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INTERES, ¿CUANTO VALES?

Expectativa por el anuncio del gobierno de controlar por decreto las tasas de interés en Colombia

10 de febrero de 1986

Fue uno de esos anuncios que al principio nadie sabe si creer o no. Pero lo cierto es que cuando el ministro de Hacienda, Hugo Palacios, le presentó a los colombianos las perspectivas de la economía para 1986, en un mensaje televisado el pasado 5 de enero, y confirmara el rumor de que el gobierno desea controlar las tasas de interes por decreto, la noticia retumbó a todo lo largo y ancho del sistema financiero nacional. La perspectiva de que el Estado fije los parámetros que controlan el costo del dinero en Colombia fue corroborada por el titular de la cartera económica, cuando sostuvo que "pensamos que ya están dadas las condiciones económicas para un descenso sustancial de las tasas de interés"
Como era de esperarse, la afirmación hecha por el gobierno produjo reacciones inmediatas a todos los niveles. Desde tiempo atrás, los especialistas han venido sosteniendo que las tasas de interés en Colombia son excesivamente altas y estimulan la especulación financiera en contra de la inversión productiva. En el sector bancario, la tasa mínima de un crédito corriente supera con facilidad niveles del 50% anual efectivo y en algunos casos asciende hasta el 65%. Con esas tasas, son pocas las actividades formales que den lo suficiente para pagar los créditos y además dejar un margen de ganancia aceptable. "Es la manera más fácil de estrangular el sector productivo", sostuvo un conocedor del tema.
El problema de las tasas de interés no es nuevo en el país. Desde finales de la década pasada se ha reconocido que están exageradamente altas y que algo se debe hacer al respecto. Sin embargo, no fue sino hasta hace pocos meses que el tema volvió a llamar la atención del gobierno. La alarma creciente de las deudas de dudoso re caudo en el sector financiero fue explicado parcialmente como resultado de que dentro de un clima recesivo, las empresas no alcanzaron a pagar los créditos contraídos a las tasas vigentes.
No obstante, pese a que, según miembros del gobierno, se sabía que había que hacer algo al respecto, no fue sino hasta hace unos días "que se vio que podíamos tratar el asunto".
La reducción de la tasa de devaluación, junto a un aparente control del déficit fiscal, debería permitir que exista suficiente liquidez en la economía sin que se presente el temor de una fuga de capitales hacia el exterior. De hecho, con las tasas de interés internas actuales es más rentable invertir el dinero dentro del país, en contraste con lo que sucedía hace un año, cuando, fuera de una tasa de devaluación del 52% un depósito en dólares pagaba hasta un 9% anual.
Adicionalmente, la semana pasada quedó demostrado que si había alguna época apropiada para controlar las tasas, es la de comienzos del año.
Tradicionalmente, el primer trimestre es de gran liquidez debido a que salen al sistema los pagos que el Estado le hace a sus contratistas a finales del año anterior, y 1986 no ha sido la excepción a esa regla. La semana pasada, la tasa de interés para dinero de corto plazo-la cual llegó en diciembre a niveles del 34% anual-cayó hasta el 24% y muchas instituciones bajaron sus tasas de captación hasta niveles irrisorios. "En más de diez años nunca va tanta liquidez como ahora" fue el comentario de un intermediario financiero.
Con todo, la meta del gobierno no deja de ser dificil. Pese a que la tasa de captación ha bajado, la experieneia indica que las instituciones financieras siguen cobrando lo mismo por los créditos que otorgan, lo cual les aumenta su margen de rentabilidad.
Es por esa razón que las llamadas "medidas administrativas" -consistentes en controles directos a las tasas-deberían ser impuestas, según opina el gobierno.
Pese a ese firme propósito, la experiencia del país en ese aspecto no ha sido muy afortunada. Cuando las tasas estuvieron controladas por decreto a finales de la década pasada, las instituciones financieras se inventaron todo tipo de sistemas para cobrarle al usuario del crédito más de lo que estaba legalmente permitido.
"Más se demoran en sacar la medida que lo que se demora alguien para burlarse de ella", comentó escéptico la semana pasada un analista.
No obstante, el gobierno arguye que en esta oportunidad las condiciones son difrentes y que se va a salir con la suya. Por ahora, el parámetro general es el de que las tasas no pueden ser inferiores a lo que obtendría una suma a término en el extefior (20% de devaluación mis un 8% que se le reconoce a un depósito en dolares), pero todavía el Banco de la República no ha definido el mecanimo gradual para fijar los supuestos topes a la tasa de interés. Los calculos de los expertos indican que la meta final debe ser de un 25 a un 27% anual para las tasas de captación y de un 30 a un 33% anual para las tasas de colocación.
Si se logra definir un mecanismo exitoso para llegar a ese objetivo, aun los más pesimitas reconocen que el sector productivo se beneficiaría tremendamente. La experiencia de otros paises indica que el crédito barato es normalmente un cuello de boteña para que se inicien proyectos industriales o agricolas, y que, si esto se soluciona en Colombia, se podría anhelar un repunte en el sector real de la economía.
Fuera lo anterior, los defensores de la iniciativa la amparan con el argumento de que contribuiría a bajar el ritmo de inflación al disminuir los costos financieros de las empresas.
lgualmente, una recuperación del sector productivo permitiría una solución más rápida del problema de las deudas del dudoso recaudo, con el consecuente saneamiento del sector financiero. En opinión de los expertos, las perspectivas de la economía son buenas (ver recuadro), y una reducción en el nível de las tasas de interés sólo ayudaría a mejorarlas.
El gran reto para el gobierno es demostrar que cuenta con una medida efectiva, de fácil aplicación y control.
Pese al escepticismo de la opinión, los economistas del sector oficial insisten en que pueden hacerlo. Tal como lo señaló el ministro de Hacienda, "sabemos que eso no es fácil, pero tampoco era fácil realizar el enorme ajuste que hemos hecho en todos lod demás sectores de la economía".--
JOSE ANTONIO OCAMPO
"LA ECONOMIA CRECERA ENTRE UN 4 Y UN 5%"
Después de cinco años de recesión, la economía colombiana volverá a experimentar tasas de crecimiento aceptables en 1986. La expansión de la producción de petróleo y carbón, la respuesta de las exportaciones menores a la devaluación de 1985 y la perspectiva de una bonanza cafetera, permiten prever que la economía crecerá entre un 4 y un 5% durante el año que se inicia. Ello permitirá frenar y quizás empezar a revertir los signos de deterioro del mercado de trabajo que ha vivido el país desde 1981 y que se han manifestado en los últimos años en niveles alarmantes de desempleo y subempleo.
La magitud del crecimiento dependerá fundamentalmente de la dimensión de la bonanza cafetera y de las medidas que se adopten para mandarla. Seria grave que el gobierno respondiera a los mayores ingresos de divisas liberando las importaciones más alli de lo necesario para reconstiruir los inventarios de materias primas y facilitar la reactivación de la inversión productiva. Sería desafortunado, también, que optara por una nueva reducción del déficit fiscal para compensar la bonanza, repitiendo la experiencia insatisfactoria de 1977.
En uno y otro caso, la reactivación de la economía sería más débil de lo que es posible bajo las circunstancias previstas.
Dada las fuentes del crecimiento económico, será posible consolidar simultaneamente la mayoría que ha venido experimentando el balance comercial del país en los tres últimos años. Las exportaciones podrán superar los $50 mil millónes, contra US$ 4 mil millones en 1985. Incluso con un vecimiento similar de las importaciones; diferentes a combustibles, la balanza comercial arrojará excedentes cercanos a los US$ 800 millones. Esto dificilmente puede servir de argumento para liberar importaciones más allá de-lo esperado, ya que el peso del servicio de la deuda externa adquirida durante los dos últimos gobiernos y la remisión de utilidades de las empresas extranjeras del sector minero, impedirá que esta mejoría se refleje en la totalidad de las operaciones corrientes con el exterior, que segurán arrojando deudas superiores a los mil millónes de dólares.
Aunque no existe razón para esperar que el ritmo de innflación vuelva a descender, tal como lo han manifestado ciertos sectores del gobierno, tampoco se puede prever una nueva oleada inflacionaria. Las presiones sobre los precios provenientes de la escasez de alimentos y de la devaluación seria, sin duda, más moderadas en 1986 de lo que fueron en el año que terminó.
Habrá, sin embargo, mayores presones provenientes de los reajustes de precios que quedaron rezagados para el nuevo año (los combustibles en particular)y de los aumentos salariales, que tenderán a acomodarse a los nuevos ritmos de crecimiento de los precios. Unas y otras fuerzas tenderán a equilibrarse, dando como resultado una inflación del 21 al 24%, similar a la que experimentó el país en 1985 y a comienzos de la década de los ochenta.--