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EN BARRENA

México devalúa por segunda vez en 1982.

20 de septiembre de 1982

Las agencias internacionales han gastado mucha tinta y papel en la noticia. Méjico, uno de los países con mayores tasas de crecimiento económico en los últimos tiempos, realizó la segunda devaluación de su moneda en el presente año, poniendo al descubierto las verdaderas magnitudes de la crisis interna.
Una política de este tipo tiene efectos inmediatos de características espectaculares. A ellas se han referido con detalle los cables internacionales desde el día en que el presidente López Portillo, en la recta final de su gobierno, anunció la adopción de la medida. Muchos comerciantes de las ciudades localizadas en la frontera con los Estados Unidos cerraron sus tiendas. Cuando hubo que pagar más pesos por dólar, sus importaciones y artículos de contrabando se volvieron más caros.
También se perjudicaron los turistas. La mayoría de ellos, al dejar el país, quería devolver, como siempre sucede, los pesos mejicanos sobrantes, inútiles en sus países de origen. Al volver a comprar dólares, lo tuvo que hacer entregando, por cada uno, muchos más pesos de los que había recibido al llegar. Por otra parte, quienes tienen deudas en los Estados Unidos se sumaron al descontento por la medida: ahora tendrán que conseguir más pesos mejicanos para alcanzar el volumen de dólares necesario para pagar las cuotas.
Y bien, ¿a quién favorece entonces la medida? Hay un beneficiario indirecto, "accidental": las personas que han sacado dinero del país para invertirlo en valores del mercado norteamericano. Ellos, al despertarse ese día 6 de agosto, encontraron que sus ahorros en dólares habían aumentado su valor en pesos. Pero lo que buscaba el gobierno, naturalmente, tenía un sentido muy distinto. Méjico atraviesa por una crisis económica muy grande, cuyo origen se debe al descenso de las exportaciones de petróleo (tanto en valor como en volumen). Dado que el país recibe por concepto de esa venta más del 70% de sus dólares, la baja se reflejó en escasez de las divisas necesarias para las importaciones que requiere el país. Ello obligó al Gobierno a devaluar en febrero último, lo que generó, a su vez, expectativas de una nueva devaluación, fomentando la fuga de capitales en un grado preocupante. Entre febrero y junio del presente año se calculó que US$ 12 millones diarios salieron del país en busca de las altas tasas de interés de los Estados Unidos.
En 1976, durante el mes de diciembre, se descubrieron en el Golfo de Méjico grandes depósitos de petróleo. Como la producción petrolera pertenece al Estado, el gobierno tuvo en sus manos una capacidad de manejo totalmente discrecional, situación que fue utilizada para empujar vigorosamente la economía en el corto plazo. Méjico, de ser el 15° productor de carbohidratos en el mundo, paso a ser el 4°. Las entradas de dólares aumentaron astronómicamente. En 1977 llegaban a US$ 1.000 millones al año, y en el 81 a los US$ 15.000 millones.
Se aumentaron así las reservas internacionales, lo que sirvió como garantía para que, tanto el sector privado como el sector público, adquiriera un enorme endeudamiento 60.000 millones de dólares. En monedas extranjeras, el gobierno, por su parte, duplicó en 1980 el valor de la inversión en Obras Públicas. Los efectos multiplicadores hicieron que gracias a la bonanza, Méjico tuviera los mejores índices de comportamiento económico de su historia reciente: entre 1976 y 1980 la economía creció a un ritmo promedio de 8% anual, con el consiguiente aumento del nivel de empleo. Y ello ocurría en el mismo momento en que la economía mundial padecía las dolencias de la recesión del 75.
Pero pronto llegó el fin de la fiesta. La destorcida, como se dice en Colombia, llevó a las consecuencias del cuento de Cenicienta, "todo volvió a ser como antes". Inclusive peor. Fue entonces cuando las tasas de interés en los Estados Unidos subieron con el modelo económico de Reagan y empezaron a atraer a los capitales mejicanos. Los precios del petróleo bajaron por la incapacidad de los países de la OPEP para conciliar sus intereses encontrados, y las exportaciones disminuyeron por las campañas mundiales de ahorro energético que se han reflejado en la demanda. El gobierno se vio obligado, entonces, a contraer drásticamente su presupuesto, a imponer restricciones a las importaciones para evitar la salida innecesaria de dólares y a efectuar una primera devaluación, en febrero pasado.
Pero la medida no fue suficiente. La actividad económica ha venido bajando, al tiempo que la inflación de los últimos 6 meses (38%) fue mayor que la de todo el año pasado. La deuda externa alcanzó los 60.000 millones de dólares y el déficit de la balanza comercial los 4.800.
Ante tal situación, el gobierno de López Portillo se sintió en la necesidad de devaluar otra vez. Impuso un control de cambios que sólo le permite al Banco Central la venta de dólares para las importaciones que se consideran esenciales. Estos dólares se mantienen más o menos al mismo precio que tenían antes del 6 de agosto (49 pesos). Pero estableció también un mercado libre, donde tendrán que comprar sus dólares los turistas, los especuladores del mercado norteamerieano y los importadores de bienes suntuarios, cuyo precio será fijado por la oferta y la demanda. Este dólar "negro" se disparó, como era obvio, por la escasez, el mismo día en que fue anunciada la devaluación: de 49 pesos pasó a 70.
La actitud tomada por el Presidente López Portillo busca clarificar la situación económica para la llegada al poder de su compañero de partido Miguel de la Madrid, el próximo mes de diciembre. Se espera un efecto favorable sobre la balanza comercial, y reflejará en los mercados internacionales un comportamiento más racional de los agentes, dadas las características de la situación económica del país. Pero, como siempre, la política implantada, no está exenta de riesgos. Por un lado, mayor inflación y por otro, las conocidas consecuencias de dos tasas de cambio: sobrefacturación de importaciones subsidiadas para vender los dólares en el mercado negro.