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LA BANDA ESTA BORRACHA

El mercado reaccionó con moderación al cambio en la banda cambiaria, pero es probable que <BR>siga la fiesta de los especuladores.

2 de agosto de 1999

Aunque algunos expertos habían vaticinado la devaluación de hace una semana lo que tomó a
todo el mundo por sorpresa fue la reacción del mercado tras la medida. Normalmente, en un régimen de banda
cambiaria, cuando la tasa está pegada al techo y éste se eleva aquélla suele dispararse y volver a acercarse a
su límite máximo, al menos temporalmente. Esto fue lo que ocurrió en Colombia en septiembre del año pasado
y en Brasil a comienzos de éste. La razón es que cuando se produce una devaluación la tasa de cambio
tiende a hacer lo que se conoce como overshooting, es decir, a exceder en el corto plazo su nivel de equilibrio
de largo plazo pues el nivel de incertidumbre aumenta y los mercados con frecuencia sobrerreaccionan a
noticias de este tipo. Además, en casos en que no se elimina la banda sino que se modifica, el mercado
puede percibir que la medida fue insuficiente. Finalmente, el imponer un nuevo tope constituye por sí solo un
limitante que el mercado no necesariamente aprecia.
En Colombia, sin embargo, después de la modificación de la banda el dólar no se desbocó. Es más, casi ni se
movió. Aunque la nueva banda le permitía a la divisa aumentar en 12 por ciento de un día para otro, durante
toda la semana pasada ésta se mantuvo en niveles muy cercanos a los del techo anterior. Considerando que
un rebrote de ataques contra la banda puede conducir a un aumento en las tasas de interés o a la venta de
reservas por parte del Banco de la República, la situación actual parece a todas luces benévola pues brinda
un margen para que, si es necesario, la divisa suba sin disparar las alarmas.
No obstante es importante anotar que la respuesta moderada del mercado a la devaluación no ocurrió en un
vacío. Por una parte, entre las medidas anunciadas por el Banco de la República para acompañar la
devaluación se encuentra una que reduce el monto en efectivo de posición propia en dólares que pueden tener
las instituciones financieras colombianas. Esta medida no solo ha obligado a muchos bancos a vender
dólares para ubicarse dentro de los nuevos topes sino que limita su margen de maniobra para venderle dólares
a futuro a las entidades off-shore, las cuales constituyen la principal fuente de especulación. Antes de esta
medida las entidades que tenían liquidez podían comprar todos los dólares que quisieran _generando una
presión adicional sobre las tasas de interés_; hoy esta opción es limitada. Por otra parte, según fuentes
cercanas al tema, la semana pasada el Emisor estuvo haciendo trading activo en el mercado, comprando
y sobre todo vendiendo dólares a través de terceros para controlar los movimientos de la tasa. Por último, la
colocación de TES en moneda extranjera a un año y medio por un valor de 100 millones de dólares también
contribuyó a absorber parte de la demanda de divisas (aunque la tasa a la que se colocó _5,04 por ciento_
indica que los agentes del mercado están demandando dólares casi que sin reparar en la rentabilidad).
A pesar de la calma relativa de la semana pasada todo parece indicar que no se ha saciado el hambre
especulativa y que el riesgo en la tasa de cambio sigue siendo del lado de la devaluación. Para las
entidades extranjeras, que son las que más han apostado contra el peso _y que estuvieron por lo general
tranquilas esta semana a la espera de que los efectos de la medida decantaran_ no hay razón de fondo para
que éste se mantenga en el techo antiguo. Muchas de estas instituciones compraron dólares a futuro a
niveles superiores a 1.800 y, según un experto consultado por SEMANA que no quiso ser citado, antes que
vender sus posiciones y tomar las pérdidas van a demandar aún más dólares para presionar la tasa hacia
arriba y buscar obtener utilidades. La probabilidad de que esta tendencia se acentúe crecería
exponencialmente en la medida en que se produzca una mala noticia de índole política, económica o de
orden público.
Otra tendencia preocupante es el alza sin precedentes del dólar de casa de cambio, o negro, que la
semana pasada, por primera vez en muchos años, superó la cotización del interbancario. Aunque parte del
aumento se debe a la demanda estacional de la época de vacaciones la escasez de dólares en las casas de
cambio hace pensar que los colombianos comunes y corrientes están demandando dólares en cantidades sin
precedentes, impulsados por la incertidumbre que rodea el futuro del peso y la crisis que atraviesa el destino
tradicional de sus ahorros: el sector financiero colombiano.
Con todo y estas presiones la medida es muy positiva. En primer lugar, al permitir un mayor margen de
movimiento para la tasa le da oxígeno al mercado, que puede ser suficiente para calmar las ansias de
algunos agentes. Además pocas personas dudan que dentro de una recesión como la actual propiciar una
mayor devaluación sea aconsejable. Por otra parte, el Banco de la República aprendió la lección del año
anterior cuando, por demorarse en tomar la decisión de devaluar y hacerlo quizá muy tímidamente, vendió
cantidades importantes de reservas a precios muy baratos y permitió un alza desmedida de los intereses
que contribuyó a profundizar la crisis de la economía. Esta vez actuó con mayor decisión y a tiempo.
Sin embargo la decisión no está exenta de costos, particularmente de índole institucional. Por una parte, se
volvió a comprobar que la banda cambiaria en Colombia es susceptible de ser movida en cualquier momento
y, por lo tanto, es menos creíble. Y, segundo, ha contribuido a generar en el mercado la percepción de que
el Banco de la República se ha vuelto más sensible a presiones externas _lo cual puede ser malo en el más
largo plazo para la credibilidad de la entidad en el manejo cambiario y monetario.