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LA GUERRA SIN FIN

La emboscada en Santander y el frustrado rescate de un secuestrado en Cali, marcan la primera semana de orden público del gobierno de Barco.

15 de septiembre de 1986

Si la última semana del gobierno de Belisario Betancur fue sangrienta, la primera de Virgilio Barco no lo fue menos. El Ejército de Liberación Nacional, ELN, grupo que no participó en las conversaciones de cese al fuego, propiciadas en el anterior cuatrienio, realizó una emboscada a una patrulla del Ejército en Santander y el saldo trágico fue de siete militares muertos y cuatro heridos. En Cali, después de nueve horas de bala y de más de 5 mil cartuchos disparados, resultaron heridos tres militares y muertos cuatro guerrilleros, una niña de 18 meses y un secuestrado.

VUELVE EL ATAQUE
El ELN había permanecido en los últimos años en un aparente reagrupamiento y haciendo acciones terroristas como volar oleoductos o realizando secuestros. A partir de la creación de la Coordinadora Guerrillera volvió a hacerse sentir. Sin embargo, ninguno de sus golpes había sido tan sangriento como el del pasado miércoles 13 de agosto cuando intentaban asesinar al comandante encargado de la Quinta Brigada, coronel Elkin Antonio Bocaccio, quien viajaba en un Mercedes Benz a Barrancabermeja a cumplir una inspección rutinaria acompañado por una escolta de 18 soldados en un camión. Cuando el coronel Bocaccio, a la altura del puente sobre el río Sogamoso, divisó un bus de Cootransmagdalena atravesado en la carretera percibió el peligro, pero en la huida no tuvo tiempo de avisar a su escolta porque ya se producía una primera explosión.
De acuerdo con Jesús Antonio Villamizar Rodriguez, fotógrafo de Vanguardia Liberal de Barrancabermeja, quien había abordado un bus de Copetrán que lo debía llevar a Bucaramanga, en la mitad del trayecto y a eso de las 8 y 10 de la mañana, observaron que una flota se encontraba obstaculizando la vía y que sus pasajeros hacían señas para que no pasaran.
"En un primer momento -cuenta Villamizar- pensamos que se trataba de un atraco, ya que en esta carretera son frecuentes". El chofer paró y el fotógrafo se bajó con su equipo de cámaras. Cuando se acercaba oyó un tiroteo terrible y gritos de los pasajeros del bus que estaba cruzado en la carretera diciéndole que se devolviera. El, sin embargo, siguió. "Yo veía a través del lente de mi cámara a hombres que gritaban y disparaban. Estaban vestidos de azul y llevaban sombrero. Los ocupantes de la flota estaban tendidos y rezaban un rosario. Yo me devolví hacia el bus donde viajaba y conté lo que estaba viendo. Allí pensé que, siendo fotógrafo y aunque no tenía claridad sobre lo que estaba ocurriendo, debería realizar mi trabajo. Entonces saqué un pañuelo blanco y lo puse sobre mi equipo. Cuando estaba llegando nuevamente al bus, tres hombres me sorprendieron y me dispararon a los pies. Les dije que era fotógrafo de Vanguardia Liberal, me quitaron el maletín y las cámaras, pero cuando vieron el carné me dijeron que subiera hasta donde estaban ellos y que me tirara al suelo. Allí encontré un hombre rubio, de unos 36 años, que parecía también un rehén. Yo pensé que se trataba de un secuestrado. Les pregunté que quiénes eran ellos y me respondieron: "Somos del ELN, del comando Camilo Torres". Me devolvieron el equipo y empezaron a gritar, "muchachos a las filas, nos vamos, ni un tiro más". Nos ordenaron que debíamos permanecer por 20 minutos en ese lugar y que si nos movíamos antes eramos hombres muertos. Y ellos se perdieron por la montaña. Nosotros esperamos un tiempo prudencial y bajamos muertos del miedo porque pensamos que nos podían disparar por la espalda. El otro hombre era el chofer del bus. Una vez en la carretera alcanzamos a oír unos quejidos y nos fuimos a la curva. La escena era horrible: un camión del Ejército con muchos jóvenes ensangrentados y aterrorizados: Ellos al verme se asustaron, pero les expliqué que era fotógrafo. Comencé a tomar las fotos, yo había tomado fotos de los muertos aparecidos en el Magdalena Medio, cuando la cosa estuvo tan fea, pero nunca había visto un cuadro tan dramático como este. Cuando llegué al camión ya había cinco soldados muertos. Comenzamos a pedir auxilio y nadie quería auxiliarnos. Dos soldados se murieron desangrados. Faltó mucha solidaridad".
Ya en Barrancabermeja, una hora después, se estableció el fatal balance de la emboscada. Los muertos fueron, el cabo segundo José Manuel Guiza Caballero y los soldados bachilleres Asdrúbal Lozano Acevedo, Miguel Delgado Maldonado, Héctor Espinosa Tobar, Edgar Eduardo Cruz, Orlando Jiménez Vargas y Henry Ardila Largarto. El coronel Bocaccio, visiblemente conmovido por la muerte de sus hombres, declaró que el ataque había sido realizado por el XX frente de las FARC. Pero una vez se conoció la versión del fotógrafo Villamizar y cuando la inteligencia militar evaluó la emboscada, se afirmó que aunque los dos grupos, FARC y ELN, operan en esa zona, este último era el responsable del aleve ataque. El propio ministro de Defensa, Rafael Samudio, confirmó que los autores de la emboscada fueron miembros del ELN.
Pero si esto fuera poco, al día siguiente en la mañana, las emisoras comenzaron a transmitir los pormenores de un allanamiento que hizo la Policía Metropolitana de Cali, al descubrir una casa habitada por guerrilleros de las milicias populares del M-19, quienes tenían secuestrado al ganadero Absalón Cuadros desde el 21 de julio pasado, cuando unos hombres lo sacaron de su casa con el pretexto de comprarle unas fincas ubicadas en Buga.
Los habitantes del barrio Alfonso López Pumarejo, localizado al nororiente de Cali, sitio en que se hallaba ubicada la casa, vivieron momentos similares a los de los vecinos del Palacio de Justicia, en noviembre pasado, ya que por espacio de nueve horas las balas, las bombas y los gases lacrimógenos fueron comunes. El resultado de esta acción tendiente al rescate del secuestrado no pudo ser más dramático: todos los habitantes de la casa, muertos. Las fotografías y las tomas de televisión fueron espantosas. El secuestrado encadenado y a su lado dos guerrilleros, un hombre y una mujer y una niña de 18 meses, tendidos en el suelo, ensangrentados y llenos de tierra porque la casa quedó totalmente destruida.
En medio de bala, sangre y muertos, terminó el orden público en la primera semana del mandato liberal. Y de acuerdo con declaraciones de la Coordinadora Guerrillera a periodistas de diferentes medios de comunicación en las montañas de Anorí, en Antioquia, el futuro no es muy halagueño: aunque no se declararon "en guerra", sí afirmaron que, para mantenerse en la oposición continuarán haciendo secuestros como forma de financiación de sus grupos. Pero, eso sí, condenaron enérgicamente el boleteo, el chantaje y la extorsión cuando los hagan otros a nombre suyo.