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LA GUERRA DE LAS ROSAS

Argumentos nacionalistas amenazan con privar de un mercado vital a los florisultores colombianos

18 de julio de 1983

Mientras el gobierno hace ingentes esfuerzos por recuperar la desbaratada economía nacional y gana una decisiva lucha contra la fuga de divisas y el contrabando, empieza a perder una batalla en el exterior: la de las flores.
La industria de las flores como fuente generadora de ingresos, especialmente dólares, es muy reciente pero quizá la más dinámica dentro de las exportaciones no tradicionales.
Durante los últimos 12 años -desde que se enviaron los primeros embarques- ha significado un rubro muy importante en la generación de divisas con un crecimiento sostenido anual del 8 por ciento. En 1982 ingresaron por éste concepto 114 millones de dólares para el año en curso la cifra será superior a los 130 millones.
Adicionalmente a todas esas consideraciones, hay otros aspectos que hacen de la floricultura una de las actividades más importantes dentro de la economía, tanto a nivel rural, como urbano y sub-urbáno.
Desde que se fletó el primer avión en 1971 por parte de unos visionarios comerciantes colombianos, las flores nacionales han ido ganando un puesto en el mercado internacional, desplazando a productores tan importantes como Holanda, Francia y los Países Bajos, compitiendo incluso en su mismo territorio.
Hoy en día no se puede desconocer el papel puramente social que cumple la floricultura en nuestro territorio. Según los datos más recientes la industria genera 47.500 empleos directos, es el motor de otra serie de industrias que abastecen sus necesidades en productos plásticos, cajas de cartón, bandas de caucho, etc.
Las 1.200 hectáreas cultivadas en la sabana de Bogotá, la Ceja-Antioquia y Piendamó, Valle, son el eje de una continua demanda de insumos agrícolas como los abonos, pesticidas, maderas, herramientas y servicios de todo orden.
EN CADA VUELO UNA FLOR
La venta de flores en mercados extranjeros requiere de grandes inversiones y una infraestructura moderna y eficiente. Esto fue bien entendido desde un principio por las autoridades, que ofrecieron garantías y toda suerte de estímulos a los exportadores.
Para hacernos a la idea de lo que tiene que existir en materia de tecnificación y agilidad en todos los procesos, basta seguir una sola flor desde que es cortada en el invernadero hasta que llega al consumidor extranjero; en todo el proceso no pasan generalmente más de 24 horas, aun en los países europeos.
Por eso los cultivadores dicen con orgullo y sin lugar a equivocaciones que el 70 por ciento de la carga que sale por vía aérea del país proviene de la industria de las flores; es un proceso permanente e ininterrumpido en que la velocidad y el cuidado es lo que cuenta.
El total embarcado en diciembre del año pasado fue de más de 3 millones de kilos.
En total son 160 los cultivadores de flores en el país, de los cuales el 75 por ciento está afiliado a la Asociación Colombiana de Cultivadores de Flores -Asocolflores-, que maneja el 85 por ciento del valor de las exportaciones.
El negocio es básicamente para exportación. El 98 por ciento de la producción sale del territorio nacional y sólo el 2 por ciento se queda en el mercado interno, y esto porque no cumple con las exigencias para su colocación en el exterior.
La venta de flores significó el año pasado un rubro importantísimo en la generación de recursos, colocándose en el tercer renglón de las exportaciones agropecuarias no tradicionales y en el quinto en la generación de divisas de las exportaciones menores.
Colombia ha conquistado y mantiene negocios con 30 naciones en forma permanente, a donde envía 16 variedades de flores.
NO MAS FLORES
Pero ese avance en los mercados ha comenzado a crear problemas y los rosicultores norteamericanos intentan poner trabas arancelarias a las flores colombianas, al fracasar en su intento de competir por precio o calidad. Ninguno de sus trucos funcionó.
Ahora recurren a un arma que para nosotros es letal: protección legal a sus flores dentro de su territorio.
Para Colombia esa no es simplemente una pelea más. Significa el 75 por ciento de nuestras exportaciones que tienen en los Estados Unidos a su más fuerte comprador. La eliminación del actual arancel del 8 por ciento para el ingreso de flores a norteamérica se llevaría al traste lo que parecía ser un cuento de hadas. Es como si de pronto le bloquearan a Colombia la venta de café sólo porque es de buena calidad.
La pelea se inició en agosto de 1982, cuando el senador Panneta, representante de California, que es el Estado que más produce rosas, presentó un proyecto de ley ante el Congreso norteamericano elevando el arancel para las flores importadas.
El sistema propuesto, que afortunadamente no pasó en esa ocasión, es el de elevar el actual porcentaje (89%) a uno gradual entre el 17 por ciento en verano y el 24 por ciento en invierno.
Esto, en simple idioma castellano, significa la eliminación de Colombia como país proveedor de rosas y el primer paso para salir en forma similar del mercado de otras flores, como el clavel, los pompones o las crisantemas.
LA NOTICIA FATAL
Pero la pelea no ha terminado. Hace unas pocas semanas, la batalla volvía a darse. Los Estados Unidos la titulaban desde Nueva York con el romántico nombre de "La Guerra de las Rosas".
Esta vez la "pelea" cuenta con un mayor apoyo parlamentario y con la elaboración de varios proyectos de ley gestándose ante el Congreso en Washington.
Los rosicultores norteamericanos han planeado mejor su ataque y esgrimen razones nacionalistas como el desempleo, el estancamiento en la producción y otras mil de ese estilo, que amenazan la existencia de un importante mercado para nuestras flores. Y esta expectativa ha paralizado a los floricultores nacionales, que tienen en los Estados Unidos al comprador del 85 por ciento de sus rosas...