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Mercado Bursatil

En busca de la bolsa perdida

Con la emisión de acciones de la ETB revive en Colombia el capitalismo popular, una tradición que fue muy arraigada hace unas décadas.

18 de mayo de 2002

Para los jovenes la venta masiva de acciones de la ETB que se está llevando a cabo por estos días puede parecer una auténtica novedad. No lo es tanto, sin embargo, para quienes alcanzan a recordar que en Colombia hace unas décadas se usaba mucho que las personas de todos los estratos invirtieran sus ahorros en acciones y que las empresas financiaran sus ensanches mediante emisiones abiertas al público. Esta tradición de capitalismo popular se fue perdiendo con el tiempo. No obstante, experiencias recientes de democratización, como las de ISA y ETB, hacen pensar que las cosas podrían cambiar y que el mercado accionario, que es clave para el desarrollo del país, podría volver por sus fueros.

"La de las acciones en Colombia es una historia larga y triste", comenta el ex ministro Carlos Caballero Argáez, quien también fue presidente de la Bolsa de Bogotá. La época dorada de la bolsa, añade, fue entre los años 30 y 50, cuando las acciones eran el papel estrella. En ese entonces no se usaban los CDT o las cuentas de ahorro y por ello era normal que la gente del común invirtiera sus recursos en participaciones minoritarias en las compañías. Para estas últimas la bolsa era la única fuente de financiación. Industrias enteras, como el cemento, las bebidas o la banca, nacieron y crecieron entonces a base de la emisión de títulos. De ahí que la propiedad de las grandes compañías fuera muy dispersa (no tenían un dueño).

Las cosas empezaron a cambiar para mal en los años 50, cuando se estableció la doble tributación (las ganancias de las empresas se empezaron a gravar antes y después de repartir dividendos). Como consecuencia, cayeron las transacciones bursátiles y los precios de las acciones. De otro lado, para protegerse de los impuestos, las compañías empezaron a crear filiales para mantener las utilidades escondidas de alguna manera (en ese entonces no existían las normas de ahora, que las obligan a consolidar sus balances). A todo esto se sumó en los años 70 la creación del Upac, que se convirtió en el instrumento de ahorro preferido de los colombianos. Las empresas, por su parte, encontraron en el crédito una buena fuente de financiación y tampoco se volvieron a interesar en la bolsa.

En esas estaba el mercado accionario cuando llegó la época de las llamadas tomas hostiles, cuando el Grancolombiano y otros grupos encontraron la manera de apoderarse de compañías tradicionales que cotizaban en bolsa. De un momento a otro las empresas que no tenían dueño empezaron a tenerlo, bien fuera porque quedaban en manos de los grupos económicos o porque sus socios originales concentraban la propiedad ante el temor de perder el control de ellas. Hay que recordar que a principios de los 80 las principales empresas de Medellín comenzaron a comprarse entre sí las acciones para poderse defender de las tomas hostiles, lo que dio origen al Sindicato Antioqueño.

Así, Colombia pasó de tener un capitalismo popular relativamente extendido y una propiedad dispersa de las compañías a tener una bolsa diminuta y unas empresas de pocos dueños. Un dato lo resume todo. En los años 50 las acciones daban cuenta de 70 por ciento de las transacciones de la bolsa. Hoy en día no llegan al 1 por ciento (lo que se transa son TES y CDT).

Hoy en día es evidente que muchas de las cosas que en el pasado atentaron contra el mercado accionario han cambiado. La doble tributación se eliminó en tiempos de Virgilio Barco. De otro lado, con la recesión del 99 y la devaluación, los grupos económicos entendieron que la mejor estrategia no es invertir todos sus recursos en un solo país y en muchos sectores sino más bien concentrarse en unos pocos negocios, pero a escala internacional. Hay que ver la cantidad de empresas que ha vendido o cedido el Grupo Santo Domingo en Colombia (Corfinorte, Sofasa, Presto, Vise, Serdan) para concentrarse en las cosas que sabe hacer, como la cerveza, mediante las agresivas inversiones de Bavaria en el exterior. De manera que las tomas hostiles ya no están en la lógica de los grandes grupos. Una evidencia de ello sería que el Sindicato Antioqueño ya empezó a desmontar su histórico 'enroque'.

Quizá más importante es la lección que les dejó la década de los 90 a los empresarios colombianos: no hay nada más peligroso que crecer a base de deuda exclusivamente. La combinación de recesión con altas tasas de interés y devaluación se llevó por delante muchas compañías que estaban muy mal financiadas (demasiadas obligaciones a corto plazo o excesiva deuda en dólares). Les fue mejor a las que acudieron en mayor medida a la fuente más segura de recursos (el capital de los accionistas). Por eso quienes abogan por el desarrollo del mercado accionario no lo hacen por nostalgia. Su principal razón es que las emisiones abiertas de títulos multiplican la capacidad de crecimiento de las compañías, como lo demuestra la experiencia de los países desarrollados.

"El escenario hoy es definitivamente propicio para que las acciones se vuelvan a desarrollar. Sobre todo en el nuevo entorno de inflación y tasas de interés bajas y con la disponibilidad del ahorro de largo plazo que manejan los fondos de pensiones, explica Augusto Acosta, presidente de la Bolsa de Colombia. El requisito fundamental es que uno pueda confiar en los emisores de acciones", añade.

La confianza es, en efecto, fundamental, como quedó claro en el mundo después de Enron. En ese sentido una de las innovaciones más importantes que ha habido en Colombia son los códigos de buen gobierno. Mediante éstos las compañías se obligan a definir las reglas de juego con respecto a los derechos de los accionistas minoritarios. Por ejemplo, en su código la ETB les permite a los minoritarios tener dos representantes en la junta directiva cuando por ley sólo les correspondería uno. Esto les da derecho de veto en las decisiones más trascendentales de la compañía (fusiones, escisiones, etc.).

Al poner a disposición del público dos empresas rentables y bien manejadas, como son ISA y ETB, el gobierno nacional y el Distrito de Bogotá han dado un paso importante para incentivar otra vez en Colombia el capitalismo popular. Pero harán falta muchas más emisiones abiertas, y también de empresas privadas. Hay razones para creer que éstas llegarán, pero muy lentamente. Al fin y al cabo generar confianza es algo que tarda años.