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EL REGALITO

El plan Brady sobre la deuda externa es por fin una idea en la dirección correcta.

10 de abril de 1989

Desde antes se sabía que el anuncio iba a ser grande. Por eso, la expectativa era enorme el pasado viernes en la noche en Washington, cuando el secretario del Tesoro norteamericano, Nicholas Brady, pronunció un discurso en el cual esbozó las líneas principales de un plan para solucionar el problema de la deuda externa del Tercer Mundo.

De un jalón, Brady aceptó implícitamente que la deuda externa del Tercer Mundo es impagable en sus niveles actuales. Más aún, al proponer la ayuda del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial dentro del esquema es claro que la mayor parte del costo de la idea debe ser asumida por los países industrializados, que son los mayores accionistas de las entidades multilaterales.

El mensaje de Brady constituye un gran avance con respecto a la posición tradicional de los Estados Unidos. Esta se centraba en que las obligaciones contraídas debían pagarse en su totalidad y que para hacerlo, eran indispensables los planes de ajuste económico en los países deudores. El esquema más avanzado hasta la semana pasada era el del Plan Baker, esbozado en 1985 por el actual secretario de Estado norteamericano, el cual planteaba la necesidad de que los flujos de crédito hacia los países en desarrollo se restablecieran. Esa iniciativa, sin embargo, nunca salió del papel debido a que los bancos no estaban interesados en prestar dinero a países que tenían problemas para pagar el que ya debían.

Todo ese planteamiento cambia radicalmente con el Plan Brady. Aunque éste no cuenta todavía con la bendición del presidente George Bush, los observadores consideran que si el problema va a solucionarse alguna vez, el mecanismo tiene que ser similar al propuesto.

Este, hasta donde se sabe, consistiría en la creación de una entidad o un fondo de dinero financiado conjuntamente por el FMI y el BM, con el cual se le daría respaldo a operaciones de compra de deuda a descuento en el mercado. Eso le permitiría a toda una serie de países aprovechar lo que está pasando en los mercados financieros internacionales, donde los pagarés de la deuda del Tercer Mundo se negocian con diferentes grados de descuento, dependiendo del país deudor en particular. Para poner un ejemplo teórico, si un país consigue el dinero prestado para comprar parte de su deuda con un descuento que puede llegar a ser de más del 40%, se ahorraría una cantidad importante de recursos.

En toda la idea falta ver la letra menuda. Es seguro que pasarán varios meses antes de que lo que hoy es un simple prospecto se convierta en realidad. Aún no se sabe la cuantía de recursos que habría disponibles y los términos en que se podria otorgar el dinero. Además, hay duda sobre lo que le va a pasar a los países que -como Colombia se han comportado mejor con los bancos desde el comienzo de la crisis de la deuda en 1982. El gran temor de los observadores es que el sistema que se utilice acabe premiando a países como Brasil, México o Argentina, que se han convertido en el dolor de cabeza crónico de los bancos internacionales. En lo que sí no hay duda es en torno a que Brady está apuntando en la dirección correcta. Al cabo de la que ha sido su peor década en la historia reciente, regiones como la latinoamericana deben comenzar a presionar para que lo que comenzó como un simple discurso, se convierta rápidamente en una realidad. -