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El repunte gaucho

La economía argentina se recupera sorpresivamente de la peor crisis de su historia. La fórmula sería dejar de obedecerle al Fondo Monetario Internacional.

9 de enero de 2005

Las calles de Buenos Aires hablan por sí solas. Muestran, sin medias tintas, la innegable recuperación económica que hoy vive la Argentina. Sólo hay que caminar de noche por Puerto Madero, una típica zona de bares y restaurantes, para tomar nota. Allí, los sitios están repletos de gente y las mesas, llenas de comensales. Más allá, en la atractiva Avenida Alvear, las imágenes se repiten. La Casa Louis Vuitton acaba de inaugurar un nuevo local, a pocas cuadras de Armani y de la renovada tienda de Polo Ralph Lauren. No muy lejos, sobre Figueroa Alcorta y Tagle, están los tres pisos de OR, una casa perteneciente a un holding suizo donde brillan exclusivas marcas de relojes y joyas. Sí, la crisis económica argentina es cosa del pasado. La estabililidad y el crecimiento hicieron volver las marcas top. Ropa, autos, relojes y joyas son algunos de los rubros que más se están vendiendo. Durante 2002 y 2003, muchas marcas internacionales huyeron del país. Ahora, impulsadas por la estabilidad, por el incremento del turismo, por el creciente poder adquisitivo de los ejecutivos jóvenes y el 'regreso' al mercado de los ricos que siempre compraron, el consumo está volviendo a la Argentina. Una categoría donde se ve claramente el repunte de las ventas es el sector de los automóviles de lujo. Audi, el líder del sector, comercializó en 2004 más de 2.500 carros, algo impensable hace dos años, cuando no vendió ni 10 unidades. En el mapa de las marcas internacionales la reapertura de la casa de subastas de arte Christie´s y la inauguración de tiendas europeas que comercializan jeans de 300 dólares son una prueba más de que los argentinos están volviendo a comprar y los bancos, a prestar. Incluso el tango, como negocio, también se ha recuperado. Gracias al repunte del turismo extranjero, las principales tanguerías de Buenos Aires facturaron el año pasado alrededor de 36,5 millones de dólares, según un estudio de la consultora Booz-Allen. Se estima que cada noche 2.000 turistas pagan cada uno un promedio de 50 dólares la entrada a las tanguerías. A tres años de haber declarado el cese de pagos de una deuda de más de 100.000 millones de dólares -la más grande de toda la historia-, que condujo a una devastadora crisis financiera, a una brutal caída del producto interno bruto y a un disparo del desempleo y la pobreza, Argentina camina de nuevo por la senda del crecimiento. El país austral lleva ya dos años consecutivos creciendo al 8 por ciento, sus exportaciones se han multiplicado, la moneda es estable, la inflación ha descendido a niveles récord, el desempleo ha bajado, los inversionistas están regresando paulatinamente y las reservas de moneda extranjera están en 19.500 millones de dólares, su nivel más elevado desde que estalló la crisis en diciembre de 2001. ¿A qué se debe tan impresionante repunte? Sin duda, a factores externos como la fuerte demanda de China y de Estados Unidos, que impulsó el comercio y dio lugar a la subida de los precios de los productos básicos -el petróleo, el carbón, los metales y la soya-. Han sido definitivas, también, las bajas tasas de interés internacionales porque atraen los capitales hacia los llamados países emergentes en busca de mejores retornos. Sin embargo, lo más llamativo es que más allá de todo esto, la recuperación económica de Argentina se debe principalmente a que "ha ignorado e incluso desafiado las recetas del Fondo Monetario Internacional", como elogió el diario The New York Times en un artículo de primera plana publicado el domingo 26 de diciembre. El prestigioso diario neoyorquino destaca que en lugar de pagarles a sus tenedores de bonos, bancos privados y el FMI, como hicieron otros países que atravesaban crisis menos severas, el gobierno argentino prefirió primero "alentar el consumo interno". Del infierno al paraíso Cuando la economía argentina colapsó, en diciembre de 2001, abundaban los vaticinios pesimistas. La mayoría de los expertos consideraba que, a menos que el país adoptara las políticas económicas ortodoxas y llegara rápido a un acuerdo con sus acreedores externos, se desataría una hiperinflación, el peso perdería todo valor, no llegarían más inversiones, las reservas desaparecerían y la economía no crecería. Desafiando todas las proyecciones y haciendo caso omiso de las recomendaciones del FMI, las autoridades australes optaron por no pagar su deuda externa. La idea del gobierno argentino era concentrar todos sus esfuerzos y recursos en la reactivación de la demanda interna, como motor de la economía. Una medida que acompañó con una devaluación de su moneda con el fin de aumentar la competitividad de sus exportaciones y corregir los desequilibrios en su balanza de pagos. Los resultados de esa decisión hoy saltan a la vista y avalan el argumento del diario neoyorquino: desde comienzos de 2002, cuando Argentina atravesaba la peor etapa de la crisis, se han creado más de dos millones de puestos de trabajo, el desempleo ha bajado del 20 al 13 por ciento y la pobreza ha disminuido del 53 al 43 por ciento. Los ingresos por recaudo de impuestos el año pasado fueron un 94 por ciento superiores respecto de los de 2002 y un 36 por ciento por encima de los de 2003. En materia de inversiones, las cosas van viento en popa. Toyota, por ejemplo, invirtió 200 millones de dólares en 2002, en plena crisis y con el default ya declarado. Lo mismo hicieron las brasileñas Petrobrás y Ambev. La primera compró un paquete de acciones en una importante petrolera argentina y la segunda adquirió Quilmes, la marca número uno de cerveza en el país austral. Hace un mes, la China anunció que planea invertir 20.000 millones de dólares en Argentina durante los próximos 10 años. "Es un evento histórico llamativo que desafía 25 años de políticas fallidas del FMI. Mientras otros países se arrastran, la Argentina disfruta de un crecimiento muy sano sin señales de que sea no sustentable", dijo al diario estadounidense Mark Weisbrot, economista del Center for Economic and Policy Research, un grupo de estudios liberal en Washington. ¿Hasta cuándo durará la fiesta? Nadie lo sabe aún. El director del Fondo Monetario Internacional, Rodrigo Rato, ha dicho que la reestructuración de la deuda argentina es un asunto muy importante para que el crecimiento económico de ese país pueda alcanzar su potencial y dejar atrás definitivamente los problemas sociales y económicos de los últimos años. El FMI advierte en su último informe sobre las perspectivas económicas mundiales para 2005 que aunque la recuperación económica en Argentina continúa, es imperativo que se adelanten las reformas estructurales que han sido aplazadas. Por esta causa estima que el crecimiento de Argentina se desacelerará de casi 8 por ciento en 2004 a 4 por ciento para este año. En medio de las presiones para que resuelva la situación de su abultada deuda con acreedores privados, el presidente argentino, Néstor Kirchner, continúa acusando al FMI de entrometerse en el manejo de su economía. "La Argentina trata de batirse para dar respuesta a sus grandes temas y cada tanto nos encontramos con dirigentes de organismos internacionales que nos tienen que decir qué tenemos que hacer", dijo recientemente en respuesta a la difusión del informe sobre las perspectivas económicas del Fondo para este año. De momento parece haber entre los argentinos y su dirigencia la conciencia de que ni el modelo del 'Consenso de Washington' ni la tutela del FMI dirigirán el país. Esto se manifiesta en la posición asumida por el gobierno argentino según la cual, contrario a otros países y a lo impuesto por el sector financiero internacional, la llamada 'deuda social' es la prioridad absoluta, por lo que la deuda externa pierde prelación. Solo el tiempo permitirá confirmar si tenía razón.