Home

Economía

Artículo

GLORIA Y MUERTE

La tragedia de El Cocuy en Semana Santa hace mirar con otros ojos algo tan familiar para los colombianos como son las montañas.

5 de mayo de 1986

En el mundo a los colombianos se les reconoce su poder para escalar cuestas, al punto que deportistas de la categoría de Lucho Herrera, Pacho Rodríguez, Fabio Parra y muchos otros se han asomado a la gloria en las cumbres más temibles y en ellas han sido coronados como reyes de las montañas.
No es sino darle una mirada a la topografía nacional para concluir que eso es apenas normal. Las tres cordilleras que atraviesan el país, los pueblos que cuelgan de las laderas las carreteras que bordean abismos oscuros y faldas imposibles, han hecho que las montañas sean para los colombianos tan familiares como son los temblores de tierra para los chilenos, los desiertos para los etiopes, los volcanes para los indonesios.
Tanta familiaridad existe en Colombia con las montañas que de ahí se ha pasado al cariño y, por esa misma vía, se ha llegado a la confianza, en una actitud que provoca que mucha gente se lance al montañismo con la misma tranquilidad como se resuelve por un paseo dominical en el parque vecino.
Esa confianza -y, desde luego, esa capacidad colombiana para asumir riesgos- ha hecho del montañismo un deporte empírico para un buen número de colombianos que ante la proximidad de unas vacaciones o de un puente, escoge pico y se lanza a él sin ninguna preparación física y sin ningún instrumento material.
Aunque en el caso más reciente de tragedia en las alturas no existía un empirismo puro (los montañistas antioqueños tenían alguna experiencia en este deporte), los expertos consideran que les faltó conocimiento de las condiciones físicas para detectar problemas de respiración. "Si hubieran sabido lo mínimo se habría evitado la tragedia", dijo a SEMANA Carlos Eduardo Gómez, presidente de la Federación Colombiana de Montañismo .

SABER PARA NO MORIR
El drama de El Cocuy, que el país conoció a finales de la Semana Santa, fue la pasión de tres jóvenes ante unas condiciones atmosféricas adversas frente a las cuales sólo pusieron entusiasmo y decisión, pero cero sabiduría en los problemas físicos que se pueden presentar a determinadas alturas.
"Sergio Valderrama -el joven que murió- fue afectado por un edema pulmonar. Sus pulmones se llenaron de agua porque la presión interior del oxígeno fue mucho mayor que la de su cuerpo. Si al muchacho lo hubieran bajado unos 200 metros, no habría muerto", opina Gómez,que se mantuvo al tanto de la muerte blanca en El Cocuy y quien estuvo seguro que los otros dos muchachos (Lucía McQueen y Juan Manuel Valderrama) sobrevivirían porque conocían técnicas de superviviencia en las alturas.
Lo que hay que saber para ser un buen montañista no requiere ni de mucho tiempo ni de mucho esfuerzo y ni siquiera de mucho dinero. Un buen trepador, por ejemplo, puede durar hasta diez días sin probar alimentos si dosifica la bebida de agua que en casos de montañas nevadas se obtiene derritiendo la nieve y para escalar la categoría de alpinista con alguna idoneidad y poderse lanzar a una caminata o excursión a picos de mediano nivel, una persona necesita tan sólo de un buen par de botas impermeables, dos pares de medias de lana, una chaqueta gruesa y un morral equipado.
Sin embargo, un equipo tan elemental como aquel y una violencia tan sangrienta como la que despertó en Colombia hacia la década del cuarenta, ocasionó en su oportunidad un estancamiento en la práctica del montañismo, que en el país tiene una historia nacida hacia 1936.
Durante cerca de diez años se logró un auge en este deporte, después vino el receso porque las montañas dejaron de ser bancos de oxígeno y remansos de paz y se convirtieron en escenarios de guerra, pero por los años 50 la actividad resurgió hasta cuando empezó la época de la paranoia y los montañistas con sus vestidos elementales comenzaron a ser confundidos con guerrilleros o con "soplones".
De esa manera los deportistas en las tres cordilleras fueron cruzados por dos fuegos: el Ejército los confundia con guerrilleros y éstos pensaban que se trataba de personal infiltrado, lo cual hizo disminuir la práctica, pero para reforzar el ejercicio apareció la moda y desde entonces los montañistas visten prendas vistosas, sin ningún ánimo de camuflaje e incluso, fácilmente reconocibles en las noches.
Salvado ese obstáculo y cuando el modernismo hizo entrar al hombre en la era de la cultura fisica, los escaladores comenzaron a multiplicarse hasta llegar a cifras que no son comúnmente imaginables hoy por hoy en Colombia: en la mayoría de las universidades existen clubes de montañistas (la sola Universidad Nacional de Bogotá tiene cinco mil afiliados) en el país hay 43 clubes afiliados a la Federación Colombiana de Montañismo que se creó en 1982 y, en silencio, son ya varios los montañistas que han trepado a posiciones de respeto en el ámbito nacional e internacional, a pesar de que de éste ejercicio sólo se habla cuando una tragedia se desprende de cualquier altura escalable.
El apogeo del montañismo tiene su razón de ser en esa topografía de cumbres, en esa familiaridad con las alturas y en los privilegiados picos que posee el país, de acuerdo con los expertos: la mayor altura que se escala en Los Alpes (en Europa) es de 2.500 a tres mil metros, que es la misma altitud en que se encuentran Bogotá y Monserrate y los atractivos vuelven a Colombia un pais preciso para estas prácticas: en la Sierra Nevada de El Cocuy se encuentran 18 picos nevados y en la Sierra Nevada de Santa Marta hay 12.

GLORIAS NACIONALES
Esas condiciones no han sido desaprovechadas por los montañistas colombianos quienes, de a poco, han ido adquiriendo prestigio y ganando posiciones en el amplio mundo de los escaladores de montañas, que en Estados Unidos son seis millones de inscritos en clubes y en Europa llegan a la cifra de los tres millones.
En febrero de este año, por ejemplo, Manuel Arturo Barrios logró escalar la pared sur del Aconcagua, en la Argentina, que tiene tres mil metros de altura y está formada de hielo y roca, pero la más grande emoción -y la más alta gloria nacional en la materia- se logró el 26 de junio del año pasado cuando cuatro colombianos lograron llegar al llamado techo de Pakistán, en el Himalaya y plantaron allí una bandera tricolor.
Picada por el reto, la Federación Colombiana de Montañismo esta organizando una expedición -"Himalaya 86"- cuyo objetivo es la conquista de la octava cima del mundo, el Manaslu, que queda a 8.163 metros de altura, a la que intentarán llegar ocho de los más expertos colombianos en este deporte.
Pero esta expedición, que colocará a los colombianos en el terreno de los grandes escaladores de montañas no sólo en bicicleta sino a tráves de las técnicas del alpinismo, no se limitará a realizar una hazaña deportiva, sino que tendrá un objetivo científico: se tomarán electrocardiogramas seriados por el sistema "Holter", con un seguimiento continuo del comportamiento de cada uno de los escaladores para saber cómo es su ritmo cardiaco sin el uso del oxígeno. Esta investigación -que será analizada por cardiólogos nacionales e internacionales- se realizará bajo la dirección de Jorge Reynolds Pombo, ingeniero electrónico especializado en electrofisiología, que en 28 años se ha destacado como pionero mundial de los marcapasos cardiacos artificiales.
De esa manera las montañas -y los montañistas- servirán también para la experimentación científica, lo cual será otra forma de mostrar la familiaridad de los colombianos con las alturas. Una familiaridad ya dada con las glorias que han saboreado nuestros ciclistas, con el auge que de todas maneras tiene el montañismo en nuestro medio, con la muerte en las alturas que también se presenta, como en la Semana Santa pasada en El Cocuy.