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LA HISTORIA DE ALEXANDER

Hace 4 años, Esperanza Tascón inició una aventura hacia los Estados Unidos, en busca de ayuda médica para la sordera de su hijo Alexander. Marcela Caldas, enviada especial de SEMANA, recogio la historia en Nueva York

2 de abril de 1984

Esperanza Tascón, la colombiana que desde Queens, Nueva York, ha hecho noticia dentro y fuera del país tiene no una historia qué contar sino dos, aunque sólo haya sido motivo de atención aquélla de su hijo, la que causó la semana pasada la movilización de los medios de comunicación y de la opinión pública, y finalmente la del mismo Presidente de Colombia, Belisario Betancur. En Jackson's Heights, el sector de Queens donde residen alrededor de 100 mil colombianos, Esperanza, de 35 años, y su hijo Alexander de 11, comparten un pequeñísimo estudio en el primer piso de un edificio con otra joven colombiana y su hija de 9 años. Los cuatro duermen todas las noches en dos colchonetas sobre el piso del apartamento en medio de dos sillones y un sofá que hacen de sala durante el día. En las calles sólo se escucha hablar español con acento paisa o valluno o cualquier otra entonación reconociblemente colombiana. En los restaurantes y tiendas de la vecindad se consiguen arepas y chicharrón, y sancocho y sobrebarriga sudada, al igual que dos o tres de los diarios y revistas del país.
Un día de agosto hace cuatro años, Esperanza salió con su hijo de la casa donde vivían ella, su madre y algunos de los siete hermanos en un barrio de Cali. Después de vender todo lo que poseía, un reloj que le habían regalado, un anillo, una pulsera y una alfombra, y haber juntado unos pesos que le regaló su hermano a unos pocos que le dio el padre de su hijo, emprendieron una larga jornada "de turismo", que no culminaría de vuelta en la casa de los abuelos de Alexander, sino en Queens en casa de alguien que él no conocía. Esperanza y Alexander venían a buscar lo mismo que buscan los miles de colombianos que anualmente emigran a los Estados Unidos: más posibilidades de encontrar una vida mejor. Pero a diferencia de la mayoría venían a buscar algo aún más difícil de encontrar. El niño había nacido sin orejas y apenas oía con un aparatoso par de audífonos que tenía que llevar puestos constantemente. Eso fue lo mejor que pudieron hacer en Colombia los médicos a quienes acudieron, además de recomendarle a Esperanza que buscara alguna forma de llevar a su hijo a los expertos de los Estados Unidos. Así lo hizo cuando averiguó sobre aquella "excursión" que por 120 mil pesos la llevó de Cali a Bogotá, de Bogotá a Quito, de Quito a Bahamas, de Bahamas a una pequeña isla en avioneta y de allí, en una lancha, hasta un muelle en Miami. "Eramos 10 mujeres y mi hijo. Antes de montarnos a la lancha nos quitaron toda la ropa, todo el equipaje y nos quedamos solamente en vestido de baño y con una mudita. Esperamos un rato y llegamos al muelle tomando coca-cola como si viniéramos de un paseíto por ahí, como si fuéramos de Miami", cuenta Esperanza, y explica que cuando la encontraron trabajando las autoridades de inmigración en un bar de Manhattan, hace como un año, insistían en que si le había costado tan poco la entrada al país, era porque le habían pedido "algún favor", insinuando un posible tráfico de drogas. Pero la misma honestidad con la que rindió sus declaraciones hizo que no la deportaran entonces y que relate ahora sin ningún temor su historia.
"Pocillo mocho"
Alexander comenzó a estudiar en la escuela pública desde el momento de su llegada hace cuatro años. Mientras tanto, Esperanza hacía lo que hacen todos aquéllos en su situación: oficios informales, generalmente mal pagados, irregulares y, mientras se es ilegal, peligrosos. Pero se las arreglaba para pagar los gastos de vivienda y alimentación, y a diferencia de sus posibilidades en Colombia, podía comprar leche y frutas, y a veces hasta carne. A través de una trabajadora social que se interesó por los problemas de Alexander, los médicos empezaron a atenderlo y a estudiar las posibilidades de habilitarle el oído y después de reconstruir la parte externa por medio de transplantes y cirugía plástica. Fue éste el argumento que hizo único el caso de Esperanza ante las autoridades norteamericanas cuando estaban a punto de deportarlos.
"Al niño se le rompió el aparato y no se le podía arreglar. Fue cuando la señora del servicio social del colegio se empezó a interesar por Alexander. Me ayudó a que lo vieran en el hospital y los médicos también se interesaron. Entonces le hicieron la primera operación interna y para que no me tocara pagar el hospital, el médico operó en el consultorio. Pero esa operación no sirvió. Al año se la volvieron a hacer y ahora oye", cuenta Esperanza. Y continúa "la misma señora del servicio me mandó donde la doctora cuando lo de inmigración. Ella atiende casos de éstos de papeles. La doctora apeló y explicó el caso de mi niño para que no me deportaran. Entonces ya me lo han operado tres veces. En las primeras, dos operaciones yo no sé quién pago, porque yo no pagué ni un centavo. Y en la última, que es ya poniéndole injertos para hacer las orejas, el doctor Sklansky no me cobró, pero me estaban pasando la cuenta del hospital y drogas que yo no tenía forma de pagar".
La cuenta era de casi tres mil dólares. Cuando una y otra vez Esperanza explicaba que no tenía cómo pagar, la comunidad empezó a enterarse por medio de los trabajadores sociales y pronto se organizaron todos estos grupos para recolectar fondos con el fin de ayudar a Alexander. Parece ser que en ese momento, a través de los servicios públicos de las estaciones de televisión locales, comenzó a transmitirse la noticia. Los primeros en reportarla fueron dos canales norteamericanos, el dos y el siete, y después la recogieron los medios de información hispanos. Una vez la noticia se expandió a lo largo de una semana, el hospital optó por donar sus servicios y suspendió el cobro de esa cuenta que había causado que el público se movilizara tanto a través de la prensa.
"Si yo no me hubiera venido, en Colombia habrían acabado a mi hijo. En el colegio le decían "pocillo mocho", se le burlaban todo el tiempo. Aquí me ha ido muy bien. Allá no habría podido mantener un apartamento sola, la plata no alcanza para nada. Por eso vivía con mi familia y entre mis hermanos me ayudaban. Desde aquí a veces le mando unos pesitos a mi mamá", dice Esperanza. El doctor Donald Sklansky ha ofrecido hacer las otras tres intervenciones que faltan para reconstruirle a Alexander las orejas completamente. Todo el proceso tomará un año y medio o dos. Mientras tanto no se sabe si Inmigración continuará permitiendo la estadía de los dos colombianos, una vez el plazo actual de seis meses finalice. Al preguntarle a Esperanza si quiere quedarse en Estados Unidos con su hijo contesta: "El Presidente de la República, Belisario Betancur le ofreció una beca a mi hijo para que estudie en Colombia. Eso me va a ayudar muchísimo. Aquí me llamaron del Consulado de Colombia y me leyeron el mensaje. Pero la vida en Colombia es muy difícil".
El lunes pasado, el Presidente, por medio de Hernando Zuleta, director de los Seguros Sociales, ofreció pagar los gastos de hospitalización y de droga además de una beca de estudio a su regreso al país. El cónsul de Colombia en Nueva York, Guillermo Angulo, transmitió personalmente el mensaje. Alexander respondió a ésto con sus propias palabras: "Estoy muy feliz. Quiero estudiar para volar, para ser piloto. Aquí me han ayudado mucho. Yo le había pedido muchas veces a mi mamá en Colombia que me pusiera orejas. Pero ahora voy a tener que escribirle al Presidente para darle las gracias y para pedirle que me dé permiso de visitar a mis abuelos antes de que me hagan la operación más grande al final. Voy a mandarle a Belisario un dibujo que él me pidió. Voy a pintarle un avión. Pero yo quiero seguir estudiando aquí. Me gusta mucho la escuela y los profesores. El Presidente me dio una beca. Una beca es para estudiar lo que uno quiera sin tener que pagar".
Fuentes extraoficiales informaron que los médicos que han estado a cargo del caso de Alexander, han ofrecido a los de Colombia intervenir en casos similares de niños colombianos, ya sea en el país o en Estados Unidos. Sin embargo, ésto no se ha confirmado. Pero mientras tanto a Esperanza le queda una inquietud: "Para qué va a pagar el Presidente toda esa plata por una cuenta que ya no estaban cobrando. Yo pienso que si el Presidente me va a favorecer, me quiere ayudar, debería poner esa plata, por que yo no quiero la plata, en una casita, en un ranchito, en algo que yo sepa que me puedo meter con mi hijo cuando vuelva a Colombia y así podré devolverme muy contenta".--
En Colombia sí se puede
La reconstrucción del pabellón y la apertura del canal auditivo son operaciones quirúrgicas que se practican en Colombia desde mediados de los años cincuenta. Entre otros especialistas, el entonces joven cirujano y hoy ex ministro de Salud, Jorge García Gómez, impuso la utilización del microscopio en las intervenciones, después de culminar estudios en los Estados Unidos, con el pionero de esta clase de operaciones, el profesor George E. Shambaugh.
La falta de oído externo es una anomalía congénita que se produce por desnutrición de la madre durante el embarazo o por un virus que la ataque. Generalmente, pese a la ausencia de pabellón auricular el oído interno suele encontrarse en buen estado, lo mismo que el nervio, lo que posibilita para el paciente la recuperación de las facultades auditivas.
Esta se lleva a cabo con dos clases de íntervenciones quirúrgicas:
--La apertura de un canal auditivo y el trasplante del tímpano que, en la inmensa mayoría de los casos, se encuentra dañado. Se utiliza para ese trasplante el tímpano de un cadáver.
--La reconstrucción por un cirujano plástico del pabellón o pabellones, utilizando injertos de piel y de bancos de cartílagos, que generalmente se extraen de la costilla. Esta operación se lleva a cabo en cinco o diez intervenciones quirúrgicas.
En el hospital San Juan de Dios, un paciente de escasos recursos puede ser sometido a estas operaciones en forma gratuita, pagando sólo los 20 mil pesos del derecho a hospitalización En instituciones privadas como la Fundación Santa Fe, la misma operación puede costar alrededor de 150 mil pesos, incluida la hospitalización, para un paciente pudiente.
De ahí que el caso del niño colombiano sometido en Nueva York a estas operaciones y el eco que ha tenido haya generado reacciones de los cirujanos colombianos que, como Felipe Coiffman, han protestado diciendo que "recoger limosnas en Colombia o en los Estados Unidos para costear operaciones que perfectamente se pueden realizar aquí, rebaja nuestra imagen de médicos y de colombianos".--