Home

Economía

Artículo

FMI: LA DEUDA ESTA OUT

Siete años después de declarada la crisis, el problema de la deuda externa ya no le preocupa a todo el mundo.

30 de octubre de 1989


Por estos días el clima en Washington es verdaderamente maravilloso. Quizás por eso los miles de delegados que la semana pasada estuvieron en la capital norteamericana en la asamblea conjunta del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional la pasaron tan bien. Como de costumbre, hubo caminatas a parques y monumentos y en la noche viajes a los restaurantes de Georgetown.

Esas actividades serán quizás las que más se recuerden, porque la verdad es que en lo que tuvo que ver con las finanzas internacionales, la última semana de septiembre no pasará precisamente a la historia. A pesar de tanto banquero importante y de contar con la plana mayor de los equipos económicos de 152 países, lo cierto es que, como pocas veces, la cita en Washington resultó aburrida. No hubo planteamientos nuevos ni decisiones importantes. Tal como dijera ácidamente un participante "al menos la otra vez en Berlín tuvimos disturbios en las calles".

Y todo eso a pesar de que la crisis continúa, por lo menos en el Tercer Mundo. Pocos días antes de la reunión, un informe del Fondo Monetario reveló que el peso de la deuda externa (1.13 billones de dólares en las 147 naciones más pobres) sigue afectando seriamente el crecimiento económico. En el caso de América Latina --cuya deuda se calcula en unos 400 mil millones de dólares--este será del 0.7% este año, una cifra muy inferior a la del crecimiento de la población.

En contraste, los países más desarrollados siguen navegando viento en popa. A pesar de que a comienzos de este año hubo preocupación por un aumento notorio de la inflación y una reducción en la actividad productiva, ahora esos temores han sido despejados. El FMI estima que las naciones miembros de la Comunidad Económica Europea experimentarán un crecimiento del 3.5% en 1989, una cifra comparable a la del año pasado, al tiempo que habrá ligeras reducciones en el ritmo de aumento de las economías de Estados Unidos y Japón.

Ese parte de prosperidad fue quizás el causante de que en Washington no pasara nada dramático. Claro que hubo los discursos de rigor, pero en estos se repitieron posiciones conocidas o se concentró la atención en otras zonas del mundo. El presidente norteamericano, George Bush, por ejemplo, hizo énfasis en la ayuda que deben recibir los países de Europa Oriental que están en pleno proceso de transformación, tal como es el caso de Polonia y Hungría. Por su parte, el secretario del Tesoro norteamericano, Nicholas Brady, volvió a insistir en que su iniciativa, lanzada el pasado mes de marzo, era el camino adecuado para resolver el problema de la deuda.

Pero fue curiosamente el Plan Brady el que comenzó a ser mirado con creciente escepticismo en Washington. Aunque el esquema ya operó en principio en el caso de México, son pocos los que creen que pueda seguirlo haciendo a mayor escala. No sólo no existen los recursos necesarios para implementar los mecanismos de reducción de la deuda, sino que algunos de los puntos centrales de la iniciativa no están funcionando. En el caso mexicano, por ejemplo, se ha visto que el regreso de capitales al país (se cree que los mexicanos tienen 70 mil millones de dólares en cuentas fuera de sus fronteras) no se está produciendo. Además, los préstamos frescos que debía conceder la banca privada internacional --otro de los puntos básicos del plan Brady--no se vislumbran. Una semana antes de la asamblea del BM y el FMI, dos bancos norteamericanos--el Manufacturers Hanover y el Chase Manhattan-- aumentaron sustancialmente sus reservas contables sobre los préstamos que le han concedido al Tercer Mundo. Dicha actitud fue interpretada como la confirmación de que las entidades más grandes prefieren darse el golpe de una vez, pero no volver a darle dinero a los países en desarrollo .

Las dificultades del Plan Brady fueron tratadas en forma muy marginal por los dueños del balón en Washington. El presidente del Banco Mundial, Barber Conable, prefirió hacer énfasis en el reto ecológico que enfrentará el mundo en la próxima década.
El director-gerente del Fondo Monetario, Michel Camdessus, se concentró, a su vez, en presionar a los países más ricos para que se aumenten los recursos de la entidad que maneja. Ese punto se aprobó, pero sólo hasta finales del año se sabrá la cuantía del incremento. Camdessus dijo que este debería ser de 120 mil millones de dólares.

En cuanto a lo que tuvo que ver con Colombia, es poco lo que se puede decir. El equipo económico del gobierno hizo los contactos de rigor y se apoyó en el nuevo clima político internacional, resultante de la estrategia de lucha contra el narcotráfico. Si eso se traduce en préstamos o ayuda económica es cosa que se verá en los próximos meses, aunque desde ya es claro que las variables determinantes de cualquier decisión no serán precisamente las macroeconómicas. Tal como le sucedió a los demás paises que fueron a la capital norteamericana los delegados colombianos pudieron comprobar que ya los financistas consideran que el tema de la deuda comienza a estar out. Todo indica que para la próxima década las preocupaciones serán otras y que a pesar de que en Washington nadie ganó, si se tuvo la mediana certeza de que con el correr de los años las peticiones de los más pobres están cayendo en el olvido.-