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El sector cafetero es un importante generador de empleo: el 25 por ciento de la ocupación rural está vinculada a este cultivo.

RECOLECTORES

Juan Valdez no consigue recolectores de café

La mano de obra se convirtió en el gran cuello de botella de este sector. En el futuro la tecnología tendrá que apoyar esta labor.

17 de septiembre de 2016

Los cafeteros colombianos se alistan para recoger una muy buena cosecha. Hacía rato que no coincidían tres factores favorables para esta industria como una gran producción, un atractivo precio internacional y un dólar fuerte. Todavía retumban los tiempos difíciles, cuando los astros parecían en contra: si la cotización en el mercado externo estaba en alza, la cosecha era escasa o el dólar andaba por el piso. Y si la tasa de cambio y la cotización internacional les favorecía, no había café para vender.

Hoy el panorama luce mejor. La cosecha que está comenzando a salir -va de septiembre a diciembre- ascenderá a unos 7 millones de sacos, un volumen muy representativo que hace pensar que en 2016 la producción podría estar por encima de 14 millones de sacos. Además, el dólar hoy bordea los 3.000 pesos y el precio internacional se acerca a los 1,50 dólares por la libra, lo que permite esperar un ingreso importante para los cafeteros en el presente año.

Pero pese a estas buenas noticias, estos cultivadores no dejan de tener preocupaciones. El problema ahora es que no hay suficiente mano de obra para recoger la cosecha de este segundo semestre en Caldas, Antioquia, Risaralda, Quindío, Valle, norte del Tolima, sur del Huila, Santander, norte de Santander, Cesar, La Guajira y Magdalena. “Hacemos un llamado a la gente en todo el país, tenemos una buena cosecha, se están pagando precios muy interesantes. Un buen recolector de café puede ganar entre 40.000 y 60.000 pesos diarios, o más”, ha repetido por todos los pueblos cafeteros Roberto Vélez, gerente general de la Federación Nacional de Cafeteros.

Aunque de tiempo atrás, cuando se aproxima una cosecha cafetera, las noticias suelen hablar de falta de recolectores, esta vez la situación está pasando de castaño oscuro. El sector requiere con urgencia 60.000 trabajadores para recoger la cosecha de la segunda mitad de año. Muy preocupado, Vélez dice que la escasez de mano de obra se está convirtiendo en el gran cuello de botella de esta industria, con el agravante de que representa el 55 por ciento de los costos de producción. Y como sucede con todo bien o producto, si este es escaso, su precio se encarece. El economista José Leibovich, quien se ha dedicado a estudiar este tema, dice que los jornales han aumentado de manera notoria. Si el año pasado los finqueros pagaban 300 pesos por kilo de cereza recogido, hoy deben reconocerle al recolector entre 450 y 500 pesos.

A muchos les resulta paradójico que no haya trabajadores para recoger café, en un país que se lamenta de tener una de las tasas de desempleo más altas de América Latina. En julio fue de 9,8 por ciento.

La explicación no es sencilla pues se trata de un tema con muchos ángulos de análisis. Para empezar, hay que reconocer la realidad de la migración campesina a las ciudades, un fenómeno de carácter mundial. Esto ha hecho que la mano de obra para las labores agrícolas haya disminuido, pues muchos prefieren irse a las urbes a buscar mejores oportunidades. En el caso colombiano, la violencia de las últimas décadas ha contribuido notoriamente a ese desplazamiento.

Algunos también atribuyen parte de esta migración al éxito de la caficultura colombiana. Suena irónico pero es así. En los años setenta y ochenta, con el auge del café mejoró el ingreso de las familias, que pudieron educar a sus hijos, quienes en lugar de ser recolectores –una tarea dura- se dedicaron a otros trabajos.

Por otro lado, el fenómeno de la escasez se observa con más fuerza en la tradicional zona cafetera, es decir, Caldas, Quindío, Risaralda, Antioquia y norte del Valle y de Tolima donde grandes fincas requieren mayor cantidad de recolectores, y es menos complejo en las nuevas regiones como Cauca, Nariño y Huila donde la caficultura es de minifundio y los mismos miembros de la familia recogen el café. El problema es que, en unos años, estos últimos también podrían enfrentar igual dificultad.

Además de todo lo anterior, otro elemento muy preocupante explica la falta de recolectores en este momento. Se trata del aumento de los cultivos ilícitos de coca, que según las autoridades estadounidenses se dispararon el año pasado, al alcanzar 159.000 hectáreas, una cifra que no se veía desde 2007. La realidad es que los cultivadores de coca compiten directamente con los cafeteros. Al parecer muchos recolectores se han desplazado a las zonas cocaleras, donde obtienen una mejor paga trabajando como raspachines.

Solución a la vista

Ante esta cruda realidad, el gerente de la Federación de Cafeteros dice que hay que replantear el tema de la mano de obra para este sector. Por ejemplo, hay que reconocer que la caficultura en Colombia, principalmente en el tema de la recolección, ha evolucionado poco en términos de innovación tecnológica. En esta materia, el país se quedó viviendo en el siglo XIX.

Por ello, Vélez considera que llegó la hora de pensar en otras alternativas para que el café sea viable, sostenible y rentable y para evitar que el cuello de botella de la mano de obra impida alcanzar la meta de los 20 millones de sacos en 2020. Dentro de esas opciones está la recolección asistida mecánicamente.

Esto quiere decir usar aparatos que se ajusten a las características de la caficultura colombiana. De hecho, la federación ha abierto un concurso, con el apoyo de las universidades, para que emprendedores presenten proyectos tecnológicos para recolectar el grano.

La posibilidad de mecanizar la caficultura no deja de inquietar a muchos, pues se sabe que uno de los atributos del café suave colombiano es precisamente que los recolectores seleccionan manualmente el grano. Sin embargo, Vélez piensa que no hay que temerle a esto porque las máquinas se pueden adaptar, de tal forma que separen las cerezas verdes de las maduras y realizar el proceso con los altos estándares acostumbrados.

Para otros, el gran escollo de la tecnología está en la quebrada topografía nacional. A diferencia de Brasil, donde utilizan las máquinas en grandes planicies, en Colombia el café se cultiva en laderas, lo que dificultaría la tarea. Esto, según Vélez, podría resolverse colocando mallas o buscando otras alternativas.

La falta de mano de obra cafetera abre la pregunta de si algo similar está sucediendo con otros cultivos en el país. Rafael Mejía, presidente de la SAC, señala que hay procesos agrarios muy mecanizados en Colombia como el arroz, la papa, el maíz y la misma caña de azúcar. Es decir, a la agricultura está llegando, cada vez con más fuerza, la tecnología en aras de lograr mayor productividad, lo que al final se traduce en rentabilidad. Y es claro que el sector agrario, como cualquier actividad económica, tiene que ser rentable. Esto no significa dejar de estimular el empleo en sus labores. Por ejemplo, hay quienes afirman que resulta paradójico que el Estado invierta tantos recursos del presupuesto en dar subsidios directos, cuando en el campo se necesitan trabajadores, como lo está demostrando la caficultura. Sin duda, en el posconflicto el empleo agrario será un factor determinante.