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'Pasaje al futuro' se titula el libro publicado por Bilinkis. Foto: Alejandra López

ENTREVISTA

“Es más fácil buscar excusas que cambiar”: Santiago Bilinkis

El economista, emprendedor y conferencista argentino dice que al ritmo que avanza el conocimiento, la población adulta se está desactualizando rápidamente. Recomienda a las empresas que dediquen más tiempo para que su gente aprenda e innove.

18 de noviembre de 2017

La humanidad transita por un momento histórico. La velocidad a la que avanza el conocimiento –con la tecnología y la informática a la cabeza– impone un ritmo de vida diferente al que venían acostumbrados los seres humanos. Hay que adoptar el cambio, sin excusas, pues quien se quede anclado en el pasado se perderá lo mejor del futuro. Estas son algunas reflexiones del economista, emprendedor y conferencista argentino Santiago Bilinkis, quien asistió a Singularity University, institución académica en Silicon Valley, donde estudió junto a los más destacados científicos del mundo.

Recientemente, la ciudad de Buenos Aires lo distinguió como personalidad destacada en el campo de la ciencia y la tecnología. SEMANA dialogó con Bilinkis, quien estuvo invitado por Bancolombia al Bintec, una feria del conocimiento, en la que expertos expusieron tendencias tecnológicas e innovaciones en la banca y en otras actividades económicas.

SEMANA: En el pasado también hubo grandes transformaciones que implicaron importantes cambios. ¿Dónde está la mayor diferencia con el momento actual?

SANTIAGO BILINKIS: Los actuales son tiempos exponenciales. Lo que impone a la vida de hoy un ritmo completamente diferente al que estábamos acostumbrados es la informática que cambia a una velocidad a la que no lo hace ninguna otra tecnología. Claro, hubo otros momentos de cambio en la historia, pero en general era como un salto. De repente, algo que se hacía de cierta manera cambiaba a otra y se generaba una nueva estabilidad. Había un problema en la transición, como en la Revolución Industrial, pero luego volvía un periodo largo de normalidad. Es decir, una vez que se hizo la transición, el mundo volvió a ser estático con reglas nuevas. Ahora el cambio es muy vertiginoso. Ahora el cambio es la nueva normalidad.

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SEMANA: Cambiar parece más difícil para los adultos. ¿Eso qué implicaciones tiene?

S.B.: Los adultos crecimos en un mundo que se movía a una velocidad diferente. Forjamos hábitos, costumbres y maneras de actuar basados en el mundo lento. Cuando la tecnología comenzó a acelerar las cosas, muchos siguieron atados a sus hábitos y esto se refleja cuando toman decisiones sobre su futuro, como si el contexto fuera estático, sin darse cuenta de que todo plan de mediano plazo es para otro mundo. Un buen ejemplo es qué educación le vamos a dar a los hijos, o qué carrera debo estudiar, o qué estrategia debe seguir una compañía. Si uno no lo tiene bien analizado, se la puede pasar tomando decisiones equivocadas. Usando la metáfora de un carro se puede entender mejor. Mientras más rápido marcha, más lejos hay que mirar porque más pronto llegan los obstáculos.

SEMANA: ¿Qué le dice a la gente que se resiste a cambiar?

S.B.: Sí, hay personas que prefieren que no les hablen del cambio. Pero con desconectar la alarma no se apaga el incendio. Tienen que adoptar el cambio como filosofía de vida. Cambiar es como subir un escalón. Si lo hacemos paso a paso, no será difícil hacerlo. Es más fácil buscar excusas que cambiar. Es una reacción muy humana. A veces nos cuesta. Pero, en definitiva, el futuro no te espera. El que adopte esa posición, gradualmente se va quedando afuera de más y más cosas. Si cambiar es arriesgado, prueba no hacerlo. Es más arriesgado aún.

SEMANA: Hay quienes dicen que tampoco hay que cambiar por cambiar, pues si las cosas funcionan bien, para qué modificarlas.

S.B.: Esa era una muy buena recomendación en el mundo de hace 50 años. Para qué vamos a cambiar algo que funciona. Pero en este momento, mi consejo es al contrario, uno debe estar permanentemente destruyendo lo que funciona porque si no lo hace, otros lo harán. De repente, la fórmula que en la década pasada te llevaba al éxito, hoy te condena al fracaso.

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SEMANA: ¿Cambiar implica aprender constantemente para no desactualizarse?

S.B.: Eso es verdad. ¿Cuánto de lo que sabemos hoy ya está vencido? ¿Cuántas horas dedicamos a aprender? Estudios indican que en promedio la población adulta dedica solo 23 horas al año a aprender. Si se compara una persona de 17 años con una de 35, en promedio, la primera dedica 50 veces más horas a aprender que la segunda. De nuevo, antes eso era consistente con un mundo que cambiaba poco. Uno podía aprender en la primera parte de la vida, y ese conocimiento seguía siendo válido y no hacía falta dedicar demasiado tiempo a aprender. Pero al ritmo al que se desactualiza hoy el conocimiento, toda la población adulta esta necesariamente desactualizada. Cuando uno conversa con los adultos, confiesan sentirse inadecuados, que hay cosas de la tecnología que se les escapan y que no son capaces de seguir el ritmo de los cambios.

SEMANA: ¿Cómo hacer para que los adultos dediquen más tiempo a aprender y entiendan que pueden hacerlo?…

S.B.: Es un cambio de actitud. El problema más grande lo tenemos los adultos. No porque tengamos un chip atrasado, sino porque creemos que la etapa de aprender ya pasó para nosotros. La mayoría de adultos tienen teléfonos celulares, pero solo usan el 10 por ciento de las funciones que tienen y viven eso con resignación, otros con desinterés y otros sintiendo que ya no pueden. Dicen que no entienden. Pero la realidad es que no hacen un gran esfuerzo por aprender. Para no vivirlo con resignación y fingir desinterés hay que hacer un gran esfuerzo. Despabilar para que puedan lidiar con los cambios que viven. Yo crecí en los años ochenta, una década musicalmente fantástica. Pero si me quedo estancado me estoy perdiendo todo lo que vino después. Es entendible que me guste volver a escuchar la música de la juventud, pero tengo que hacer un esfuerzo por incorporar lo que la música va trayendo. Si no, nos perderemos lo más interesante que el mundo genera. Cuando uno elige quedarse anclado, se pierde muchas cosas.

SEMANA: ¿Todo esto es más importante para las personas o para las empresas?

S.B.: Las organizaciones están hechas de gente y, por lo tanto, heredan toda resistencia al cambio que tienen los individuos. Pero el problema en las organizaciones se hace más grande, pues, aparte del efecto individual, desarrollan algo parecido a lo que es el sistema inmunológico. La resistencia al cambio individual crea mecanismos colectivos que sofocan a cualquiera que venga a tratar de cambiar la manera como se hacen las cosas. Esto hace muy importante que aquellas organizaciones que quieran ser innovadoras tengan que trabajar para desactivar estos mecanismos. De lo contrario, les pasará lo que a Kodak. Ellos se resistieron al cambio. Hoy lo más importante en la vida de las personas es tomar fotos y ellos ya no están.

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SEMANA: ¿El ritmo al que avanza la vida no crea también niveles de incertidumbre?

S.B.: Vivimos en un mundo cada vez más incierto. Pero quien no se ajuste al cambio, repito, tomará decisiones desacertadas. Si la inteligencia artificial va a destruir montones de trabajo, no significa que todos vamos a estar condenados al desempleo como dicen algunos. Pero quienes ganen y pierdan en esa transición dependerá de su actitud hacia la tecnología y hacia su capacidad de reinventarse. Si estamos conscientes de los cambios, podremos tomar acciones a tiempo. Y esto terminará siendo una oportunidad. Ahora, se discute si es mejor ver el vaso medio lleno o medio vacío y las dos cosas son ciertas. Es bueno tener un poco de preocupación, pero tampoco es sano generar angustias. El balance justo está entre entusiasmo y preocupación.