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El mundo en su laberinto

Hay una leve mejoría de las economías avanzadas y una desaceleración significativa de las economías emergentes. ¿A qué atenernos?

Economista Daniel Niño T, analista de la coyuntura internacional
29 de noviembre de 2014

Se aproxima la mitad de la segunda década del siglo XXI y nuevamente el Fondo Monetario Internacional corrige a la baja sus vaticinios. Al igual que los principales bancos centrales, el FMI ha estado errado desde 2011, pronosticando un crecimiento mayor al después observado.

Esta vez no se trata de una fragilidad temporal pues el Fondo Monetario también redujo el potencial crecimiento en los próximos años. Crecer al cuatro y medio por ciento o superior al cuatro -como antes de la crisis y lo que se auguraba hasta hace poco- es ahora casi imposible.

En cifras, hay una mejoría marginal de las economías avanzadas y una desaceleración significativa de las economías emergentes con lo que resulta muy dudosa la década de oro de América Latina. El futuro es similar al patrón histórico de finales del siglo XX.

Tras crecer al año cerca de 3,3 por ciento desde 2012, el mundo estaría encarrilándose hacia 3,8 por ciento en 2015. El repunte estaría liderado por las economías avanzadas que irían a un ritmo del 2,3 por ciento, gracias a una tasa de incremento del consumo privado de 1,6 por ciento, frente a 0,7 por ciento este año. También es probable ver una leve mejoría en la inversión y una recuperación de la producción industrial, la cual crecería 2,4 por ciento frente a 0,4 por ciento en 2013.

El próximo año, la economía más destacada será la estadounidense con un crecimiento esperado del 3 por ciento, con una mayor actividad en construcción. La euro-zona seguiría siendo la más sensible, con 40 por ciento de probabilidad de una tercera recesión en tan solo 7 años. Pero la recuperación de Francia, la consolidación del repunte observado en España y Grecia y la posibilidad de que Italia salga de su recesión podrían llevarle a crecer cerca de1,6 por ciento en 2015. El Banco Central Europeo tendrá que extremar sus medidas para que las expectativas de inflación aumenten y haya una sensible mejora en la confianza de consumidores y empresarios. Tras las importantes acciones tomadas por el Banco de Japón y la decisión del gobierno de retrasar el aumento del IVA, Japón crecería 1,7 por ciento.

La mejoría sería mucho más dispar en economías emergentes. China tendría un crecimiento cercano a 7,2 por ciento e India repuntaría a 6,3 por ciento pero Rusia y Brasil, con sus problemas cambiarios y de inflación que permanecerán en 2015, continuarían en recesión y estancamiento respectivamente. América Latina apenas crecerá un 2 por ciento.

¿Qué está pasando?

Lo más relevante es que los gobiernos han dirigido sus esfuerzos a gastar pero invierten más bien poco. La falta acumulada de inversión pública y la mayor desconfianza en el futuro tienden a afectar la inversión privada. Los planes de estímulo han sido paliativos de corto plazo, sin una visión estratégica de largo aliento. Los niveles de endeudamiento público y el desempleo no bajan ni los ingresos de los hogares suben en las economías avanzadas a sus niveles de precrisis.

Es claro que sin la capacidad de demanda de las economías avanzadas, el comercio global se ha estancado al igual que su peso en la economía mundial. En esas condiciones, una amplia mayoría de países emergentes ha crecido en los últimos años a través de estrategias de demanda interna. Pero el crecimiento basado en el consumo interno, dependiente del crédito o con cargo a ayudas y subsidios públicos se ha ido agotando como fuente de desarrollo.

Otro asunto también importante es que el lento ajuste de la educación y el entrenamiento para apropiarse del cambio tecnológico están sacrificando la generación de nuevo empleo y de altos salarios. De especial atención es que la relación entre desempleo juvenil y desempleo adulto mundial –recientemente- ha alcanzado un máximo histórico siendo el desempleo juvenil tres veces superior al de los adultos.

A su vez, las muy bajas tasas de interés y las grandes inyecciones de liquidez han tenido efectos desproporcionados en los mercados financieros globales. No es claro que el valor de las acciones se corresponda con el bajo crecimiento económico ni con la tímida evolución en la productividad de las empresas y de sus trabajadores.

Lo que parece más claro es que las ganancias generadas por los mayores precios de las acciones y los bonos han permitido que una minoría global de altos ingresos e importante capacidad de ahorro se haya beneficiado de esta generación de riqueza financiera al punto que la distribución de la riqueza en el mundo y en especial, al interior de todos los países, ha empeorado notablemente.

Uno de los fundamentos de la desregulación que da pie a la globalización es creer que los gobiernos pueden gestionar las economías de mercado para entregar una amplia y equitativa prosperidad. Similar a la primera mitad del siglo XX, las perspectivas de la democracia y de la gobernabilidad se pueden deteriorar con la menor dinámica de la economía global.

Presión global


Dos de los elementos de trasfondo que impactan la realidad mundial son la explosión demográfica y el costo de la energía. Los altos precios de la energía, y en ese sentido del petróleo, ralentizan y deterioran las perspectivas de crecimiento.

Sin embargo, ese el resultado de que las economías emergentes hayan irrumpido en el orden económico mundial al pasar entre 1990 y 2014 del 36 por ciento al 56 por ciento de participación en el PIB mundial, y contribuyan en recientes años con 78 por ciento del crecimiento global.

La creciente demanda de energía del mundo se explica porque en las economías emergentes vive cerca del 86 por ciento de los 7.200 millones de habitantes de la tierra, un creciente porcentaje de familias se han ido transformando en clase media y un grupo importante de personas han salido de la pobreza extrema.

A su vez, el aumento en el precio del petróleo hace parte de los fenómenos que dieron lugar a explosivos niveles de deuda pública y privada en economías avanzadas. Para soportar la fuerte escalada de los precios del petróleo desde comienzos del nuevo milenio se hicieron recortes de impuestos, se otorgaron subsidios y se mantuvieron bajas tasas de interés. Luego, una caída importante en los precios del crudo es un acontecimiento favorable para mejorar las perspectivas económicas globales.

La caída del crudo beneficia económicamente a los principales importadores, es decir, Europa, China, Asia Pacifico, India y Japón. En los casos de India, la eurozona y Japón resulta importantísimo por el peso que tienen esas importaciones en su producto interno bruto. En el caso de Estados Unidos, el segundo mayor importador del mundo, el resultado es menos evidente. La caída del precio le beneficia puesto que cerca de la mitad del petróleo que consume lo importa pero un descenso excesivo del precio puede deteriorarle su creciente autosuficiencia.

En los últimos años, gracias a métodos no convencionales, el país del norte ha aumentado casi en 3 millones de barriles día (mbd) su producción, esto le ha permitido aumentar su consumo de petróleo y por ello importar menos.

La pregunta en boga es ¿qué pasará con los precios del petróleo en el futuro?  El precio del petróleo lo determina al costo del último barril que se puede producir y que inevitablemente se tiene que consumir. En los últimos años la diferencia entre demanda y oferta ha sido de apenas un 0,33 por ciento de la producción diaria y con eso ha bastado para crear grandes variaciones en los precios.

A su vez, menores precios pueden desincentivar nueva producción y fomentar un mayor consumo e incluso desestimular la búsqueda de fuentes alternativas de energía que si sean sostenibles, renovables y baratas.

La viabilidad de los bajos precios de la energía depende de una permanente menor demanda o una sostenida mayor oferta. La primera es una quimera en un mundo de uso intensivo y dependiente de la energía pero es imaginable en el escenario que los países emergentes deshagan mucho de lo andado y conseguido en el nuevo milenio.

La segunda, es una ilusión que las nuevas tecnologías y los métodos no convencionales están introduciendo con éxito. Sin embargo, el mundo reduce sus reservas de petróleo a una tasa cercana al 5 por ciento anual y para compensar esa pérdida tendríamos que producir cerca de 4,5 millones de barriles día nuevos, lo que no está ocurriendo. A la tasa de consumo de petróleo, y su incrementó en los últimos años, el mundo tendría reservas para unos 40 años.

Lo que sí está ocurriendo es que Estados Unidos cuenta ahora con una mayor autosuficiencia y de continuar aumentándola reducirá aún más su déficit comercial. La autosuficiencia del tío Sam, aparte de explicar parte de la creciente divergencia económica con Japón y Europa, explica los rumbos opuestos en política monetaria. Lo que a su vez tiende a explicar el dólar fuerte y el euro así como el yen más débiles.

Posiblemente la caída de los precios del crudo desde julio de 2014 signifique una caída en la inflación mundial y un mayor ingreso disponible que eleve el crecimiento mundial 0,5 por ciento dentro de poco más de un año.

Así las cosas, la Reserva Federal podría considerar que las condiciones domésticas y externas le permiten empezar a retirar el estímulo de muy bajas tasas de interés y que tras una prudente gradualidad el próximo año, en 2016 pueda subir las tasas a un mayor ritmo que el que descuentan hoy los mercados de capitales. Sin embargo, tendrá que afinar mucho sus decisiones. De un lado, porque los bajos precios del petróleo y sus efectos pueden resultar transitorios. De otro, porque debe evaluar la magnitud de la caída de la inflación global y cuándo en ese escenario es mejor subir sus tasas de interés.

Por último y tal vez lo más complejo, el fortalecimiento del dólar, su estatus de moneda reserva y el hecho de que 84 por ciento de transacciones de monedas en el mundo lo involucran, implica prestarle atención a que en el pasado grandes movimientos cambiarios han conllevado a inestabilidad de los mercados y a importantes fricciones financieras.

En estos últimos años la contención de la volatilidad financiera mediante grandes inyecciones de liquidez desde Estados Unidos ha generado no solo bajas tasas de interés globales sino relevante apetito por activos financieros riesgosos en el mundo entero. Está por verse cómo se remueve, así sea sutilmente, este pilar y hasta donde se afina o se pone en jaque la estabilidad financiera mundial.

La creciente influencia de las finanzas globales en la economía mundial y la complejidad de las conexiones y formas de contagio que se evidenciaron con la crisis han resultado ser la principal obsesión de las autoridades económicas globales. En los próximos años está por validarse que tan efectivas resultaron sus medidas.