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ESPANTANDO CULEBRAS

Se intensifica la polémica sobre la renegociación de la deuda colombiana.

13 de julio de 1987


Es una culebra cuya cola le cuesta al gobierno central más de 225 mil millones de pesos al año. Por eso, cuando la semana pasada el contralor general de la nación, Rodolfo González, volvió a referirse al tema del servicio de la deuda externa e insistió en que Colombia debe renegociar sus compromisos con la banca extranjera, no faltó quien le diera la razón.

La explicación es sencilla. A pesar de tener uno de los niveles de deuda más bajos dentro del contexto de las economías latinoamericanas, el país corre el riesgo de verse "colgado". De cada peso de que dispone el sector central, unos 25 centavos se le van en pagar los intereses y el servicio de la deuda, lo cual implica el sacrificio de recursos que podrían destinarse a los programas banderas del gobierno.

Los números
El problema se agrava si a lo anterior se le suma que, tal como están las cosas, el país no dispone de los dólares suficientes para cancelar sus obligaciones. De los 15 mil millones de dólares que debía Colombia al finalizar 1986, el país tiene que pagar --por sólo concepto de amortizaciones--unos 7 mil millones de dólares entre 1987 y 1990. Como adicionalmente hay que pagar intereses por unos 6.400 millones de dólares en el mismo período, a menos que cayeran dólares del cielo, es imposible que Colombia pueda pagar lo que le corresponde, con escasos 3 mil millones de dólares en reservas internacionales y a pesar de que el país vende en el exterior más de lo que compra.

Frente a ese callejón, hay dos salidas. La primera es la que ha escogido el gobierno y ésta consiste en conseguir más préstamos para reemplazar los que se pagan y adicionalmente financiar unas cuantas obras. Según los cálculos del Ministerio de Hacienda, se requiere que entre 1987 y 1990 entren 2.325 millones de dólares en promedio cada año, para que a Colombia le alcance el dinero. De esta suma unas dos terceras partes deben salir de préstamos hechos por las entidades multilaterales como el Banco Mundial y el BID, así como por préstamos de proveedores y gobiernos, y de ingresos por concepto de inversión extranjera. El saldo--unos 800 millones de dólares-- se debe conseguir con los bancos comerciales internacionales.

Es este último renglón el que más preocupa. Los problemas recientes entre los países latinoamericanos y los banqueros, hacen pensar que Colombia va a sufrir otra vez las consecuencias de un mal vecindario. A pesar de que el país es prácticamente el único en la región que ha cumplido con sus compromisos internacionales, se teme que esa buena historia no sea suficiente para convencer a los bancos de que otorguen los créditos que se les piden. Lo hecho recientemente por los más grandes bancos norteamericanos, en el sentido de aumentar sus reservas contables para protegerse de un eventual no pago de parte de la deuda latinoamericana, hace pensar que los banqueros no están dispuestos a seguir echando tierra en el mismo hoyo.

Frente a esa alternativa, tanto el contralor como la mayoría del Partido Conservador han insistido en la otra posibilidad: la renegociación de la deuda. Al hacerlo, el país se reuniría con los bancos y cambiaría los términos de los créditos que se le vencen, tanto en amortización de capital, como en plazo e intereses. Esa es la manera como han sobrevivido hasta ahora las economías latinoamericanas. En lo que se ha convertido en un círculo vicioso, cada vez que un país se ve en dificultades, declara que no puede pagar sus deudas y se sienta a renegociar. El mecanismo a veces es ventajoso. En los casos de México y Argentina (los más grandes últimamente), ambos países han logrado los términos más favorables de la historia en la renegociación de sus deudas.

Con ese precedente, la propuesta de que Colombia renegocie se basa en que el país logre diferir una serie de pagos al exterior. Debido a que un gran número de los créditos que tiene el país fueron contratados a principios de la década, una buena parte de las amortizaciones tiene que hacerse ahora. Mientras que en 1985 las amortizaciones anuales fueron de 750 millones de dólares, en 1987 éstas serán de más de 1.400 millones y en 1990 estarán por encima de los 2 mil millones de dólares.

Frente a esa circunstancia, se está pidiendo que Colombia renegocie para que se pueda disminuir el volumen de amortizaciones. Si eso sucediera, el contralor estima que se liberarían hasta 100 mil millones de pesos al año, con lo cual, por ejemplo, se tendrían más recursos para el plan de erradicación de la pobreza.

El problema, sin embargo, es que los resultados no son tan buenos. Aunque el gobierno reconoce que una renegociación reduciría el servicio de la deuda; permitiría mejores términos financieros; y haría automático el ingreso de recursos, sostiene que a cambio sufriría perjuicios considerables.

Pros y contras
En primer lugar se insiste en que la diferencia, en términos cuantitativos, no es significativa. Los últimos préstamos que ha obtenido Colombia están apenas por encima del costo en que han incurrido otros países. A cambio, si el país entra a renegociar los créditos de exportación, los seguros y las cartas de crédito se vuelven mucho más costosos, debido a que el país bajaría de rango de calidad ante los bancos internacionales. Además, una renegociación implica una moratoria, mientras se terminan las conversaciones. Si hay un retraso, el país se vería obligado a pagar intereses de mora, lo cual acaba borrando las posibles ganancias que se obtuvieran.

Más preocupante aún es el hecho de que, debido a aspectos meramente institucionales, es complicado que si Colombia renegocia la deuda, los recursos se puedan transferir. En otras palabras, las empresas del Estado que dejan de pagar los créditos no son las mismas que los necesitan. Aparte de lo anterior, una renegociación implica que el país tendría que garantizar todos los créditos que se le hagan, lo cual es imposible legalmente. Por último, existen acuerdos especiales con el Fondo Monetario, con el Club de París y con varios gobiernos, que tendrían que ser rotos por la renegociación. Tal como dijera el director de Crédito Público Mauricio Cabrera en una reciente reunión en Fedesarrollo "en conjunto, los costos pueden ser mayores que los beneficios". Esa opinión es compartida por expertos internacionales. El viernes pasado el especialista peruano Pedro Pablo Kuczynski, presidente del First Boston Corporation, dejó en claro que una renegociación de la deuda colombiana tendría un efecto "negativo".

Obviamente, la última palabra la acabarán dando los banqueros internacionales. Si a pesar de las buenas intenciones de Colombia el mercado del crédito está cerrado, el país no tendría ninguna, alternativa diferente a la moratoria y a la renegociación. Por el contrario, si la banca accede a entregar los recursos, habrá fondos necesarios, no sólo para atender los pagos, sino para financiar los programas prioritarios del gobierno.

En esa la partida que la administración aspira a ganar. La misión del equipo económico que regresó la semana pasada de una gira por los principales centros financieros del mundo, llegó francamente optimista y confía en que esta semana, en Nueva York, una reunión con los principales bancos permita sentar las bases para que Colombia reciba 1.100 millones de dólares en créditos, en los próximos meses. Tal como lo dijera un economista del Ministerio de Hacienda "hasta ahora no se ha demostrado que el mercado esté cerrado para Colombia".--