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EL SUPER NEGOCIO

La venta de RJR Nabisco por 25 mil millones de dólares es el negocio más grande del mundo.

9 de enero de 1989

Fue, senscillamente, la subasta más millonaria en la historia de la humanidad. Quizás por eso, la tranquilidad no había vuelto a Wall Street la semana pasada, después de que se supo que un par de primos habían decidido comprar una de las 20 compañias más grandes de los Estados Unidos, por la nada despreciable suma de 25 mil millones de dólares. No es para menos. Semejante cantidad de dinero equivale a la deuda externa combinada de todos los países centroamericanos (con excepción de México), más la de Bolivia, Jamaica y Uruguay o, si se quiere, al producto nacional bruto de Perú o Portugal durante todo un año.
Y es que ese fue el precio pagado por KKR (Kohlberg Kravis Roberts and Co.) para adquirir todas las acciones de RJR Nabisco, un conglomerado industrial tabacalero-alimenticio que controla marcas tan poderosas como los cigarrillos Camel y Winston, las galletas Oreo y los enlatados Del Monte. En medio de una intensa puja que a veces alcanzó ribetes hollywoodescos, Henry Kravis y George Roberts -dos primos de 44 y 45 años de edad, respectivamente- convencieron a la junta directiva de RJR Nabisco de aceptar su oferta de compra, por encima de la que hizo un grupo liderado por el presidente de la compañía, el canadiense Ross Johnson.
Con el veredicto favorable a KKR se cerró el primer capítulo de un novelón comenzado el pasado 19 de octubre, cuando el mismo Johnson sorprendio a los miembros de la junta directiva de la empresa con el anuncio de que él y siete ejecutivos más deseaban -con el apoyo de una firma de Wall Street- comprar los 227 millones de acciones de la compañía a un precio unitario de 75 dólares por acción. Según se lo explicó a los directivos, Johnson deseaba recompensar a los accionistas pagándoles casi 20 dólares más por título, frente a la cotización de este en la bolsa, al tiempo que anunciaba una serie de planes de reestructuración del conglomerado.
El espíritu de la propuesta reflejó el mecanismo que los especialistas conocen como un leveraged buyout o LBO, según el cual un grupo de inversionistas ofrece pagar por una compañía una suma determinada de dinero, pero donde únicamente la cuota inicial sale del bolsillo de los compradores. El resto se obtiene de préstamos bancarios (donde se entregan como garantía los activos de la compañía que se compra) y de la emisión de bonos de alto riesgo que normalmente pagan una tasa de interés muy superior a la del mercado. Una vez cerrado el trato, los nuevos dueños empiezan a vender divisiones de la compañía para pagar parte de las deudas, al tiempo que tratan de recortar costos y despedir empleados. Al cabo de varios años, si todo sale bien, los nuevos dueños venden sus acciones en la bolsa, con lo cual amasan increíbles utilidades.
La práctica ha sido ensayada repetidamente en los Estados Unidos a lo largo de esta década. Sin embargo, nunca antes alguien había propuesto una operación de tal magnitud. Pocos días después del anuncio de Johnson, los especialistas calcularon que el canadiense podria ganarse una fortuna cercana a los mil millones de dólares al cabo de unos cinco años.
Semejante noticia molestó muchísimo a varios miembros de la junta que en un comienzo creyeron en el desinterés relativo del canadiense. Como consecuencia un comité de cinco directivos invitó a "todos los interesados" a hacer una oferta por la compañía. Los primeros en responder al llamado fueron los hombres de KKR la firma de Wall Street considerada como la número uno en el tema. Poco después el turno le correspondió a la First Boston Corporation que, en asocio con un par de millonarios, decidió ingresar en la puja.
La entrada de más interesados en la pelea hizo subir el nivel de las apuestas. Al cierre de una primera ronda, el 18 de noviembre, el grupo de Johnson ofreció 100 dólares por acción. No obstante, la junta directiva decidió convocar una segunda "puja" para el 29 del mes pasado, fecha en la cual se llegó a la hora de la verdad.
A todas estas la gente de KKR se encargó de demostrar que en el mundo de los negocios todavía hay campo para la astucia. Días antes de la fecha límite para entregar las últimas ofertas, la compañía divulgó el rumor de que ya no estaba interesada en RJR Nabisco e incluso sus dos dueños Kravis y Roberts, salieron de Nueva York diciendo que se iban de puente, mientras que -en secreto- decenas de especialistas se quedaron puliendo los detalles de la oferta.
Como consecuencia, Johnson y sus socios creyeron que ya todo era "pan comido". Horas antes de la entrega de las propuestas ya algunos estaban cantando victoria y, en consecuencia, la oferta de compra sólo se incrementó en un dólar, hasta 101 dólares por acción. Esos mismos ejecutivos fueron sorprendidos cuando KKR presentó un plan que incluía el pago de 106 dolares por acción.
Cuando Johnson y sus asesores supieron la noticia, consiguieron convencer a la junta de extender el plazo e hicieron una contraoferta que se elevo hasta los 112 dólares por acción. KKR no se demoró en responder y a las 9 de la noche del 30 de noviembre entregó su "apuesta" final, con la advertencia de que sólo esperaría 30 minutos la respuesta. Cinco minutos antes de que se cumpliera la media hora, los directivos pidieron una pequeña prolongación y en cuestión de minutos Kravis y Roberts fueron llamados a un cuarto donde un abogado les entregó firmado el arreglo.
Con esa entrega quedo sellada la venta más grande de la historia del capitalismo. Sin embargo, cuando al otro día se supieron los detalles de la negociación, los sorprendidos analistas descubrieron que KKR había triunfado pagando tres dólares menos por acción que el grupo de Johnson. Enojado, un ejecutivo del bando perdedor sostuvo que "fuimos víctimas de la trampa".
A pesar de esa acusación, todo parece indicar que las razones del veredicto estaban fundamentadas. En términos financieros, los analistas dijeron que las ofertas de ambos grupos eran "sustancialmente iguales" y frente a eso la junta incorporó otros criterios. En primer lugar, Johnson fue castigado por lo que se interpretó como un "exceso de codicia". Aparte de todo el dinero que se podía ganar (al final el canadiense sostuvo que su parte era de "sólo" 100 millones de dólares), mucha gente consideró injusto que ofreciera en un comienzo 75 dólares por acción, cuando al final se vio que estaba dispuesto a pagar un 50% más. Adicionalmente, la propuesta de KKR fue considerada de mejor manera debido a que Kravis y Roberts se comprometieron a vender el menor número posible de activos y a proteger a los empleados que pudieran perder su trabajo. En prueba de eso KKR nombro a un antiguo presidente de RJR como el nuevo comandante en jefe de la compañía.
Ya con esa decisión tomada, el paso siguiente fue el de probar que el negocio fue en realidad bueno. A lo largo de la semana pasada varios mensajes de KKR sugirieron que, aun por 25 mil millones de dólares, la compra fue una ganga.
Y eso es lo que está por verse. Por ahora los nuevos dueños están en el proceso de conseguir el dinero, pues sólo 1.500 millones de dolares van a salir directamente de las arcas de KKR, que recibe depósitos del público con ese fin. El resto se va a dividir entre una emisión de bonos por 5 mil millones de dólares (la más grande hasta la fecha) y préstamos bancarios.
Lo que sigue es cuestión de suerte y de habilidad. Como dijera un especialista "KKR tiene que probar que las partes valen más que el todo" A pesar de la buena trayectoria de la firma, más de un analista se pregunta si esta vez las cosas no habrán ido demasiado lejos.
Esa duda es compartida actualmente en otros sectores. La semana pasada algunos miembros del Congreso y de la administración se quejaron de la "locura" de estas compras multimillonarias que en términos reales no le dejan ningún beneficio a la economía. En cambio, ciertos académicos miran con preocupación el impresionante crecimiento del endeudamiento de las compañías, que ha pasado de algo más de un billón de dólares en 1983 a más de 1.8 billones este año (aproximadamente dos veces la deuda de todos los paises en desarrollo). Los expertos afirman que si eventualmente las tasas de interés comienzan a subir (como parece ser la tendencia) o si el crecimiento de la economía norteamericana disminuye, ,es probable que algunas compañías no tengan con qué pagar sus obligaciones.
Esa posibilidad, claro está, es rechazada por la gente de KKR.
Acostumbrados a tener éxito en operaciones similares, los dos primos aseguran que todo está bajo control y que los inversionistas en su firma pueden estar tranquilos. Aparte de las generosas comisiones que ambos deben recibir (unos 70 millones de dólares), los financistas se están jugando su prestigio y su futuro, apoyándose en su larga experiencia en el asunto.
En cuanto a Ross Johnson, el ahora ex presidente de RJR Nabisco, tiene algunos consuelos. Entre otros el de la venta de 235.535 acciones de la compañía, que le reportarán 25.7 millones de dólares, al igual que el de recibir su salario de 1.7 millones de dólares anuales hasta 1991.
En este escenario, quienes acabarán pagando la cuenta serán todos los norteamericanos. Los especialistas consideran que el fisco dejará de recibir hasta 5 mil millones de dólares en impuestos por cuenta de las deducciones que se hagan de los intereses pagados. El resto provendrá de mayores precios en los productos de RJR Nabisco, pues la empresa domina ampliamente varios mercados. Si eso es bueno o malo, es cosa que todavía se discute. Lo que pocos dudan ahora es que uno de estos días alguien intente quebrar el récord establecido por KKR, porque después de lo sucedido todo es posible y mucho más si en esto hay millonarios que tienen el ego tan gordo como la chequera.