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Hacia un capitalismo popular

Las dos empresas estatales ISA y ETB le apostaron con éxito a valorizar sus empresas dándole participación accionaria a los colombianos.

Carlos Caballero Argáez*
21 de diciembre de 2003

Ampliar las oportunidades para que los colombianos sean propietarios debería ser uno de los objetivos de la estrategia de desarrollo del país. La propiedad trae consigo prosperidad y un mayor grado de libertad entre los miembros de una sociedad. Aquellos países en donde hay más propietarios, y en donde se respetan los derechos de propiedad, son más ricos y cuentan con mejores instituciones de gobierno y de justicia.

La compra de acciones, es decir de participaciones en el capital de las empresas productivas, es la manera clásica a través de la cual los individuos se convierten en propietarios. En Colombia hubo hasta los años 70 un mercado de acciones y una cultura de inversión en acciones. De hecho, la expansión de muchas de las más importantes empresas industriales del país, y de los bancos, en la primera mitad del siglo XX, fue posible gracias a la colocación de acciones entre la gente. En buena parte porque no había otras alternativas para financiar proyectos de inversión de las empresas, que impulsaran su crecimiento. Los bancos nacionales no tenían posibilidad de prestar sus fondos a largo plazo. Y no había crédito del exterior para las empresas colombianas. Había que vender acciones a través de las bolsas de valores y transformar, así, ahorro en inversión.

En la segunda mitad del siglo pasado el mercado colombiano de acciones prácticamente desapareció. Los ciudadanos encontraron otras opciones para invertir su dinero y las empresas otras fuentes de financiación. Con ritmos altos de inflación era difícil que la inversión en acciones fuera rentable. Se perdió confianza además en que hubiese un manejo de las empresas que protegiera a los pequeños accionistas. Con razón, porque el mundo económico colombiano fue sacudido por cambios de propiedad de las empresas -y uno que otro escándalo- en los cuales resultaron lesionados quienes habían invertido en acciones.

La experiencia de venta de acciones de Interconexión Eléctrica S.A., ISA, a finales de 2000 marcó un hito importante para revertir la tendencia a la extinción del mercado de acciones. No se trató, propiamente, de una privatización porque, aunque redujo su participación en el capital de la empresa, el gobierno nacional continúa siendo el accionista mayoritario de ISA. La venta se realizó porque ISA requería ampliar su base de capital para mejorar su estructura financiera y para emprender nuevos proyectos. Con una excelente imagen nacional -a pesar de los atentados terroristas contra las torres de energía- y una magnífica administración, no había razón por la cual no fuera posible efectuar una colocación masiva de acciones, como en efecto se hizo.

Era cuestión de diseñar unas condiciones que hicieran atractiva la compra de las acciones de una empresa como ISA y, sobre todo, de que el gobierno se comprometiera, solemne y firmemente, a tratar bien a los nuevos accionistas mediante la firma de un documento público que así lo contempló. El proceso fue muy exitoso. Tanto que a principios de 2002 se repitió e ISA cuenta en la actualidad con algo más de 90.000 accionistas. Los fondos privados de pensiones son accionistas de ISA y tienen representación de la junta directiva de la sociedad. La acción de ISA es la que más se transa en la Bolsa de Valores de Colombia, la de mayor "bursatilidad". Todo esto ha asegurado, y continuará asegurando, el buen gobierno de la empresa. Lo cual ha beneficiado a quienes invirtieron en sus acciones y al mismo gobierno, en su calidad de propietario

En el año 2003 la Empresa de Teléfonos de Bogotá, ETB, llevó a cabo una operación muy similar a la de ISA y consiguió cerca de 60.000 accionistas, que tienen una participación del 11 por ciento en el capital de la compañía. La acción de la ETB también se está negociando en la bolsa. En este caso, igualmente, el Distrito Capital se comprometió a portarse bien con los nuevos accionistas y a manejar la empresa buscando el aumento en el valor de la misma. En la junta directiva de ETB hay, asimismo, quien representa a esos nuevos accionistas y vela por su interés en la buena marcha de la empresa. Una condición que encontrará el alcalde Garzón cuando se posesione en el cargo y asista a la junta de la ETB

Son dos ejemplos de lo que se conoce en otras latitudes como "capitalismo popular". Un concepto al cual los dirigentes políticos y los hombres de negocios colombianos deberían otorgar más importancia. Porque el capitalismo popular sirve propósitos económicos, sociales y políticos. Promueve el ahorro y la inversión, mejora el gobierno de las empresas, aumenta el número de propietarios y, por encima de todo, eleva el grado de libertad de la sociedad. Una aspiración política fundamental a la cual no deberíamos ser ajenos los colombianos.

*Ex ministro y ex codirector del Banco de la República