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LA LEY DEL MENOR ESFUERZO

En Colombia hoy, es más fácil, menos riesgoso, e incluso más rentable, importar que producir.

11 de enero de 1999

En medio de la crisis cambiaria que se vivió este año, varios analistas afirmaron que para evitar presiones adicionales sobre la tasa de cambio y el sector productivo se debería desmontar la apertura económica. La idea era cerrar de nuevo la economía colombiana para frenar el ingreso de productos extranjeros, elevando los aranceles o restaurando la junta de control a las importaciones. Sin embargo, al menos hasta ahora, estas propuestas no han tenido mucho eco. Después de todo, en un mundo donde la tendencia es hacia la globalización, es ridículo que Colombia vaya en contra de la corriente.
Esto no significa que se deba echar en saco roto la preocupación por la sustitución masiva de productos nacionales por productos importados. Culpar de este fenómeno a la apertura resulta facilista. No obstante, sí viene al caso hacer un análisis detenido del tema, pues allí se podría encontrar la clave del futuro de la economía colombiana. Pretender, por ejemplo, como quiere el gobierno, duplicar las exportaciones menores cuando la producción nacional está perdiendo la batalla contra los productos extranjeros adentro de las fronteras del país, parece bastante quijotesco. Igual sucede cuando se habla de producir las tasas de crecimiento económico del 7 u 8 por ciento necesarias para sacar al país de la pobreza. En este contexto, la bonanza importadora es un grave síntoma de problemas estructurales cuyas consecuencias para el país podrían ser devastadoras.
Si bien la recuperación de la economía durante la segunda mitad de 1997 se desvaneció rápidamente, su impacto sobre las importaciones fue considerable. Durante el segundo semestre de 1997 y los primeros dos meses de 1998, las importaciones aumentaron en más de 2.000 millones de dólares, lo cual equivale a una tasa de crecimiento anualizada superior al 20 por ciento. La disparada de las importaciones en esos meses fue uno de los factores fundamentales que produjeron el incremento en la demanda de divisas, la cual a su vez generó gran presión sobre la tasa de cambio y finalmente se tradujo en una devaluación. Hoy, después del apretón monetario, las importaciones se han desacelerado a niveles relativamente normales. Sin embargo, la pregunta que queda en el aire es: ¿Qué va a pasar si cada vez que la economía colombiana empiece a crecer las importaciones se disparan como lo han venido haciendo recientemente? Cuando cualquier crecimiento en la demanda se traduce en mayores importaciones, las posibilidades de reactivar la producción son limitadas, sobre todo si al mismo tiempo el Banco de la República se ve obligado a subir las tasas de interés para reducir la demanda de divisas.
Para la mayoría de los expertos esto no debería suceder siempre y cuando la tasa de cambio real se encuentre en un nivel adecuado. En su concepto, el crecimiento vertiginoso de las importaciones en esta década se debe no solo al inicio de la apertura económica sino al flujo masivo de divisas hacia el país que se presentó en este período. Este fenómeno generó una revaluación sostenida del peso, la cual abarató dramáticamente el costo de las importaciones. De esta forma, al menos en teoría, el incremento de la devaluación durante este año debería devolverle la competitividad perdida a la industria nacional. No obstante, se debe tener en cuenta que el rápido crecimiento de las importaciones durante el segundo semestre de 1997 ocurrió después de que la tasa de cambio había pasado prácticamente del piso de la banda cambiaria al techo de la misma. Por eso es difícil creer que solo con mejorar moderadamente el nivel de la tasa de cambio real se podría solucionar el problema de competitividad que aflige a Colombia.
Al problema de la tasa de cambio, el analista económico Javier Fernández Riva, agrega el de las altas tasas de interés. En palabras de Fernández Riva, "las razones básicas que atentan contra el sector productivo en Colombia son una tasa de cambio real revaluada, y las altísimas tasas de interés que han reventado a una parte importante del aparato productivo, por lo que la industria nacional se ha quedado sin capacidad de reacción ante cualquier posibilidad de un aumento de la demanda". El empresario colombiano no solo enfrenta altos costos de capital sino un mercado financiero que no ofrece la posibilidad de endeudarse a largo plazo. Estos hechos han llevado a muchos empresarios a cambiar producción interna por importaciones debido a que estas requieren de menos capital. Para importar se hacen inversiones puntuales en mercancía, y en la mayoría de casos los costos fijos son mínimos, mientras para producir se requieren inversiones de largo plazo en infraestructura. Hoy, con un panorama económico y político turbio, el atractivo de tomar la ruta del menor esfuerzo no se puede desestimar.
De la misma forma el gobierno debe darle estabilidad a las políticas económicas, ya que el cambio constante de reglas de juego _cada vez hay más y nuevos impuestos_ es un ingrediente perverso que genera un alto grado de incertidumbre y desincentiva la inversión. Por otro lado, el control de la inflación debe ser más agresivo ya que esta genera distorsiones nefastas para la economía, sobre todo si tenemos en cuenta que la inflación mundial ha caído de una manera acelerada mientras en Colombia ésta cae a cuentagotas.
En la medida en que no se genere un ambiente de estabilidad que mejore las condiciones de competitividad, la industria nacional seguirá perdiendo terreno frente a la competencia internacional. Después de todo, en el caos e incertidumbre que vive actualmente el país, es apenas lógico que los empresarios busquen alternativas que les permitan limitar los riesgos que tienen que correr y el esfuerzo que deben invertir.