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ESTORNUDA EL GIGANTE

La devaluación en Brasil sacudió las bolsas mundiales y luego, sorprendentemente, <BR>propició su recuperación.

15 de febrero de 1999

la semana pasada ocurrió lo que la mayoría de los analistas de los mercados financieros
internacionales venían anticipando hace año y medio. El miércoles a primera hora Brasil anunció una
modificación de su banda cambiaria lo cual se tradujo en una devaluación del 8,3 por ciento de la moneda
_el real_ frenteal dólar estadounidense. La noticia se esparció rápidamente por el mundo y, como era de
esperarse, causó estragos en los mercados bursátiles desde Argentina hasta Singapur, pues la devaluación
brasileña truncaba la breve luna de miel que habían experimentado las principales bolsas del mundo desde
octubre.
La respuesta al interrogante de todos los observadores sobre si la nueva banda se mantendría no se hizo
esperar. Después de experimentar pérdidas de reservas de 1.000 millones de dólares el miércoles y de 2.000
millones el jueves, el Banco Central del Brasil decidió el viernes en la mañana abandonar la nueva banda y
dejar, al menos temporalmente (el lunes se anunciará la nueva política cambiaria), que el real flotara
frente al dólar. Ante esta noticia los inversionistas inicialmente incrementaron sus ventas de reales,
llevando la divisa a un récord histórico de 1,55 por dólar. Sin embargo, a medida que los ánimos se calmaban
y el mercado percibía que el real alcanzaba un nivel adecuado desde el punto de vista fundamental, la
tendencia se volteó y la divisa cerró la jornada a 1,41 por dólar.
A diferencia de lo que ocurrió con la medida del miércoles, la decisión de dejar flotar el real el viernes
produjo una reacción positiva en los mercados bursátiles en Brasil y en el mundo entero. El índice de la
Bolsa de Valores de Sao Paulo (Ibovespa) cerró la jornada con un incremento del 33,4 por ciento
(equivalente a un 25 por ciento en dólares). En América Latina las bolsas de México y Buenos Aires _las
más castigadas por los inversionistas el miércoles_ subieron 7,8 y 12,3 por ciento respectivamente, mientras
que la de Bogotá lo hizo en un modesto 0,4 por ciento.
A primera vista parece paradójico que las bolsas brasileñas hayan subido, incluso en términos de dólares,
después de la segunda devaluación (mayor en términos porcentuales que la primera, la cual causó el efecto
contrario). Después de todo la caída en la cotización de una moneda hace que el valor de los activos
denominados en la misma disminuya. No obstante la lectura que se le puede dar a este hecho es que las
acciones ya se estaban transando a un precio que incorporaba una maxidevaluación (el Ibovespa había
caído un 46,5 por ciento en dólares desde finales de 1997). De tal manera que cuando este evento finalmente
sucedió y la incertidumbre sobre el futuro de la tasa de cambio se despejó en gran medida, los
inversionistas volvieron a interesarse en las acciones brasileñas. La primera modificación de la tasa de
cambio no surtió el mismo resultado pues al mercado le pareció insuficiente.

Las repercusiones
Con estos antecedentes las preguntas que saltan a la vista son dos. Primero, ¿qué pasará con el real y la
economía brasileña en los meses venideros? Y segundo, ¿qué impacto tendrá en el más largo plazo el
desarrollo de los acontecimientos en el Brasil sobre el resto del mundo y particularmente sobre Colombia?
Frente al primer interrogante se pueden visualizar básicamente dos escenarios. El primero, y al que el
gobierno del presidente Fernando Henrique Cardoso sin dudas le está apuntando, es que la devaluación de la
semana pasada, después de la inevitable volatilidad inicial, sea vista por los inversionistas locales y
extranjeros como una corrección necesaria al precio de una moneda que se encontraba claramente
sobrevalorada. En este escenario el real estaría ahora en un nivel que se ajusta mejor a las realidades
económicas del Brasil y, por lo tanto, la disposición de los acreedores del gobierno y empresas brasileñas
de depositar recursos en el país debería aumentar. En este contexto la moneda se estabilizaría, lo cual
permitiría pensar en una recuperación de la economía brasileña _que está en plena recesión_ en un futuro
más o menos cercano, a través del impulso a las exportaciones por la mayor competitividad de la divisa, y la
reducción de las tasas de interés. Las reacción de las bolsas el viernes pasado hace pensar que el mercado
considera que, al menos en términos de devaluación, lo peor ya pasó.
Hay una condición necesaria, aunque no suficiente, para que este escenario se materialice. Es fundamental
que el gobierno brasileño demuestre resultados concretos en el frente fiscal. La crisis internacional
desnudó los graves problemas fiscales del país _el déficit del gobierno es cercano al 8 por ciento del PIB_,
los cuales en épocas de bonanza eran hasta cierto punto pasados por alto por los inversionistas extranjeros
y ahora se han convertido en su obsesión. El gobierno solo logrará convencer a los mercados de que invertir en
el Brasil es atractivo si controla la brecha fiscal y reduce la deuda pública, la cual alcanza los 320.000
millones de dólares.
Si se da este primer escenario de devaluación 'controlada' el impacto de la medida brasileña sobre otros
países sería relativamente limitado _similar quizás al de la devaluación rusa de agosto pasado que
sacudió los mercados internacionales, pero no parece haber tenido efectos duraderos sobre otras
economías_. Esto no quiere decir que países como Argentina, cuyo principal socio comercial es Brasil, que
absorbe un 30 por ciento de las exportaciones gauchas, no se vayan a ver afectados por la recesión ya en
curso y la pérdida de competitividad de su moneda frente a la brasileña. Sin embargo, en este
escenario, países como Colombia, cuyas relaciones comerciales directas con ese país son relativamente
marginales _Brasil representa aproximadamente el 1 por ciento de las exportaciones colombianas y el 3 por
ciento de las importaciones_ no se verían muy afectados.
El contagio a otros países, incluido Colombia, por la vía financiera _reducción de los recursos de crédito e
inversión disponibles para las economías emergentes_ no se puede desestimar. Sin embargo el hecho de que
las acciones y bonos de la mayoría de países emergentes llevan más de un año en picada y que los
inversionistas y acreedores extranjeros ya han reducido considerablemente su exposición a estos
mercados, hace pensar que el impacto adicional de una devaluación brasileña 'exitosa' por este conducto
sería limitado.

La catástrofe
El segundo escenario es que Brasil, al igual que México en 1994, no logre controlar la devaluación del
real, los inversionistas pierdan confianza en la moneda y el país se vea sumido en una profunda
depresión con un rebrote inflacionario. Quienes conciben como factible este escenario son en su mayoría
defensores de la teoría de mantener la estabilidad cambiaria a ultranza. Para Miranda Xafa, analista de
divisas de la firma Salomon Smith Barney, la devaluación "refuerza los problemas fiscales del Brasil. Las
tasas de interés van a aumentar. Es la misma historia que México en 1995". La verdad es que, al menos en el
corto plazo, el aumento en la tasa de cambio incrementará el hueco fiscal. Después de todo la deuda pública
externa de Brasil supera los 85.000 millones de dólares. Además, si como piensan algunos analistas, la
incertidumbre aumenta tras la devaluación, las tasas de interés internas tenderán a subir, lo cual
incrementará el costo de la deuda estatal denominada en reales, la cual alcanza los 225.000 millones de
dólares. Esto deterioraría aún más la situación fiscal, generando un círculo vicioso que bien podría parar en
una espiral caótica de devaluación e inflación.
En este escenario las repercusiones para el mundo entero, y especialmente para países como Colombia, que
también dependen de los mercados internacionales para financiar sus déficits, podrían ser considerables.
Por la magnitud de su economía, lo que ocurra en Brasil necesariamente afecta _en mayor o menor grado_
al resto del mundo. Brasil representa más del 50 por ciento del Producto Interno Bruto de América Latina y es
la octava mayor economía del planeta. Su importancia como mercado no puede ser desestimada. Los
brasileños son los segundos mayores compradores de televisores y los terceros de blue jeans a nivel mundial.
Además, al tener una deuda externa que supera los 230.000 millones de dólares y ser uno de los principales
focos de inversión extranjera en el mundo, la injerencia de Brasil sobre el desempeño de los mercados
de capital internacionales es significativa.
Si bien Colombia no sufriría mucho por el lado comercial, por su bajo intercambio bilateral con ese
país, sí podría ver comprometidas sus posibilidades de financiarse en el exterior en el mediano plazo. En un
momento en el que el país tiene los déficits fiscal y de balanza de pagos más altos de su historia reciente,
este es un prospecto sin duda preocupante.
Por el momento las apuestas están sobre la mesa sobre cuál será el resultado final del ajuste cambiario en
el Brasil. Sin embargo hay dos aspectos que permiten guardar la esperanza de que la crisis no pasará a
mayores. El primero es que ya se permitió que el real flotará y, contrario a lo que pensaban los más
alarmistas, no ocurrió ninguna catástrofe. El segundo es que, a diferencia de México en 1994, que solo dejó
flotar el peso cuando ya había agotado sus reservas, Brasil entrará al tinglado frente a los especuladores
con 30.000 millones de reservas propias y compromisos de recursos del Fondo Monetario Internacional
por 41.500 millones adicionales.