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La Junta Directiva del Banco de la República discute a puerta cerrada las decisiones y posteriormente las divulga. Una ley dice que toda esa información es reservada y ningún otro colombiano puede conocerla. En la foto, de izquierda a derecha: Fernando Tenjo, Óscar Iván Zuluaga, Juan Mario Laserna, Gerardo Hernández (secretario de la Junta), Carlos Gustavo Cano, Juan José Echavarría, Leonardo Villar y José Darío Uribe

La ley del silencio

Las tensiones en el Banco de la República están creciendo. Es la hora que, como ocurre en otros países, se conozcan sus discusiones internas.

19 de mayo de 2007

Juan Mario Laserna, uno de los codirectores del Banco de la República, ha estado bastante activo en las últimas semanas. En un foro sobre el mercado de capitales, aseguró que la Superintendencia Financiera no estaba haciendo su trabajo para vigilar los balances de los bancos, y el martes pasado, justo cuando se puso el debate sobre la dolarización, salió a decir que el Banco de la República ya estaba sin municiones para atacar el fenómeno de la revaluación del peso y que ahora el balón quedaba en terreno del ministro de Hacienda, Óscar Iván Zuluaga.

De esta manera, Laserna rompía una de las reglas de oro de los codirectores del Emisor: guardar silencio la mayor cantidad de tiempo posible y mantenerse alejado del debate público, especialmente en aquellos asuntos relacionados directamente con lo que se discute en el interior de las sesiones de la Junta del Emisor.

Este episodio atizó las tensiones dentro de la Junta Directiva del Banco de la República, que han venido creciendo desde hace dos semanas cuando tomó la drástica medida de los encajes bancarios para frenar la oferta de crédito. Y eso dejó al descubierto una verdad de a puño: lo que menos hay en el interior de la máxima autoridad económica del país es unanimidad.

Basta dar un repaso a los miembros de la Junta para entender por qué. Leonardo Villar fue nombrado por el presidente Ernesto Samper; Juan José Echavarría que venía de Fedesarrollo, llegó por cuenta del nombramiento del presidente Álvaro Uribe, pero es de un talante ortodoxo en materia económica, muy parecido al del propio Laserna. Fernando Tenjo es el último de los codirectores nombrados por Andrés Pastrana, mientras que Carlos Gustavo Cano, que venía de dirigir el Ministerio de Agricultura, fue nombrado igualmente por Uribe, pero tiene un enorme conocimiento sobre, por ejemplo, el impacto de la revaluación en el sector agrícola. Y esa diversidad de caracteres queda reflejada en las discusiones sobre las medidas que se deben adoptar.
El último episodio fue el de las medidas para frenar la inflación. En esa junta extraordinaria del domingo 6 de mayo, las medidas tuvieron una ajustada votación de 4 a 3. Una apretada salida a un tema sensible y a unas decisiones que afectan a todo el sector financiero. Y la discusión obviamente pone a unos de un lado y a los demás del otro.

Esos episodios de divergencia en la Junta no son nuevos. En 1999, los entonces codirectores Antonio Hernández y Luis Bernardo Flórez dejaron constancia escrita sobre sus críticas a la decisión de abandonar la banda cambiaria. Hace algunos años, Sergio Clavijo, siendo codirector, criticó la decisión de facilitarle al gobierno Uribe un crédito para prepagar deuda externa. Y ahora, Laserna prefiere hablar del tema en público. He ahí el quid del asunto: parece que esa regla de oro, la ley del silencio, está cansando a más de uno. Pocos entienden por qué el Emisor debe guardar un sigilo exagerado sobre las discusiones de política monetaria como si fueran el Santo Grial, siendo que en los grandes bancos centrales del mundo ocurre todo lo contrario. La Reserva Federal de Estados Unidos (FED), por ejemplo, divulga dos o tres semanas después de adoptadas las medidas los votos y explicaciones de cada uno de los responsables. Cada palabra de los presentes en las juntas se conoce y se debate públicamente.

En Colombia, en cambio, nadie puede leer las actas de las reuniones, ni sus resúmenes ejecutivos, a excepción de los codirectores del Banco. Lo lógico sería que aquí también haya debate y debate público, sobre lo que a puerta cerrada se discute en la Junta. Causa curiosidad que en Colombia nadie se pueda enterar de lo que allí se discute, como si esos debates no tuvieran implicaciones sobre todos los colombianos.
En momentos en los que cualquier anuncio oficial de la Junta es vital para muchas personas, no hay nada como la información para que cada ciudadano pueda hacerse una idea sobre la naturaleza de las medidas. Esto contribuiría con más transparencia a los mercados. Es un asunto de elevados intereses.