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JARDIN DE FLORES

Proflora, la recién terminada exposición de flores, asombra al mundo por la dimensión a que ha llegado la floricultura colombiana.

28 de octubre de 1991

PARA NADIE ES UN MISTERIO QUE LA INDUStria de las flores ha llegado a ser una de las más importantes del país. No sorprende, por ello, que genere más de 250 millones de dólares al año en exportaciones, 65 mil empleos directos y 50 mil indirectos. Hace un par de semanas, sin embargo, se llevaron a cabo en Bogotá dos eventos relacionados con ese sector que dejaron boquiabierto a más de uno: el simposio internacional sobre clavel y Proflora 1991.
Es lo que podría llamarse el grado universitario o para ponerlo en términos mas católicos la confirmación de los colombianos como la potencia internacional mas pujante en el de por sí dinámico mundo de la floricultura.

El simposio internacional del clavel es la gran cita científica de los cultivadores de esa flor. El evento es auspiciado por la Sociedad Internacional de Horticultura, que tiene su sede en La Haya, y se realiza cada cuatro años en una ciudad diferente del mundo. En ellas se hacen presentes los más importantes productores y comercializadores de clavel a nivel internacional. Y Colombia fue escogida como sede en esta ocasión, por haberse convertido en el primer productor mundial.

El simposio organizado por la Asociación Colombiana de Exportadores de Flores, Asocolfloreses, sin lugar a dudas, el evento de floricultura más importante que se haya realizado en el país. Contó con la asistencia de 325 participantes, de los cuales mas de 100 eran extranjeros. Vinieron expositores de 24 países diferentes, que incluían no sólo a Holanda, Israel, Estados Unidos, Francia y Kenia cuya trayectoria en el mundo de las flores es bien conocida sino también de países tan exóticos tan desconocidos, al menos, en esta materia por los colombianos como Rusia y Sri Lanka.

La agenda se concentró en los cuatro temas que constituyen los problemas de mayor actualidad en la industria mundial del clavel: las enfermedades vasculares, los avances en biotecnología, la fisiología y poscosecha y el mercadeo.

Como conferencistas centrales de cada uno de estos tópicos se trajeron a las principales autoridades del mundo. Para hablar sobre enfermedades vasculares del clavel, por ejemplo, vinieron los expertos fitosanitarios holandeses Gerard J. Nieman y Henk Rattink. La exposición relacionada con los avances en biotecnología, y más particularmente con los derechos de propiedad industrial de los productores de nuevas variedades, estuvo a cargo del francés René Royon. Herman de Boon, uno de los grandes expertos holandeses en mercadeo de flores, dictó las conferencias sobre estos temas, y el biólogo francés André Pauline realizó una ponencia sobre el problema del manejo de la flor después de la cosecha.

En total, se realizaron 45 ponencias durante los cuatro días que duró el simposio. Y lo que más llamó la atención de los participantes extranjeros fue el alto nivel del aporte científico que realizaron los colombianos.

Durante el simposio también tuvo lugar una exposición de nuevas variedades de clavel presentadas por las principales casas productoras de Holanda Israel, Alemania y Estados Unidos que son los principales proveedores de los cultivos colombianos. El país, desafortunadamente, depende de fuentes extranjeras para el suministro de nuevas variedades, pues el nivel de desarrollo en la investigación nacional es todavía bastante precario. Esto puede convertirse en un talón de aquiles para los exportadores colombianos, pues al carecer de nuevas variedades dependen en últimas de su competencia para el suministro de éstas, lo que podría llegar a traducirse en pérdidas de mercado.

El bajo nivel de investigación en Colombia se debe en buena medida a la falta de un régimen de propiedad industrial que proteja este tipo de descubrimientos. El desarrollo de una nueva variedad puede ser tarea de muchos años de trabajo e investigación, por lo cual es indispensable que existan mecanismos que protejan los derechos del investigador y que le permitan recuperar la inversión. Mientras no exista ese régimen jurídico, Colombia estará a la zaga en materia de nuevas variedades.

El otro evento de gran significación fue Proflora 91, una exposición donde el tema central ya no sólo era el clavel sino toda la amplia gama de especies de flores -rosas de todas las variedades, alstromerías, pompones, írises, statices, crisantemos, fresias y muchas otras que se están produciendo en el país: Participaron 161 expositores y, además de los 30 cultivadores de exportación más grandes de Colombia, estuvieron presentes 18 de las más grandes comercializadoras del mundo, 28 proveedores de servicios, 40 proveedores de insumos tanto nacionales como extranjeros-, 18 productores de material vegetal y cinco ornamentales. De Holanda, el principal exportador de flores en el mundo vinieron 22 expositores.

En los cuatro días que duró, Proflora fue visitada por 11.700 personas, de las cuales 8.000 estaban vinculadas a la floricultura de alguna manera o eran invitados de los expositores. Entre los visitantes también hubo un número importante de extranjeros y tal vez lo más interesante es que muchos de ellos llegaron en forma espontánea.

Todos esos visitantes quedaron muy bien impresionados. No sólo por la belleza física de la exposición que era una orgía de color, exuberancia y forma- sino por la magnitud económica y social que ha adquirido la industria de las flores como tal. Y no solamente por la cantidad de hectáreas -más de 4.000 bajo cubierta de plástico- que pueda haber sembradas en la sabana de Bogotá, en Rionegro y en el Cauca, que son las áreas donde están los principales cultivos, sino por la dimensión de toda la parafernalia y la industria de soporte, que comprende todas las facetas de un negocio que requiere desde el transporte aéreo cronométricamente puntual, hasta el simple cauchito para atar los bonches, pasando por toda una compleja gama de insumos, plásticos, maderas, fertilizantes, empaques y etiquetas, agroquímicos, tubos, dotaciones y uniformes, equipos de seguridad y cuanto otro producto se requiera. Esa pujante industria de apoyo sin la cual no se hubiera logrado la sofisticación alcanzada por la floricultura colombiana, está constituida por toda clase de compañías que van desde las más poderosas multinacionales hasta la más humilde de las microempresas.
Pero las implicaciones de la floricultura no sólo han sido económicas.
Su papel también ha sido fundamental en el plano social. La generación de empleo en los municipios cercanos a grandes ciudades como Bogotá, Medellín y Cali ha detenido el ritmo de las migraciones y la predominancia de empleo femenino ha cambiado incluso la estructura familiar en esas zonas. El segundo ingreso a los hogares, y la independencia económica que éste implica para la mujer, ha generado todo un replanteamiento de la relación familiar.
Y a pesar de la mala propaganda que se ha hecho en algunos países, especialmente de Europa, sobre las condiciones de trabajo en los cultivos de flores, lo cierto es que la industria ha llevado bienestar a muchas poblaciones rurales, pues además de las fuentes de empleo que genera ha obligado a toda una serie de agencias del Estado o paraestatales- como el ISS, el ICBF, las cajas de compensación, etc.- a hacerse presentes en esas localidades para poder prestar sus servicios de manera eficiente. Esto ha ido acompañado igualmente de escuelas, puestos de salud y otros servicios sociales que definitivamente mejoran el nivel de vida de la población rural.

Es mas, el 28 por ciento de los trabajadores de las flores están sindicalizados lo cual esta muy por encima del promedio nacional, que es apenas del 13 por ciento.
Y lo más interesante en este caso es que se trata de un sindicalismo propiciado, en buena medida, por los mismos empresarios. Esto es algo verdaderamente importante puesto que unas malas relaciones laborales en un cultivo son el fin de éste.
Una industria donde todo requiere cuidado al minuto no resiste una huelga. Así lo han entendido tanto los productores como los trabajadores.

Pero si la floricultura ha producido una revolución silenciosa en los estratos de menores ingresos de la población, también ha tenido un impacto inmenso a nivel de la clase alta, por lo menos en el caso de la sabana de Bogotá. Dicha actividad, en efecto, impuso nuevos criterios de eficiencia en cuanto a la explotación de la tierra y sacó a muchos señores que administraban sus propiedades desde los salones del Jockey Club, a punta de buenos mayordomos, y los puso a remangarse, madrugar y explotar más intensivamente sus activos. La floricultura convirtió a muchos de ellos en lo que los ingleses llaman los gentlemen farmers y de pasada les mejoró sustancialmente sus cuentas bancarias.
El país tiene que reconocer, además, una deuda muy importante con la industria de las flores: el haberse adelantado 20 años a la apertura económica y haberle enseñado de verdad a exportar. Detrás de esa pujanza se capacitó a una gran cantidad de cuadros administrativos medios y altos que conocían de fletes, transportes aéreos, aranceles, trámites aduaneros de importación y exportación, mercados internacionales y comercio exterior en general, que han servido para permear esos conocimientos y atender esas posiciones en otros sectores de la economía de un país como Colombia que se ha caracterizado por su aislamiento del mundo. De otra parte ha ido imponiendo estándares de calidad en la presentación de los productos y sus empaques que no hubieran sido posibles sin esta industria.

El futuro de la floricultura colombiana es promisorio, pero no totalmente libre de obstáculos. Entre ellos cabe destacar las leyes proteccionistas de los países a donde se exporta y la falta de un adecuado transporte aéreo. Habiendo consolidado una posición importante en el mercado de los Estados Unidos la próxima meta es Europa, especialmente si se considera que los productos colombianos gozan de una exoneración arancelaria especial que estará vigente hasta 1994. Sin embargo, en este caso la falta de aviones cargueros es una limitante fundamental pues mientras no exista una oferta de fletes competitiva, los exportadores van a estar a merced de los pocos transportadores que existen en la actualidad. Por consiguiente, los floricultores están a la espera de que este Gobierno, que ha promovido con tanto ahínco la apertura económica en el campo industrial, haga lo propio en materia de transporte aéreo.

Proflora continuará realizándose cada dos años y hay quienes afirman que se puede convertir en uno de los eventos internacionales más importantes de esta industria. Aunque todavía falta mucho para que se le pueda comparar con Aalsmeer, en Holanda, que es la meca de las ferias de flores, Proflora, sin embargo, sirvió de trampolín para que Colombia -que en el espacio de 20 años pasó de cero a ser el segundo productor de flores del mundo después de Holanda que lleva 250 años en el negocio- se ubicara donde le corresponde en el contexto mundial.