su capa cidad de análisis y de su fina intuición samaria, que en textos académicos o cursos militares en el exterior. Tiene una visión muy personal y muy colombiana de los problemas del país y su interpretación de los acontecimientos es invariablemente aguda y original. Sus más allegados siempre le dicen que se equivocó de profesión y que tiene madera de político. Interrogado al respecto, socarronamente evade el tema afirmando que "su única aspiración es la de seguir siendo útil a la sociedad". Al fin y al cabo si lo aceptara no sería buen político.
En todo caso, si algún día se deja tentar, sus habilidades como relacionista público y su experiencia en el manejo de medios de comunicación, le serán muy útiles. Pocas veces un militar ha sabido manejar tan bien su imagen como Miguel Maza Márquez.

EL GOLPE A MATTA
La indignación que sintió el coronel Maza Márquez, cuando se enteró por boca del propio ministro de Justicia, Enrique Parejo, de la fuga del narcotraficante hondureño Matta Ballesteros, fue tanta como la que experimentó el 30 de abril de 1984, el día que asesinaron a Rodrigo Lara Bonilla. Recordó inmediatamente las cínicas y provocadoras declaraciones que había hecho Matta el mismo día que entraba detenido a La Picota: "Lo que es yo a los Estados Unidos no voy". A partir del momento en que supo de la fuga, el director del DAS, coronel Maza Márquez, tomó el caso en sus manos. La expresa petición del ministro y el abierto desafío que significaba para las autoridades judiciales del país, lo obligaban a resolver el caso metiéndole alma, vida y sombrero.
El primer razonamiento que se hizo el coronel fue cómo era posible que el preso número uno del país, hubiera podido burlar siete rejas de la cárcel Modelo, con sus respectivos guardianes. La respuesta no podía estar en otra parte diferente de la misma cárcel. Los guardianes de turno necesariamente estaban implicados, como lo suponía todo el mundo. Cómo pescarlos era la misión de Maza Márquez.
Para cumplir su objetivo se ideó un plan, que se apoyaba principalmente en una máxima de los bajos fondos, según la cual, "en la cárcel todo se sabe". Había que entrar, entonces, a la Modelo. Por medio de algunos jueces amigos se consiguieron permisos para que tres de sus mejores detectives pudieran entrar a hacer visitas a algunos presos conocidos. Esto permitiría que se ganaran la confianza de guardianes y detenidos y comenzaran a recoger los rumores iniciales. Lo que primero saltó a la vista fue cierta prosperidad de que hacían gala los guardianes del turno de la noche del 17 de marzo cuando se fugó Matta. Otra coincidencia era el hecho de que algunos de ellos comenzaron a pedir vacaciones y permisos reiterados dejando ver cierta despreocupación por lo que hasta ese momento era su mayor tesoro: el empleo.
Finalizada esta primera etapa que los detectives llaman de inteligencia, se montaron las operaciones de seguimientos. Un buen número de hombres fueron encargados de husmear las vecindades de los sitios en donde viven los 16 guardianes sospechosos y de vigilar los movimientos de los miembros de sus familias. Fueron varias las horas que se parquearon en las esquinas de sus casas y no pocos los paquetes de papas fritas que tuvieron que comprar en las tiendas, en las que se suponía que los familiares de los guardianes hacían los mercados cotidianos. Los interminables cuestionarios a los dueños de las tiendas en relación con las familias en cuestión. ¿Cuántos huevos compraban antes y cuántos ahora? ¿Acaso compraban últimamente más enlatados que antes? Los cigarrillos, cerveza, licores, ¿qué consumo tenían ahora entre los clientes sospechosos? ¿Pagaron cuentas que les habían fiado con anterioridad?
Todo esto surtía sus efectos. Algunas de las familias de los guardianes presuntos implicados estaban de plácemes. Tenían nuevos comportamientos. Ahora eran de los que invitaban. Y todo esto también respondia a los análisis que se hacía el coronel Maza. Una gente como ésta, que nunca ha visto plata, tiene que traumatizarse. Su actitud se modifica sustancialmente hasta el punto de que puede llegar a un estado semiparanoico. Tiende a abandonar sus costumbres habituales, comienza a soñar, a comprar cosas que antes no hubiera imaginado. "Es la locura, 20 millones de pesos para un guardián es una locura. No sabe qué hacer con el dinero", dice abriendo los ojos el coronel Maza Márquez.
Ya se habían buscado los antecedentes penales que pudieran tener los implicados. Como ninguno tenía, era fácil suponer que como novatos cometerían ese tipo de errores. Sin embargo, en la búsqueda de sus historias encontraron un hecho aparentemente nada significativo, pero que para Maza Márquez podía ser pieza fundamental de la investigación: el padre de uno de los sospechosos, José Fernando Ayala, había sido guardián durante cerca de 30 años. Esto para el director del DAS quería decir que era un viejo que se las sabía todas. Efectivamente, en esa casa encontrarían posteriormente unas tulas con cerca de 17 millones de pesos.
Terminado el trabajo de carpintería como llama Maza Márquez a la etapa preliminar de investigación, que consistía en establecer que los guardianes presuntos implicados en la fuga estaban en bonanza, venía la segunda parte del trabajo que tiene que ver con la recuperación del dinero, como paso previo para proceder a las detenciones, ya que la Policía Judicial no puede capturar a menos que tenga el cuerpo del delito y en este caso es la plata. Había que ubicar las posibles caletas en donde estarían escondidos los fajos de billetes. En los seguimientos ya se había establecido que en ninguno de los casos había visitas a bancos o corporaciones de ahorro, luego la deducción que se hizo el coronel Maza iba dirigida a que debían existir algunos sitios en donde estaría almacenado el grueso del capital. Para esto había que estar pendiente de cuál de las casas de los supuestos cómplices de Matta tendría más movimiento. Se partía de que de estar guardado el dinero en uno de esos sitios y dado el nuevo comportamiento derrochador que ya se tenía establecido, irían en busca de algunas porciones de dinero, mientras escapaban a la acción de las autoridades. Coincidió también con la casa del guardián Ayala. Entonces se procedió a solicitar la orden de allanamiento y, en efecto, allí existía una caleta que contenía parte del botín.
Ya existía el cuerpo del delito. Ahora había que ir en busca de Ayala. Para evitar que se pusiera sobre aviso y pudiera escapar, se le pidió colaboración al director de la cárcel Modelo con el fin de que lo buscara para pedirle algún favor y lo hiciera llegar hasta ese establecimiento. Y Ayala cayó. Inicialmente se negó a confesar, pero al ver que el DAS tenía en su poder las canecas que él había enterrado en casa de su padre, se desilusionó y comenzó a cantar. A los otros fue fácil capturarlos porque ya les tenían ubicados perfectamente sus movimientos. Algunos lograron ponerse alerta y huyeron.
De esa manera, Maza Márquez logró desenredar la madeja, en una investigación donde nuevamente quedó en claro su olfato, su perseverancia sobre las pistas que fue recogiendo en un camino sembrado de informantes, básicos en su labor de sabueso.
El episodio de la fuga de Matta Ballesteros, que tanta indignación le causó al jefe del DAS, le retribuyó, sin embargo, en una sonrisa de satisfacción por haber aclarado todos sus pormenores. Al revelar los detalles de su último golpe, el país se asombró con la cifra invertida por un grupo de narcotraficantes para la huida de Matta (400 millones de pesos), supo que en la elaboración del plan intervinieron cinco "cerebros" (un mexicano y otros cuatro con acento centroamericano que no han sido capturados), conoció los rostros de ocho de los 16 guardianes capturados que facilitaron la salida del hondureño de la cárcel Modelo "como Pedro por su casa" y volvió, así, a tener noticias de este Kojak criollo.
LOS GOLPES DE MAZA
- 1978.Rescate de Adriana Arenas de 7 años de edad e hija única del acaudalado comerciante Otto Arenas. El rescate fue especialmente difícil, cuenta el coronel Maza Márquez, porque a pesar de haber tenido en poco tiempo un capturado, éste no quería hablar y este hecho ponía en peligro de muerte a la secuestrada: los hampones piensan que el detenido los va delatar y negocian rápidamente, si no obtienen éxito, matan la víctima. El detenido era un sujeto de nombre Joaquín García quien no soltó palabra. Se detuvo a su esposa para que lo ablandara y no se obtuvo respuesta. Maza acudió al padre Fermín, un sacerdote muy convincente, ya que García era un hombre creyente. Tampoco consiguió nada. Maza Márquez supo que las hijas de García estudiaban en un colegio de monjas y se dirigió allí, con el fin de ver si las niñas aportaban algunos datos sobre los amigos del padre. Sin embargo esta visita tampoco dio resultados. "Con la moral a la altura de los zapatos", dice Maza, le comenté a García que habia visitado a sus hijas y sucedió el milagro: el hombre que no había levantado cabeza me miró y dijo: "Envie a mi esposa a la casa a cuidar mis hijas, cuando ella llegue que me llame y yo de inmediato le doy la dirección del sitio donde está Adriana Arenas"". Y efectivamente así sucedió. Liberaron la niña y detuvieron a los otros compinches de García.
- 1979.Rescate del joven Mendal, hijo de un industrial del cuero. "En este caso las pistas principales nos las dieron, dice Maza, informantes profesionales, es decir personas que derivan su sustento de obtener información en los bajos fondos. Sin embargo,el sitio que nos indicaban era una casa que, sin ser guardería, siempre estaba con muchos niños por lo que dudábamos de que el dato fuera cierto. Seguimos allegando información hasta que ubicamos con exactitud el lugar donde se hallaba el joven secuestrado, lo que hacia que la operación fuera menos riesgosa". Cuando dieron el golpe el muchacho fue liberado fácilmente. Cuando salían, uno de los niños se acercó a Maza y le dijo: "Mi mayor, yo también estoy secuestrado". "Esa noche, cuenta la esposa de Maza, él me dijo: "La Coca cola me salió premiada"".
- 1980.Rescate de la joven Teresa Britton, hija de un acaudalado comerciante de San Andrés. Este rescate fue muy importante porque no sólo se consiguió la liberación de la muchacha sino también la captura de Carlos Lemos, quien actuaba a nombre del ELN y a quien se le achaca el 98% de los secuestros cometidos en los últimos años de la década de los setenta. Aunque Lemos, por argucia de su abogado, logró salir de la cárcel, el coronel Maza lo volvió a detener en diciembre de 1984 y actualmente se encuentra en la cárcel.
- 1981.Rescate de la hija de un adinerado esmeraldero de Boyacá. Este secuestro había sido planeado por el "Moto Jaramillo", un hombre que junto con Lemos y el "Doctor secuestro", hacen parte de la leyenda del secuestro. El "Moto Jaramillo" desplegó aquí toda su habilidad. Sin duda sabía que tratándose de esmeralderos su crimen no podía ser muy fácil. Contactó al padre de la muchacha y le dijo que debía meter en una maleta billetes en pesos y en dólares de diferentes denominaciones. Tenía que dirigirse a la calle 45 con carrera 14, en Bogotá, esperar diez minutos y después por la Avenida Caracas dirigirse hasta un teléfono público y esperar una llamada. En esa cabina se le informó que llegara hasta el Parque Nacional y buscara un árbol con una leyenda específica, después que estacionara el carro en un sitio X, en donde debía bajarse del vehículo y colocar la maleta en la tapa de una alcantarilla, posteriormente volver al carro y esperar que se hiciera el contacto. Hacia las 6 de la tarde el padre de la joven se cansó y cuando fue a recoger la maleta ésta había desaparecido. El "Moto Jaramillo" contaba con los planos del alcantarillado y había llegado al sitio a recoger el dinero. El padre descorazonado dio a su hija por muerta. Sin embargo, al "Moto Jaramillo" lo "sapiaron" y días después el coronel Maza lo encarceló.
"Cada secuestro es diferente, dice Maza Márquez, pero ya nos hemos especializado tanto que se puede hablar de pasos generales para encontrar la víctima". Cuando se tiene el sitio ubicado y el lugar exacto donde está el secuestrado, se hace una reunión con personal especializado y veloz para dar lo que se denomina un "golpe de mano", en el cual "uno no se puede equivocar ni maniobrar sin decisión". Lo primero que se exige a los familiares del secuestrado es una fotografía reciente de la víctima, con ella el personal de los servicios de inteligencia procede a elaborar un dibujo muy exacto al que le ponen barba y bigote porque se supone que al secuestrado no lo dejan afeitarse. Esa fotografía se le da al jefe del grupo de asalto. "El delito más fácil de cometer es el secuestro", dice Maza. "Claro que las personas acaudaladas en muchas ocasiones no guardan medidas de seguridad. Por ejemplo, los viernes, es el día en que más secuestros se cometen porque el hampa aprovecha cuando los señores van a las discotecas y salen a altas horas de la madrugada sin escolta y sin precauciones se dirigen a la casa".
Con estos procedimientos -y ayudado por su enorme intuición- Maza Márquez ha logrado golpear duramente a la delincuencia organizada. Prueba de ello, aparte de los casos relatados, su precisión se ha visto premiada en hechos tan espectaculares como en el del triple rescate de los industriales Natan Ganinskv, Juan Pascual Martínez y del financista Carlos Pacheco Devia.