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JALON DE OREJAS

Según un estudio, las empresas paisas tendrán que adaptarse a las nuevas reglas de juego que imponen la apertura económica y la mayor competencia.

5 de junio de 1995

SI MEDELLIN QUIERE ENtrar de lleno al mundo de la competitividad, deberá lograr que los empresarios antioqueños cambien su actitud frente a numerosos aspectos de la gestión empresarial para poder responder a las nuevas condiciones que imponen los mercados. Esa es la conclusión más directa a la cual llegó la firma norteamericana Monitor, tras hacer un análisis de la ciudad en cuyo territorio se sembró la semilla de la industria colombiana. Los resultados del estudio, financiado por la Alcaldía y la Cámara de Comercio de la ciudad, fueron presentados la semana pasada a toda la dirigencia paisa, que debe empezar a asimilar tantas recomendaciones.
Según el informe la clase empresarial antioqueña deberá estudiar más a fondo a los clientes y mercados; deberá tener más imaginación para diseñar otras opciones de penetración de los mismos y aprender a delegar más e invertir en la cap acitación y crecimiento del capital humano, pues es el factor de producción más importante para en trar en una economía de innovación. Faltó poco para plantear que debe haber un cambio en la mentalidad colectiva de la Nación, para tomar las decisiones observando el contexto y rediseñando una nueva visión del mundo.
Semejantes comentarios no son para echar en saco roto y menos en Medellín. Esta fue la primera ciudad en industrializarse en Colombia pese a que su localización geográfica no le ayudaba, pues estaba lejos de los ríos y encerrada entre montañas. No obstante, ya en 1936 el 62 por ciento del producto nacional manufacturero del país se producía en esta ciudad. El ascenso en los primeros años del siglo dependió del múltiples factores. Ante todo, de una mentalidad que buscaba oportunidades de negocios, y además, que tenía acceso a capital barato (un costo de capital promedio de 8 por ciento mientras que el promedio nacional estaba en 22 por ciento). Del mismo modo, los primeros bancos de inversión del país se fundaron allí y algunos sobreviven todavía.
Sin embargo, según una de las conclusiones del informe Monitor, las reglas de juego cambiaron definitivamente. La infraestructura arcaica que aún prevalece en algunas de las industrias maduras de carácter global, (y que además persiste en la mentalidad de algunos empresarios antioqueños), es un factor que puede impedirle a la ciudad aprovechar y ampliar sus fortalezas para acceder a una economía más ágil y a un mercado mucho más exigente de cara a la apertura económica y a la mayor competencia tanto nacional como internacional.
Por ejemplo, la nueva dinámica del comercio exige una cultura distinta para el manejo administrativo, que sea más suelta, con menor respaldo y mayor inversión en los aspectos gerenciales. Es necesario destinar más recursos hacia la educación técnica y profesional y capacitar más mano de obra especializada, indispensable para volver más competitivas a las compañías paisas y permitirles acceder a los mercados internacionales.
De no hacerlo, entrará en grandes desventajas frente a sus competidores, aun cuando Medellín posee una gran visión empresarial que responde a la cultura de la ciudad, según el mismo informe Monitor. Tiene un temperamento comercial casi innato y la propiedad de las grandes empresas aún es muy democrática. Estos factores la convierten en uma ciudad con inmenso potencial para mejorar y adquirir estándares de producción internacionales. No obstante, su desempeño se ve afectado por la baja rivalidad interna en las industrias tradicionales, la falta de disposición para buscar alianzas estratégicas con empresas extranjeras y la tendencia a competir en todos los frentes. La capital paisa ya dio grandes pasos, como son el desarrollo de la banca industrial y de inversión, una industria transportadora innovadora, con vocación regional, y la cooperación entre la universidad y la empresa privada que supera el promedio nacional. Pero aún subsisten en el cajón de las desventajas cosas como la baja competencia, que desestimula la formación de buenos proveedores, y la debilidad en el campo de la tecnología, lo que puede terminar por frenar el espíritu de progreso.