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Exportar oxígeno

Varias empresas colombianas están desarrollando proyectos para limpiar el aire y vender oxígeno a los países más industrializados.

8 de febrero de 2004

Durante los próximos 10 años, la hidroeléctrica de Amoyá en el Tolima recibirá ingresos por casi dos millones de dólares anuales, y no precisamente por la venta de energía. La empresa cobrará esa suma de dinero por prestar un servicio novedoso: limpiar la atmósfera de gases contaminantes como el CO2 (dióxido de carbono).

El Banco Mundial le pagará a la hidroeléctrica 18 millones de dólares por reducir cinco millones de toneladas de CO2 durante 10 años. El trato puede prolongarse cuatro años, hasta un valor de 30 millones de dólares. La planta, que empezará a operar en 2005, ya aseguró por esta vía unos ingresos que equivalen al 20 por ciento del costo total del proyecto, que es de 92 millones de dólares.

Como esta iniciativa existen en el país más de una docena de proyectos de reducción y captación de gases de efecto invernadero. Estos buscan entrar en el nuevo negocio mundial de venta de aire limpio, que el año pasado transó 116 millones de toneladas de CO2.

Un mundo de negocios

El efecto invernadero se produce cuando los gases que emiten las industrias, los automóviles, las quemas, etc., sellan la atmósfera, de la misma forma como un plástico sobre un invernadero, y el calor de la radiación solar queda atrapado en el planeta, lo que aumenta la temperatura. El incremento paulatino del calor en la Tierra está produciendo todo tipo de trastornos climáticos, que a su vez generan efectos como la pérdida de volumen de los glaciares y las nieves perpetuas, fenómenos como El Niño, e incluso la Organización Mundial de la Salud asegura que el calentamiento del planeta cobra al año 160.000 muertes.

Para combatir este problema, casi todos los países del mundo firmaron en 1997 el Protocolo de Kioto, un tratado que obliga a las 36 naciones más industrializadas del planeta a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), básicamente porque son los responsables del 55 por ciento de la contaminación mundial.

Sin embargo, para muchos de ellos cumplir la meta representa altos costos. Tanto, que les sale más económico financiar proyectos de reducción de emisiones actuales o futuras en otras partes del mundo que hacerlo en la propia casa. Por ello se crearon los certificados de reducción de emisiones, una especie de bonos de oxígeno que las naciones industrializadas pueden comprarles a los países en vías de desarrollo para ayudarles a financiar proyectos encaminados a la reducción de CO2.

Eso fue lo que hizo Generadora Unión, la empresa a cargo de la hidroeléctrica del río Amoyá. Diseñó una planta de generación eléctrica de 80 megavatios, cuya energía proviene de la caída del embalse natural que forma el caudoloso río Amoyá, en el municipio de Chaparral, Tolima. A diferencia de otras hidroeléctricas, ésta no tuvo que construir un embalse artificial sino que la empresa invierte en la preservación del páramo de las Hermosas que alimenta el río. Al no construir el embalse, la empresa evita deforestar, utilizar maquinaria que contamina, etc., todo lo cual le representó a la atmósfera un ahorro de cerca de 620.000 toneladas de dióxido de carbono. En este caso, los bonos los compró el Fondo Prototipo de Carbono del Banco Mundial, por un valor de 18 millones de dólares.

Lo mismo sucede con el parque eólico de Jepirachí en La Guajira, propiedad de Empresas Públicas de Medellín. Este parque, capaz de producir 20 megavatios de energía a partir del viento que corre por esta región del país, reducirá 800.000 toneladas de emisiones de dióxido de carbono en un plazo de 10 años, pues no producirá esa energía con tecnologías contaminantes. El Fondo Prototipo del Carbono del Banco Mundial pagó 3,2 millones de dólares por estos bonos.

Otro proyecto colombiano es el de Gas Natural. A través del 'plan sombrilla', varias empresas del altiplano cundiboyacense podrán sustituir combustibles contaminantes como la gasolina por el gas natural, con menor impacto para el medio ambiente. La idea es lograr con la conversión de hornos, calderas, cuartos de secado y quemadoras, la reducción de aproximadamente 30.000 toneladas de CO2 cada año. Entre las empresas vinculadas al proyecto están Alpina, Peldar, Bavaria, Colcerámicas, Protela, Leona, Icollantas, Proalco y Sigra, entre otras.

Asocaña, por su parte, está buscando la manera de hacer más eficiente la producción de panela sin necesidad de deforestar, ni contaminar, en su proyecto Mieles Furatena, en Utica, Cundinamarca. Para ello no usará ni leña ni llantas como combustible, sino que concentrará las mieles de la caña en una sola planta con equipos de vapor. Esto le significará al planeta una reducción de 250.000 toneladas de dióxido de carbono y a los cañeros, ingresos por 875.000 millones de dólares en siete años.

Transmilenio Bogotá también trabaja desde hace un tiempo con la Corporación Andina de Fomento (CAF) para comercializar la reducción de dos millones de toneladas de dióxido de carbono hasta el año 2012. Esta reducción se logra por dos vías: los buses viejos que salieron de circulación y la operación limpia de los buses de Transmilenio.

La lista es extensa. La Triple A de Barranquilla, por ejemplo, desarrolla un proyecto para el aprovechamiento del gas del relleno sanitario El Henequen; la Alcaldía de Bogotá abrió un proceso licitatorio para captar gas metano del relleno de Doña Juana; empresas como Pizano y Monterrey trabajan en proyectos de reforestación en varias partes del país; el Banco Mundial adelanta una emisión de bonos para comprarle a Bucaramanga sus reducciones de contaminación por su planta de tratamiento de aguas residuales del río Frío, y Empresas Públicas de Medellín estudia la venta de bonos de oxígeno de la planta térmica La Sierra.

Son algunos ejemplos de empresas que quieren hacer parte del programa mundial de reducción y captación de emisiones de gases de efecto invernadero. Según cálculos del Ministerio del Medio Ambiente, esta actividad podría representarle a Colombia divisas por más de 400 millones de dólares anuales en el largo plazo, una cifra similar a las exportaciones de flores o banano. A mediano plazo, puede generar ingresos por 125 millones de dólares.

Si como se espera Rusia, que es responsable del 17 por ciento de los gases invernadero, firma el Protocolo de Kioto en los próximos días, se lograría el quórum necesario para ratificar el tratado. Para que éste entre en vigor, se necesita que al menos el 55 por ciento de los países que emiten el 55 por ciento de los gases invernadero lo ratifiquen. Con la aprobación rusa se tendría el 61 por ciento.

A la fecha, 117 países han firmado el Protocolo, incluidos 32 industrializados que contribuyen con 44,2 por ciento de las emisiones. Ello, pese a la férrea oposición de Estados Unidos, la principal fuente de estos gases, que libera 36 por ciento del CO2 que hay en el planeta.

Sin embargo, la expectativa actual es que con la participación de Estados Unidos o sin ella, el tratado tiene altas posibilidades de ser ratificado por los demás países este año. Esto abre enormes oportunidades para los negocios que se derivan del cuidado del medio ambiente. Las empresas colombianas deberán aprovechar las ventajas que la geografía del país ofrecen para buscar nuevas alternativas de producción limpia y participar del naciente mercado mundial de aire puro.